miércoles, 29 de diciembre de 2010

En degenerando...





Cuenta la anécdota que cierto banderillero ex-miembro de la cuadrilla de un famoso matador, cuando fue preguntado por éste sobre cómo había llegado a ser gobernador civil de una gran ciudad, respondió con un lacónico "en degenerando, degenerando...". Y es que muchas veces, lo que empieza siendo una cosa, "en degenerando degenerando" termina siendo otra completamente diferente.

De poco vale ahora pensar en que las intenciones son siempre las mejores, que los planes iniciales no son siempre definitivos, o que los imprevistos son eso, imprevistos. A lo pasado tierra, si, ¿pero acaso no conviene volver atrás la mirada antes de enterrarlo?

Cuando llego a un hotel, a un comercio o a donde sea que tengan esas urnas de metacrilato con una cajetilla de impresos de sugerencias al lado, siempre me da un poco de risa. ¿Quién cojones se lee eso? ¡Menuda chorrada! Osea que "Pepe NH" o "Manolo Meliá" me van a hacer caso, y a partir de ahora van a poner el zumo de naranja natural en vez de la mierda esa que ponen. La verdad, no lo creo. Y como no lo creo, me ahorro el esfuerzo, y directamente me tomo un Omeprazol por si acaso se me ocurre la majadería de echarme un vaso de esa inmundicia. Ahora, que no me vendan la burra, y que no me digan que el zumo está de lujo cuando ni el mejor de los inhibidores de la bomba de protones detiene la regurgitación de ácidos gastricos y la pirosis nocturna, porque entonces es cuando la auto-complacencia y la irrealidad se convierten en desagradables estridencias.

Cometer fallos nos humaniza, y asumirlos nos dignifica, pero si además de eso tratamos de remediarlos, seremos ejemplo ante los ojos de los demás, y eso ni se compra con dinero ni se adquiere con trabajo, simplemente lo da el valor humano más extraño de todos: la humildad.

Compartir estos días ha sido inolvidable, y de todos y cada uno de los presentes, el recuerdo que perdurará será siempre el mejor, pues en la naturaleza, los buenos momentos adquieren por derecho la élfica inmortalidad. Aun así, no me puedo resistir a citar algunas de las compañas que me han hecho disfrutar de manera especial: "Amigo, Gran Amigo" Rafa Mateos, (perdón por el parafraseo Rafica!)ejemplo del buen compañero siempre dispuesto a ayudar, abnegación por oficio, prudencia como sacrificio; El "Pere", que el año pasado ya me dejo marcado con sus experiencias pero que este año ha destapado el tarro de las esencias del buen montañero solidario, ¡y ese perro!; Alejandro, que parece el joven Harvey de los Capitanes Intrépidos de Kipling: ayer impartió lecciones de madurez sin despeinarse, ¡qué tío!; Noelia, Eva y Marité, o lo que es lo mismo, manual de como adaptarse al entorno, y adaptar el entorno a uno mismo; Pipo, el sentido del humor que esconde la superioridad sobre la montaña, más duro, pues más optimismo, ¡hay quien nace coño!; Fernando: ¡a donde sea!, tu guías, yo te sigo, y mientras a pasarlo bien con las parábolas, La Perlita, el atardecer o la psoriasis sin ser de Soria, porque el monte es eso, a las duras y a las maduras. Y Belén, y Manolo, y Pepe, y Jesús, y Dian, y Trini, y Amador, y José, Paco...y todos con los que he compartido gratas experiencias.

Se va un año lleno de complicaciones y situaciones adversas para muchos, pero como siempre, el optimismo debe permanecer pues así, afrontar nuevos desafíos se hace más llevadero. Nadie sabe que pasará en los próximos doce meses, pues de igual forma que se han cumplido retos tan importantes y notorios como una Vuelta a Sierra Nevada por la Ruta Sulayr o una exitosa expedición a las Cumbres Andinas, los inconvenientes en forma de lesiones, las incompatibilidades laborales, o simples pero siempre definitivos cambios familiares pueden hacer que nuestros deseos no se lleven bien con la suerte, y que nos quedemos en dique seco, recluidos como legionarios romanos en nuestros particulares cuarteles de invierno. Todo se verá, mientras tanto, como hacerse ilusiones es gratis, yo ya he empezado a imaginar dónde iremos la próxima vez...

Pd. Suerte y ánimo para la organizadora, seguro te luces. ¡Vivan los Hijos del Naute!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Alea Jacta Est.

Se acerca la hora, así que irremediablemente ya acechan los nervios. Para mi ha sido, es y espero que sea inevitable. Siempre, y digo SIEMPRE, que llega la víspera de una actividad en la montaña, me lleno de nerviosismo y de impaciencia. Solo el hecho de imaginar situaciones futuras ya me llena de satisfacción y disfrute, pues para mi, ya ha comenzado la aventura. Y da igual que sea un paseo matutino por el monte bajo, que una gran travesía de varios días por las altas cumbres, ¡o como si es un día de esquí! Ya los días previos son parte en si misma de la acción, y cuanto mas se acercan las horas, mayor es el estado de ansiedad y de nerviosismo.

La cabeza se me llena de ilusiones y de situaciones maravillosas, por no decir que pensar en el material, elegirlo y meterlo en la mochila se convierte muchas veces en uno de los mayores placeres del propio destino. ¿Qué llevar? , ¿qué no?, ¡qué dilema! Si como dice el gran Manolo Navarro, el Montañismo es el arte de vestirse y desvestirse; hacer bien la mochila es un Máster en Gestión y Administración de Empresas.

¿Y a qué viene todo esto? Pues muy sencillo: el próximo día veintiséis de diciembre comienza el II Encuentro de Montaña y Aventura, y aunque cojo e impedido cual Calamaro abatido y desalmado, allí estaré para compartir con buenos compañeros y amigos tres días de camaradería, aventuras y experiencias: alimento del espíritu, no os quepa duda.

Lo que pase, se contará después, pero seguro que tanto los que se peguen los pateos como los que quedemos en retaguardia en nuestros personales cuarteles de invierno, viviremos y gozaremos de gratas experiencias. Ya se escribirá.

¿Y el año pasado? Pues entonces tuvimos un debut de lo más especial. De la mano de el Intrépido de los Intrépidos, el Gran Pepe Baena "Messner" que entonces se encargó del diseño y organización, nos plantamos casi una veintena de hambrientos de aventura dispuestos a casi cualquier cosa, y vaya si nos exprimió. Cierto es que a la reunión se apuntó también una pertinaz lluvia que elevó la primera jornada a cotas de "lo imposible", demostrándonos empíricamente que la Naturaleza hace y deshace a su verdadero antojo, y que ante su fuerza desatada, nada somos los pequeños mortales. Tengo muchas imágenes guardadas: por el carril hacía el Postero Alto con los 4x4, viendo en directo como desaparecían los caminos ante las decenas de torrentes indomables que se formaban en cada uno de los barrancos; pertrechándonos antes de la batalla, con cara de "todo controlado" pero con la faraónica pirámide de la duda agrandándose cada vez más en nuestras cabezas mientras observábamos que el clima no tenía pensado darnos la más mínima tregua. ¡Y también tengo la imagen de la derrota convertida en victoria! La montaña rezumaba agua sin parar, y el cielo se había caído sobre nuestras cabezas durante horas, y aun así, las ganas de estar y de convivir pronto hicieron que las soluciones y las alternativas aparecieran como primeros claros tras la tormenta, y finalmente, lo que había comenzado como un fracaso terminó como parte en si misma de la expedición, sin la cual ya nada hubiera sido lo mismo. Pero sin duda, si me he de acordar de una imagen de esa jornada es la del indomable y por que no decirlo, algo irresponsable Pepe "Messner" tratando de cruzar el Naute a base de destreza y "testiculina", cuando absolutamente todos y cada uno de los allí presentes asistíamos incrédulos al espectáculo de sus intento, mientras que nuestros rictus terciaban de preocupación a admiración con la misma facilidad con la que un niño pequeño llora o ríe.

El segundo día fue el de la reconciliación con la Naturaleza. Nosotros, pequeños seres no mas importantes para ella que un árbol, habíamos tratado de ultrajar sus montañas con el solo pretexto de la voluntad y el deseo, y eso como siempre había sido motivo de desagravio y consecuente dosis de venganza, de manera que tras unos cuentos directos a la barbilla y un par de ganchos a nuestro orgullo, en muy poquito tiempo nos hubo colocado en nuestro sitio, eso si, guarecidos en la comodidad de las calderas y las confortables estancias de Capileira. Y tras una noche inolvidable, quizá más para unos que para otros, pero de disfrute en general, las nubes y el agua nieve dieron paso a un cielo raso de luminosidad infinita y de condiciones maravillosas para nuestro empeño. Ayer perdimos si, pero hoy ya hemos ganado. ¡Qué importante es la cabeza en la montaña! Con un día así, uno se siente capaz de cualquier cosa; de subir a dónde sea.

Imágenes tengo a patadas, algunas duraron un solo segundo, otras tardaron horas en desvanecerse, pero todas forman parte de un día de montaña de verdad: el inicio por el pinar en la aproximación al Refugio del Poqueira; las primeras huellas de las suelas en la nieve; el Veleta y Los Machos como fondo de pantalla; la lejanía del destino; ¡la imprudencia de mi caída!, las diferentes velocidades de cada montañero..., la maravillosa soledad de un atardecer en la cara oeste del Mulhacén viendo ponerse el sol en el horizonte del Atlas Africano; el cañón de luz del frontal rompiendo la oscuridad de la cima mientras miles de partículas de hielo ventean y ensordecen cualquier posibilidad de silencio y tregua; las luces del refugio en mitad de la gélida noche mientras que lo único que se escucha es la respiración propia y el sonido de los crampones sobre la nieve y el hielo...música celestial! Sin duda, ninguna de ellas se ha borrado de mi memoria, ni lo hará desde luego, pero si me he de quedar con alguna, me quedo con la de después: tres mesas de compañeros comiendo del mismo plato, riendo con las mismas cosas, viviendo el mismo placer, el placer de la montaña. Unos subieron y otros no, pero daba igual pues el objetivo no estaba por encima de los tres mil, sino que se encontraba exactamente alrededor de esas mesas donde ahora nuestros ojos enrojecidos por el viento y el esfuerzo, brillaban de felicidad y plenitud.

Corta fue la tregua sin duda, pues a la mañana siguiente de nuevo amanecimos con un tiempo detestable, valido para sentarse a tomar café, charlar y mirar por loa ventana, pero inútil si lo que se quiere es disfrutar de una jornada de montaña. Aun así, también vale para acumular buenas experiencias, y de esa manera, un a priori descenso tedioso y lleno de fatiga, se convirtió en una tercera jornada de buen andurreo con comilona final incluida, e inicio de futuras hostilidades ante las que dentro de pocos días nos vamos a enfrentar. La montaña da para eso y mucho más, pero si me he de quedar con un recuerdo, me quedo con el rato de calzarnos las botas antes de salir a la intemperie. En aquel cuarto repleto de humedad y frío, no solo dejamos atrás los zuecos con los que nos habíamos movido por el comedor, pues mientras nos atábamos los cueros y los cubríamos con las polainas, también dejábamos un trozo de nuestra alma con el deseo de volver muy pronto a recuperarla. Qué sensación tan extraña la de querer quedarte y no poder hacerlo. Que ingrato, y que definitivo.

Muchas veces he pensado en cual es la clave para que a una persona le guste una cosa y a otra no. Somo todos diferentes, lo se, pero en realidad, en el entorno social en el que vivimos, las diferencias no son tan abismales, y de hecho, son muchas mas las cosas con las que coincidimos que con las que nos diferenciamos. Salvo los necios o los que padezcan agorafobia, todo el mundo es capaz de encontrar la belleza de las montañas y las cumbres, de los espacios abiertos y los paisajes infinitos, y sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a pagar el precio que requiere observar y vivir tal lujo para los sentidos. Un montañero, aparte de tecnicismos y demás controversias por edad, acción o afición, es aquel que aunque no lo sabe, de manera innata tiene tendencia a ascender obstáculos naturales, pues en definitiva siente que siempre hay una parte de el que permanece arriba, y que con el tiempo incluso él mismo, comienza a pertenecer poco a poco a esa cumbre.

Ni que decir tiene que este año de cojera me tocan otros menesteres, y en vez de llevar la chaqueta de Gore-Tex y las botas , sería mejor que llevara el mandil que me compré en Ikea hace un par de años. Pero bueno, igual que leer a Messner, a Simpsom o a Herzog también es una manera de subir montañas, estar con los amigos y ver en sus caras el destello de la felicidad, compartir sus penas y alegrías, o escuchar sus historias también es una manera de sentirse un poco montañero.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Brevería: La Parada Biológica.

Si pudiera, me gustaría poder decir algo nuevo del rollo este de la operación galgo y sus supuestos traficantes, pero la verdad es que cada día que pasa, las cosas me parecen más disparatadas, y poco a poco, tengo la sensación de que todos aquellos que son sospechosos, son culpables sin más, pasando o no pasando, por mayor o menor cantidad, dando o no positivo, ganando o no ganando, les hayan trincado o no.

Y lo mejor de todo es que me importa un rábano. Es más, cada día estoy mas convencido de que puesto que la vuelta al deporte amateur es imposible, se debería permitir y no controlar el doping, dejándolo en manos del deportista y de su profesionalidad. El deporte es espectáculo, desde la liga BBVA hasta la Olimpiada, todo está influenciado por los intereses económicos de cadenas de televisión, de marcas deportivas o de la puñetera Coca-Cola, así que si queremos que el deporte siga batiendo récords y marcas, o nos quitamos de encima la hipocresía reinante y asumimos el consumo como algo necesario, o nos vamos a hartar de reír a medida que vayan cayendo los supuestos héroes nacionales e internacionales.

Mientras tanto, solo una cosa más: ¿de verdad hay alguien que crea que los civiles se van a arriesgar a entrar en la casa de Marta Domínguez sin estar seguros del resultado?

El caso es que cuando hablar de deporte está irremediablemente atado a hablar de drogas, de lo que me da gana es de someter el tema a un periodo de barbecho forzoso, que como casi siempre viene de maravilla para todas las cosas. Ademas, teniendo en cuenta que en la montaña en principio está permitido el consumo de casi cualquier cosa, pues confieso a los cuatro vientos mi culpabilidad y señoría, asumo los cargos: me he dopado y me dopo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Buena Educación.

Ni de montaña, ni de esquí, ni de ciclismo, ni de libros, ni nada de lo habitual. Hoy lo que quiero escribir es de la educación. Durante los últimos años trato de inculcarle a mis dos hijos que las cosas son importantes en su justa medida: las notas del colegio son importantes, es su justa medida; la popularidad es importante, en su justa medida; los amigos son importantes, en su justa medida; los éxitos son importantes...en su justa medida!

Probablemente ellos aun no entienden muy bien lo que les quiero decir con esto, entre otras cosas porque viven, ya de pequeños, en un entorno en el que todo es comparable y material, y donde aquellos valores relacionados con la buena arquitectura de la persona, por intangibles, son sino despreciados, si ignorados. Yo mientras, no paro de decirles que prefiero que sean buenas personas a que saquen dieces, y ellos me miran con cara de desconcierto, como si lo que les dijera estuviera diametralmente en contra a lo que les inculcan en el colegio. Y por Dios que me enorgullezco de sus buenas calificaciones!, pero no sin antes comprobar que no pierden su humanidad y que su personalidad sigue a ras de suelo. Mi reto con ellos es que aprovechen su libertad, que asuman la responsabilidad de su futura independencia, y que no miren al prójimo para evaluarse sin antes haber reflexionado sobre si mismos. Como dijo Maslow, el ser humano tiende a ubicarse donde cree que mejor va a encajar. Por ahora a mi me da igual por donde les lleve su formación, de igual forma que nunca les pregunto qué quieren ser de mayores, pues aun es pronto y hay otros quehaceres.

Como a un buen número de españoles, para mi ver jugar a Rafael Nadal se ha convertido en un ritual al que me entrego con absoluta devoción. Y es que lo reconozco, de este tío me gusta todo lo que le he visto. No soy un entendido en Tenis ni nada que se le parezca, de hecho lo más que he logrado en este noble deporte ha sido pasar la bola al otro campo cuando mi contrincante era tan mediocre como yo, y por ello no es de su técnica de lo que quiero sacar partido. No porque no sería capaz, al igual que no soy capaz de distinguir un revés paralelo de otro cruzado, o un passing shot de un raquetazo sin más. Porque es que, independientemente de todo esto, que me consta que Nadal lo ejecuta como los ángeles, lo que más me apasiona de este gigante es su entrega total, su honestidad, su personalidad. Mil anecdotas se han escrito sobre su carácter cercano y su humildad, y mil más que se contarán! pero ayer, si hubiera podido hacerlo, les hubiera puesto una y otra vez a mis hijos cómo el Nº 1 del universo tenístico, uno de los deportistas con mayores ingresos ecónomicos y con mejor palmares, termina su partido en el que vapulea al Nº3 del ranking, y en vez de hacer gestitos de chulería y poner cara de tenerla más larga que los demas, hace todo lo contrario y se comporta como una persona ejemplar. El saludo y la felicitación al contrario, el agradecimiento al publico, su respeto al árbitro de la contienda, la entrevista, todo con la mejor de sus sonrisas, como siempre, pero os prometo que cuando el tío este, ya marchándose se dió media vuelta y recogió del suelo las botellas de agua vacias que se dejaba sin querer y las tiró a la papelera, se me cayeron los palos del sombrajo. Vaya lección! Eso es ser un Numero Uno, lo demás, en el Sr. Nadal, viene por añadidura, porque tiene que venir, porque es justo y necesario. Y digo justo, porque la única justicia en la que creo, es en la del propio esfuerzo. No creo en la divina, ni por supuesto en la terrenal pues ambas son interpretables y aleatorias, sin embargo, como en el caso de Nadal, siempre se hace justicia porque para eso es quien más entrena, quien más trabaja, y quien más humildemente se enfrenta a los desafíos a sabiendas de cuan pronto se pasa la vida, y cuan pronto se viene la muerte.

Inmediatamente después de pensar en los niños, me acordé de otros personajes del mundo del espectáculo deportivo, y casi sin querer, se me apareció la imagen de Cristiano Ronaldo. ¿Que hubiera hecho él? Me imagino un "despiporre" de situaciones, completamente absurdas y Berlanguianas, pero claro, si este tío no ha conseguido aprender algo tan simple como que las botas de fútbol son negras, ¿cómo le vamos a enseñar modales a estas alturas?. Educación amigos, educación.

martes, 16 de noviembre de 2010

Maneras de Subir una Montaña.

Parece mentira las cosas que pueden pasar en una revisión médica rutinaria, pero bueno, vamos a lo que vamos.

Con poco que uno sepa de Alpinismo o Montañismo en general, es fácil llegar a la conclusión de que para subir una montaña es justo y necesario el esfuerzo, el tesón y cierta dosis de valentía. Más allá de esto, podremos entrar a valorar infinitos aspectos que entran a formar parte del proceso en si, desde las características de la montaña elegida, hasta las circunstancias meteorológicas, o por que no, los medios con los que uno cuente. Pero por encima de todo, todo ello se resume en dos únicas cosas: querer y poder. Ya lo dijo Rebufatt, donde hay voluntad hay un camino.

Pero el caso es que la historia ha demostrado que en realidad hay mil maneras de subir una montaña, y hacer un repaso de unos cuantos ejemplos, me perece un entretenimiento magnifico.

Una de las maneras de subir una montaña que mejor describe la época dorada del alpinismo, es la militar. La montaña es un objetivo a tomar, y se la asedia hasta que por la fuerza se consigue ollar su cumbre. Por ejemplo el Everest, cuya conquista en 1953 supuso la puesta en marcha de una faraonica empresa militar dirigida por el General John Hunt, y que entre otros detalles de magnitud, contó con la participación de miles de porteadores y sherpas, amen de los alpinistas directamente implicados y las toneladas de material que consigo llevaban para tan difícil conquista. Se talaron bosques para construir puentes y escaleras; se compraron rebaños enteros de yaks para poder transportar las ingentes cantidades de material; y se dirigió la operación bajo una estricta disciplina militar: había un orden jerárquico establecido entre los escaladores, así como unas premisas básicas que todos estaban comprometidos a cumplir bajo el mando y toma de decisiones de Hunt. El fin justificaba los medios, y Hillary y Tensing son los mejores ejemplos, pues ninguno de los dos era británico, y sin embargo, ¿quien duda a qué país pertenece la gloria de esa gran conquista?

El Alpinismo es un deporte inventado por los británicos. Si, a mi también me fastidia un poco, pero es así. Con esto no quiero decir que el primer individuo que subió un monte era subdito británico y que sobre la marcha decidió que eso se llamaba Alpinismo. No. Subir montañas, pasar collados, y trepar rocas lo ha hecho el ser humano desde que el mundo es mundo, pero una cosa es hacerlo porque hay que matar la cabra para darle de comer a la tribu, y otra bien distinta es hacerlo por el placer de subir sin más. A eso se le llama deporte. Los ingleses siempre han sido muy suyos, y a finales del siglo XIX, a aquellos que no podían permitirse la caza del zorro, les dio por subir montañas en los Alpes, y de repente, aquello se convirtió en un deporte. Aquellos pioneros metían en sus mochilas todo lo que iban a necesitar durante la jornada y subían al monte elegido, sin más preámbulos ni más demoras, y sin saberlo, también estaban creando el estilo más autentico de la escalada, el estilo Alpino. Esa manera de subir una montaña es sin duda la más autentica y sincera de todas las posibles, y se define en una máxima simplísima: todo lo que necesitas lo llevas contigo, lo subes y luego la bajas. No puedo poner mejor ejemplo de esta manera de acometer una cima que el de Reinhold Messner, y de sus ascensos a todo los "ochomiles".

Si allá por finales de 1865 le preguntáramos a la familia de Lord Francis Douglas sobre el alpinismo, supongo que su respuesta no debía de ser muy afectuosa. Es más, no me extrañaría nada que solo el hecho de mencionar el subir una montaña, les trajera recuerdos más que negativos, e incluso nos miraran con en mismo recelo con el que se mira al cómplice de un crimen, y la verdad es que tendrían motivos para hacerlo. A pesar de haber ascendido el Mont Blanc, este joven ingles, apenas tenía experiencia en la montaña, y el hecho de que se encontrara en Zermatt la noche en la que Edward Whymper se había quedado sin guías ni acompañantes para su noveno intento de ascender el Cervino, no era más que una casualidad. Whymper era un tipo de clase media que no cuadraba demasiado en el pomposo y aristocrático mundo del Alpine Club, y sin embargo, lo había dejado todo para dedicarse casi en exclusiva a la escalada, y en concreto su máximo deseo era precisamente ser el primero en coronar la pirámide perfecta del Cervino. Por ello y para ello pujaba y competía con el conocido guía italiano Jean Antoine Carrel, y su disputa se había tornado en peligrosa cuando menos. El caso es que la cordada de Whymper consiguió hacer cumbre por la vertiente suiza pocos minutos antes con respecto a la de Carrel, que subía por el lado italiano. El palo para Carrel fue de los gordos, y la alegría de los del ingles incontenible, tanto que el descenso se hizo de una manera completamente inadecuada. Por lo pronto, el propio Whymper se quedo voluntariamente rezagado con respecto al resto del grupo, dejando en manos de un guía suizo la seguridad del Lord Francis y los otros cuatro integrantes de la expedición. Eso fue un error, y la tragedia se cobro la vida de los cinco montañeros que se despeñaron casi dos mil metros al vació. Whymper siempre será recordado por el Cervino, pero ni siquiera el mismo pudo evadir las acusaciones de imprudencia que le llovieron por haber consentido llevar a un joven tan inexperto a tan arriesgada expedición. Esa testarudez le hizo intentar esa montaña hasta en nueve ocasiones hasta conseguirlo, pero para ello no dudo con irse con cualquiera. "Cueste lo que cueste" también es una manera de subir una montaña, y a veces sale bien, pero en el caso de Whymper ese axioma le supuso cargar en su conciencia con la muerte de cuatro montañeros y un chaval de diecisiete años, para el resto de su vida.

Si bien lo importante de esto siempre ha sido la cumbre, poco a poco el deporte de la montaña comenzó a descubrir que había otra manera de afrontar las cumbres, y que si bien el objetivo era llegar arriba, el hacerlo por el camino más difícil, menos adecuado, o más expuesto era también una forma de enriquecer la propia montaña y a su vez el espíritu del montañero. Como no, los problemas más complejos iban a sucumbiendo también a las vías más difíciles, y si llegar a la cumbre era glorioso, hacerlo por la ruta más complicaba elevaba al alpinista al reino de los dioses. Cara norte del Eiger; de los Drus; de las Grand Jorasess; el espolón de la Walker; y después los Himalayas y los Andes, y el resto de las cordilleras del mundo.


Hoy me tocaba revisión con el Rehabilitador, y para pasar el tiempo en la sala de espera llevaba un librejo magnifico que se titula "Annapurna: Primer 8000". Cuando me han llamado, he pasado e inmediatamente el médico me ha indicado que me quitara los zapatos y me bajara los pantalones para la exploración. Así lo he hecho, no sin antes depositar encima de su mesa el libro, para que descansase en lugar seguro. ¿Que tal? ¿Cómo va esa rodilla? ¿Deportes que practicas?...Ah si! y lee en mi ficha: montañismo, esquí, bicicleta...bueno pues de montañismo y esquí por ahora nada de nada ¿eh? Como un resorte he exclamado que no estaba haciendo nada de eso, y que me limitaba a ir todos los días a la sala de tortura que es la fisioterapia. ¿Y el Annapurna que? me ha preguntado de repente mirando la portada del libro donde se ve al mismísimo Herzog en la cumbre del primer "ochomil" conquistado por el hombre. El primer segundo, me he quedado desconcertado, pero enseguida le he respondido-Bueno, leer también es una manera de subir montañas.

martes, 9 de noviembre de 2010

Los Miserables.

Estoy hasta los mismísimos del tema del dopping. Esto es mas cansino que lo del terrorismo de ETA, o lo de la autodeterminación de Cataluña. De verdad tenemos que estar toda la puñetera vida con estos rollos? Es insoportable.

La noticia del día es que oficialmente la Unión Ciclista Internacional ha solicitado formalmente que la Federación Española inicie un procedimiento disciplinario para sancionar a Alberto Contador por su positivo con Clembuterol. Vale, y qué. Lo he dicho ya en este foro, y lo vuelvo a decir ahora. Todos los deportistas de élite se dopan. Desde los junior que corren Campeonatos de España de Atletismo, hasta Rafa Nadal, si si Rafa Nadal! Y que pasa? Pues nada, que si no lo les trincan es porque las mayoría de sustancias que consumen no son de carácter exógeno, por lo que lo médicos deportivos que les llevan, controlan de manera exhaustiva los niveles máximos para que permanezcan dentro de los parámetros que se consideran naturales. Lo de Contador, pues que le han pillado probablemente por una capullada pues si su intención era la de obtener mejora de su rendimiento, con el valor que ha dado es como si quisiéramos quitarnos el dolor de cabeza de una resaca guiñándole el ojo a un Espidifen 600. Pero claro, resulta "de que" las "personas humanas" no llevamos dentro de nuestro organismo ni una "mijiquitilla" de el Clembuterol de las narices, y claro, eso canta y al pobre Alberto le va a costar un pelín caro.

Por que sea o no sea culpable, el daño ya está hecho. Es así, y por mucho que a la Federación Española le pique, le van a tener que sancionar, pues si no la UCI no va a parar hasta cogerle con lo que sea, al igual que ha pasado con Valverde, con Sevilla, con Heras, y con otros muchos desgraciados cuyos nombres poco a poco van cayendo en la parte de la memoria que solo se activa cuando les ves en un reportaje de ciclismo en Teledeporte. Que jodida es la vida! Todo el puñetero día entrenando como auténticos cabrones, un día y otro, sin pasarse con nada, sin beberse una cerveza de mas, sin vivir la vida como el resto ni una hora de más. Y el Pasaporte Biológico: veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año localizado. Ganándose cada "leuro" a base de sufrir mental y físicamente, y con la incertidumbre de que una lesión, una caída o una mala racha de suerte te pueden quitar de en medio no solo de una competición, sino de toda tu carrera deportiva futura. Y de repente, te ves de encargado de un Polideportivo Municipal que lleva tu nombre, pero del que solo te ocupas del mantenimiento.

Pues nada hombre, otro más al saco de los "Miserables". Lo entrecomillo porque Contador tiene su vida y la de sus hijos más que solucionada así que de miseria económica nada, lo que pasa es que eso de que tiren por la ventana todo tu trabajo, y que a partir de ese momento seas poco menos que un delincuente habitual, pues como que te tiene que dar un dolor de barriga que no veas, digo yo vamos. Además, me da la impresión de que en el caso de Contador, el suyo va a ser un "peregrinar" por el desierto del olvido especialmente cruel y doloroso, pues si bien su clase es indudable y por descontado sus logros son y serán irrebatibles, esto ya le está haciendo desaparecer la sempiterna sonrisa que constantemente ha lucido, y el día que la pierda del todo, se acabó Alberto Contador, y si no ya veréis. Ojalá me equivoque.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Rescates Imposibles (II)




He hablado varias veces en este Blog del Eiger, y a expensas de parecer algo pesado por la recurrencia, lo cierto es que seguir hablando de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro es inevitablemente hablar de la pared norte de esa montana con nombre de ogro.

En este punto, me encantaria contar que igual que en otras paredes, los dos maños escribieron páginas de gloria en el Montañismo español, y que su hazaña de llegar a la cumbre protagonizó portadas de diarios así como cabeceras de los informativos de la época en televisión Española. Pero no, en realidad fue otro drama en el Eigerwand.

Como ya he contado, por aquel tiempo, estos dos escaladores eran "lo más" a nivel nacional. Acaso pugnaban por ocupar el puesto de mejor cordada española de la época con los catalanes Anglada y Pons. Dicha competencia llevo a estos últimos a intentar esa "norte" el verano del 62, si bien fueron rechazados por las malas condiciones de la pared, y no forzaron la intentona. Se dieron la vuelta y salvaron la vida.El caso de los maños no fue así.
Cuando pensamos en la montaña, fácilmente nos dejamos llevar por el simplismo de atribuir al invierno la nieve y hielo, mientras que al verano le suponemos las temperaturas suaves y las agradables jornadas de sol. Menudo error. Yo mismo he pasado un 24 de junio bajo una nevada de espanto a 2000 metros en Sierra Nevada, y en los Alpes, esto mismo es lo habitual durante buena parte del tiempo. De esta manera, programar la escalada de la pared del Eiger, no solo es una cuestión de experiencia y entrenamiento, sino que irremediablemente hay que contar con el factor meteorológico. Hoy día, el mas tonto sabe leer un mapa de isobaras, y los pronósticos sobre el clima venidero tiene porcentajes de acierto elevadísimos. Pero en el verano de 1963 las cosas no eran así, y el factor suerte era irrenunciable.
Después de estar una semana entera observando la montaña un día tras otro, viendo como un tiempo detestable no dejaba ni un solo claro para poder tener la mínima esperanza, cuando los dos aragoneses atisbaran el primer rayo de sol cruzando el mar de nubes, me imagino que les faltó tiempo para ceñirse las correas de sus mochilas, y salir disparados hacia su destino. Era el 11 de agosto, y esa misma mañana, otros dos escaladores japoneses ya estaban en la pared cuando Rabadá y Navarro comenzaron los primero largos. Mientras que los nipones conocían a la perfección las leyes no escritas del Eiger y a la hora del medio día se detuvieron a vivaquear en el Nido de Golondrinas, incomprensiblemente, los españoles no les imitaron sino que siguieron su escalada, arriesgándose de manera incauta a la lluvia de piedras y rocas que a esa hora produce el deshielo en cotas superiores. Además, el factor suerte, empezó a ponerse en su contra pues el tiempo se torció bruscamente. ¿Por qué no se dieron la vuelta como hicieron los japoneses? Es difícil saberlo, pero la realidad es que tomaron la decisión equivocada y lo pagaron con sus vidas. El clima ya no mejoró, y en las pocas horas de tregua que hubo esos cinco días, su avance en la montaña fue penoso y extremadamente lento, con lo que el agotamiento mental y físico no tardó en pasarles factura.

La mañana del día 16 era fría y soleada. Con esas condiciones, el helicóptero que realizó el vuelo de observación no tardo en localizar los cuerpos inmóviles de Alberto y Ernesto en la Araña Blanca. Veinte metros de cuerda mantenían su hermandad tras la muerte, pero también les aislaban del consuelo del compañero. ¿Cuento se tarda en morir de cansancio y de frió en esas condiciones? No tengo ni idea, pero ya sean minutos u horas, no quiero ni pensar el pánico y la desesperación de enfrentarse a tan brutal prueba con esa soledad tan cruel. Lo que si se sabe es que no hubo caída ni desprendimientos como en otras ocasiones ocurrió en la pared, sino que la mala preparación para esa escalada mixta, las malas condiciones atmosféricas, y la mala suerte en la toma de decisiones causaron la muerte de dos jóvenes soñadores, incrementando la leyenda negra de la Cara Norte del Eiger.

Vaya con el clima! Siempre tan importante, siempre tan decisivo, tan crucial. El mal tiempo no permitió el rescate de los cuerpos, y las autoridades dieron por sentado que dado el avance de las estación, no se podrían recuperar los cadáveres hasta el siguiente verano, en 1964. Me imagino la desolación de María Castán y María Teresa Sender, madres de los dos escaladores: sus hijos en mitad de una montaña lejana, sin poder velarlos ni enterrarlos. Como padre, no puedo llegar a suponer lo que les pasaría por la cabeza a Gabriel y a Nicasio, cuando cada mañana al levantarse se acordaran de que sus hijos ya no iban a volver de esa maldita pared.

Pero llego diciembre, y unos montañeros que trataban de descender la pared habiendo alcanzado la cima por una cara más fácil, observaron desde "La Plancha" que los cadáveres de ambos se habían precipitado hacia el vacío quedando los trozos de los cuerpos esparcidos en un área de 500 metros a cien metros de las rocas de entrada. Se envío un equipo de rescate, juntaron los restos y se los llevaron al deposito de cadáveres donde finalmente fueron identificados por don Félix Mendez y otro integrante de la Federación Española de Montañismo. Se que el dato es desagradable, pero lo tengo que poner: en la identificación, a Alberto Rabadá se le reconoció por el tronco, pues le faltaban brazos, piernas y cabeza. Ernesto Navarro fue menos complicado pues "solo" le faltaban las piernas.

Me hubiera encantado terminar de otra forma, pero como ya avisé esta historia no tenía un final feliz con rescatados saliendo en las noticias con gafas de sol Oakley y exclusivas en las cadenas de televisión. En aquel entonces se pusieron los medios que habían, y aun sin saber si vivían o no, los más valientes hombres del valle de Grindelwald no dudaron en enfrentarse al peligro para intentar durante cuatro días un rescate que todos sabían era imposible. En condiciones normales, con un torno Puma hubiera sido relativamente fácil, pero con ese tiempo y en esa pared, ni la cápsula mágica de los chilenos les hubiera sacado con vida. Y hablando de Chile, ¿qué hubiera pasado si al final no se hubiera podido rescatar a los mineros con vida? No lo se, pero vaya drama ¿verdad? Pues pensad en que las montañas más altas de la tierra están llenas de cuerpos(solo en la ruta sur del Everest se pueden contar mas de treinta a la vista de todos), y que probablemente jamas serán rescatados.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Rescates Imposibles.



La verdad es que llevo dándole vueltas a este post desde hace bastante tiempo. Empecé con el en un archivo de Word, y tras guardarlo un par de días, decidí borrarlo pues no terminaba de gustarme lo que había escrito. Durante semanas lo he guardado en el congelador de la memoria, por una parte porque no encontraba la manera de contar esta historia, y por otra porque lo que quiero contar es demasiado dramático, otra vez. Quiero avisar que lo contaré en dos partes, no me queda otra, de verdad.

Los protagonistas de esta aventura son, mejor dicho fueron, auténticos héroes de una generación de montañeros y escaladores españoles. Iconos de una España saliendo de su cascarón en la que las gestas deportivas ya no eran solo las del fútbol o del baloncesto, sino que comenzaban a salir de sus escondites auténticos fenómenos nacionales, capaces de ya por fin estar a la altura de las grandes figuras europeas.
Pero bueno, en realidad toda esta historia empieza muchísimo antes incluso de que mis dos protagonistas nacieran, antes incluso de que la escalada se considerara un deporte en España, pues eso de ver un individuo salir al monte sin escopeta era como ver a otro en bañador en mitad de la maestranza. Don Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, efectivamente era un gran aficionado a la caza, pero por encima de todo era un gran amante de las montañas y de los paisajes del Macizo Central de los Picos de Europa. Hacía años que los transitaba con su fiel amigo Gregorio Pérez "El Cainejo", que cazaba en ellos, y que a la par que los vivía, crecía en él la imperiosa necesidad de acometer la más grande de sus aventuras, y así en 1904, tras mucho penar, consiguieron realizar la primera ascensión al mítico Naranjo de Bulnes. El Marques de Villaviciosa y el pastor de Caín lograron una gesta total, la conquista de la cumbre de las cumbres, el logro de lo inaccesible, pero también el paradigma de lo incomprensible. La hazaña fue de órdago, pero como ocurre casi siempre tras todas "las primeras", esta inicial escalada también abrió el camino para que otros aun más audaces si cabe, contemplaran el Pico Urriellu como su personal acceso a la dificultad máxima, a la vía soñada, al reto de lo imposible.


Alberto Rabadá y Ernesto Navarro se llevaban un año. Ambos nacieron en tierras aragonesas justo antes de la Guerra Civil, y desde muy jóvenes se destacaron como auténticos genios de la roca. Su repercusión en la escalada es notabilísima, pues el numero de ascensiones, la apertura de nuevas vías y la dificultad de estas es incomparable. De hecho, hacer un resumen de sus hazañas es facilísimo: lo hicieron todo. Pero si hay algo que les define y les traslada a lo eterno es su apertura del Pilar Cantábrico, la Cara Oeste del Naranjo.
El Naranjo de Bulnes es una montaña atípica. Sin ser la más alta de los Picos de Europa, la totalidad de la caliza de sus 2519 metros de altitud hacen de su escalada una dificultad técnica máxima. Hacerse una idea es difícil para los que no lo hayan visto en vivo pero os aseguro que la magnitud de esta mole es bestial, acojonante, y los 750 metros de esta vía del Pilar Cantábrico son los 750 metros del "Patio del Terror". Rabadá y Navarro liberaron la via, con sus 500 metros de verticalidad total en 1962, y lo hicieron con maestría, con genialidad, pero sobre todo con valor. Esa magnífica escalada no solo supuso el punto más álgido del alpinismo español hasta la fecha, sino que para Rabadá y Navarro, respondió a un ansia de superación y les dio la llave maestra para su futuro, un futuro ya sin límites, que pondría sus ojos en el problema de los problemas europeos, en el mito de lo inaccesible, en la consagración suprema del escalador moderno: la Cara Norte del Eiger.

Estos días estamos asistiendo al increíble rescate de treinta y tantos mineros en una mina (no se sabe de qué) en Chile. Los pobres picadores han estado más de dos meses a más de 700 metros de profundidad, y lo más grave de todo es que mucho de ese tiempo, ni siquiera se tenía la certeza de que estuvieran con vida. El rescate está siendo espectacular, capaz de superar la imaginación del más reconocido guionista Holliwoodiense. No me cabe duda de que los pobres lo han debido pasar fatal, una experiencia traumática total, brutal. Me consta que el rescate ha necesitado de todos los avances, y que su dificultad a sido grande pero...gracias a Dios, posible. Porque la técnica, la ingeniería, la tecnología, la capacidad y los recursos puestos en marcha han sido ilimitados, tanto que incluso la NASA ha puesto de su parte. Y no se porqué, pero todo esto me ha traído a la memoria esta cuenta que tengo pendiente, y es que cuando el verano de 1963 Alberto Rabadá y Ernesto Navarro cascaron en la Araña Blanca del Eigerwand, desde luego no había ni tanto avance ni tantos medios para rescatarlos, ni falta que hacían, pero eso es historia del próximo día.

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuaderno de Bitácora.



Día 8:

Según las costumbre marinas, siempre que un barco sale de puerto, durante su singladura, el capitán del mismo o en su defecto los marineros que se encargan de las guardias anotan en un libro aquellas circunstancias notables que pueden influir o ya lo han hecho ya en la situación del navío. Ese libro, en aquellos barcos que no contaban con puente de mando, se guardaba en un armario de forma cilíndrica (Bitácora) que se ubicaba al lado del timón, y que a su vez portaba la aguja náutica, que en todo momento debía apuntar al norte, ayudando así a mantener el rumbo deseado. Como es lógico, aquí, al lado del sofá de casa de mi madre ni hay bitácora, ni hay caña de gobierno, ni velas que gualdrapean ni nada de nada. Es más, lo más cerca que estoy del mar es una litografía de “Muchacha mirando por la ventana” en la que al fondo se ve un trozo de bahía, y el mar de por medio. Tristísimo vamos.

¿Y qué escribir pues en el cuaderno? ¿Qué ha ocurrido durante estas guardias que deba ser reflejado en ese libro sagrado que, cual caja negra, desvela a sus revisores lo más trascendente del viaje? Pues poca cosa, la verdad. Y es que las convalecencias son aburridas, terriblemente aburridas, y por no dar, no dan ni para contar historias. Pero el caso es que hablando de navegaciones y de singladuras, me ha venido a la memoria la historia de uno de esos individuos que cualquier amante de las grandes aventuras, debe conocer. El Capitán Sir Ernest Henry Shackleton.
Para empezar, y como introducción de la historia que os quiero contar, solo diré que este es uno de esos individuos que como Mallory, me reafirman en la teoría de que hoy en día ningún aventurero les llega a la suela de los zapatos, pues estos eran hombres excepcionales, con unos valores y voluntades a prueba de todo, capaces de superar las limitaciones sociales y tecnológicas de su época a base de tesón y coraje, de inteligencia e ingenio, de arrojo y fe en su sino.
Su destino se unió al mar desde muy joven, pues con poco más de quince años y contradiciendo a su padre se embarco en su primer navío, y a los veinticinco ya era nombrado capitán. Y solo dos años después ya se enroló en la primera expedición Antártica a las ordenes del capitán Scott, casi nada. Y es que esta época está llena de grandes coincidencias, no en vano, otro de los nombres ilustres que se cruzó en su vida fue el del Roald Amundsen, primer hombre en alcanzar el Polo Sur en 1911, aventura que el propio Shackleton trató de lograr tres años antes.
Pero bueno, si hay un viaje por el que este aventurero es reconocido históricamente es el que le llevo a tratar de cruzar las 1800 millas que separan de mar a mar el cruce del continente antártico. El barco partió de Buenos Aires el 8 de agosto de 1914, y el 5 de diciembre se encontraban en las inmediaciones antárticas, y ya desde ese momento las cosas se mostraron complicadas. Grandes trozos de hielo se acercaban con peligro de impactar en el casco. Durante horas y horas tanto él como el segundo de a bordo consiguieron milagrosamente esquivar esos peligros, aunque el avance fue mínimo. Ese penoso avance se mantuvo hasta el 19 de enero, momento en el que todo el hielo flotante aprisionó por completo el barco dejándolo varado en mitad del océano, acompañando en su natural deriva a los enormes témpanos. El paso de los meses se hizo inevitable, y con ello, la temida llegada del invierno. A finales de octubre el barco se rindió frente a las poderosas fauces del hielo, y comenzó a partirse. Shackleton, tras valorarlo mucho, tuvo que tomar la difícil decisión de abandonar la nave. Hasta ese momento, la deriva les había hecho avanzar un total de 1186 millas, restándoles aun casi 350 hasta llegar al punto deseado. Acamparon cerca del moribundo barco, al cual vieron hundirse finalmente a finales de noviembre. El paso del tiempo, al igual que les había traído el invierno, ahora les hacía llegar el clima más cálido, por lo que el hielo que les servía de superficie vital, ahora se deshacía obligándoles a subirse a los botes para no perecer ahogados. Sin un rumbo conocido siguieron a la deriva, y por fin en abril consiguieron arribar a la Isla Elefante. Aquello fue una luz de esperanza, pero Sir Ernest pronto supo que aun no habían logrado salvarse realmente, y no tardo en planear una expedición en busca de ayuda que le haría navegar otras 800 millas más, cruzando el cabo de Hornos hasta arribar a una antigua estación de balleneros.
Dejando al resto de la tripulación en tierra, con la esperanza de volver pronto para poder rescatarlos, los tres botes auxiliares comandados por el propio Shackleton partieron de nuevo en busca de la deseada ayuda. Tras extenuantes días de navegación en condiciones extremas, por fin vieron los arrecifes que flanqueaban la costa que identificaron como la bahía de Hakkon, a veinte kilómetros de la estación ballenera. El propio Capitán y dos compañeros se enfrentaron a ese trayecto lleno de escarpadas cumbres y enormes glaciares, y tres días después por fin llegaron a su destino. Tal era el aspecto demacrado que presentaban que incluso los propios habitantes de la estación desconfiaron de ellos, y solo cuando el Capitán se pudo identificar, consiguió que un barco ballenero se pusiera a su servicio para ira a socorrer a todo el resto de la tripulación que se había quedado en la Isla de Elefante, y cuyas reservas de alimentos y combustible hacía tiempo que se debían de haber terminado, pues llevaban allí mas de cien días a su suerte. Con el ballenero, Shackleton no pudo llegar a Isla Elefante, y lo mismo le pasó con otros dos buques más. Parecía que el rescate iba a ser imposible, hasta que al fin, con un Vapor prestado por el gobierno chileno, consiguió llegar a la costa deseada. Era el 30 de agosto de 1916, casi dos años después desde que salieran de Buenos Aires. Los supervivientes, haciendo señales con trapos ardiendo, observaban exultantes de alegría como su rescate se acercaba a la orilla, con su Capitán en la proa que a voces preguntaba sin cesar si todos estaban bien, pues esa era su mayor preocupación. Increíblemente todos habían sobrevivido, los cincuenta y seis tripulantes y el mismo habían sobrevivido.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.

Día 7:

La verdad es que esto es un coñazo. Hoy he salido un par de veces a la calle, y parece que venga de hacer la Integral del los 3000. Por la mañana he ido al centro de salud a que me hagan la cura: no voy más, porque para echarme un chorreón de Betadine, tapármelo con una gasa y darle un par vueltas de venda, no me hace falta hacerle perder el tiempo a una enfermera, ni perderlo yo en el trayecto. La segunda ha sido para ir a la consulta del rehabilitador.

Caminar con muletas no es que canse, pero si que es bastante incomodo, sobre todo porque cuando llevas ya un rato, las manos se empiezan a quedar medio dormidas, y ya no agarras el mango con la debida firmeza. Y entre que he estado un buen rato, y que la consulta ha ido regular, la verdad es que no tengo el mejor de los ánimos, y ahora parece que me duela todo.

La consulta no ha ido mal porque el médico no se haya comportado correctamente, todo lo contrario, el tío es encantador y lo ha hecho perfecto, lo que pasa es que tal y como me ha explicado, por ahora la cosa va para bastante largo. En principio comienzo con la rehabilitación en sala dentro de un par de semanas, aunque ya en casa puedo tratar de hacer algunas cosas, como ejercicios isómetricos y uso del Compex. Haré rehabilitación hasta que me operen de la Condromalacía Femoral, lo cual será dentro de unos tres meses y por lo que posteriormente estaré entre 6 y 8 semanas más de convalecencia. Como es lógico, durante todo este proceso, las muletas y la DONJOY no me las quito ni para mear. Osea, que me lo voy a pasar pipa, un no parar de diversión.

Quien me conoce lo sabe: ni me considero negativo, ni tremendista, ni nada que se le parezca. Y tampoco huyo de la realidad, pues aunque prefiero afrontar las cosas con optimismo y sentido del humor, no dejo de lado mi responsabilidad. Y en este asunto, con más motivo. Sentado en un sofá es difícil que a uno le pase algo, salvo quedarse dormido, pero si uno se mueve, lo normal es que de vez en cuando te pegues un leñazo y te lesiones de mayor o menor gravedad. Esto es tan cierto como que el sol sale todos los días, como también es cierto que a unos nos han tocado más goteras que a otros, y que sin desearle el mal a nadie, el "repartidor" podría ser un poco mas equilibrado.

Seguro que mañana se ve diferente, así que...

martes, 28 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.



Día 6:

Bueno bueno, pues ya en casa. No en la mía, que no me atrevo aun por las escaleras, sino en la casa de mi madre que como la de todos es una bendita y a uno le cuida y le trata como nadie, o casi nadie, que no quiero despertar susceptibilidades.

Como anuncié ayer hoy me han dado el alta. Creo que es la primera vez que tengo que hacer algún trámite administrativo en el entorno SAS y lo consigo todo a la primera. Récord absoluto: 13.30 hs. tres gestiones pendientes; 14.05 hs. tres gestiones realizadas con éxito. Ya tengo cita con el trauma en cuatro semanas, programadas las placas de RX, y cita para la consulta de rehabilitación en un par de días. Y todo ello con mis veinticuatro grapas, mi rodillera DonJoy y mis muletas, que no mulatas. Bueno, y gracias también al que el Dr. Vidal ha dejado todo perfectamente detallado, y solo he tenido que hacer lo que por escrito me ha indicado. Además de buen "carpintero especializado", buen administrativo, enhorabuena.

Y es que en el hospital me han tratado de maravilla, lo cual no solo no sorprende pues evidencia el nivel de profesionalidad del personal clínico, sino que alienta el ánimo para el futuro. Si el otro día protesté públicamente a través del Ideal, desde luego mi enojo no era en ningún caso con los profesionales que allí trabajan, sino con la banda de burócratas nombrados a dedo que con tal de presentar cifras favorables ante los consejos de administración de la Junta de Andalucía, son capaces de no solo hacer mal su trabajo, sino además comportarse de manera detestable y maltratar a cualquier paciente que se ponga a tiro, sin ser capaces después de mediar la más mínima disculpa, ni de sentir la mas mínima vergüenza.

Pero bueno, lo pasado, pasado está, y ahora toca recuperar la "rodillita" para ver si soy capaz de volver a contar algo que haya podido hacer yo mismo. No estaría mal, verdad?

lunes, 27 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.



Día 5:

El cuerpo humano es acojonante y la capacidad de recuperarse que tiene es algo increíble. Coge uno un resfriado de los buenos, de esos en los que te sube la fiebre como para asar pescado en la frente, y al día siguiente estas hecho un bigardo. Pues con esto igual, si ayer a la mañana, cuando eché la pierna al suelo me dolió como si me hubieran rellenado la rodilla con cuchillas de afeitar, esta noche pasada he dormido como un bebé, y esta tarde ya me he dado el primer paseo por el pasillo del hospital. Por lo que si no hay novedad, mañana para casa. Lo dicho, duramos más de lo que creemos.

El asunto es que por fin he hablado con el cirujano que me operó (o debería decir carpintero especializado en huesos y tejidos humanos), y me ha dado dos noticias que, como en el tópico, arrastraban una buena y otra mala. La buena, que lo que me hicieron el viernes, la reparación del cruzado anterior y la sustitución del dañado por un injerto extraído del tendón rotuliano salió de maravilla, trabajo fino oiga!-le ha faltado decir al tío. Ademas, como la herida esta cicatrizando correctamente, pues mañana mismo me voy para casita, y a seguir la recuperación allí. Perfecto, vamos.

La mala es lo del principio, el cómo ha empezado la conversación. Este hombre es un tipo correctísimo con un trato cercano y cordial. Y claro, cuando alguien así se sienta en tu cama en plan fraternal y te suelta-Hola José Ignacio cómo estas? A ver como mueves eso? Hay que moverlo eh? ...de repente, tanto amortiguar te deja con sensación de bienestar anticipada, como que le quitas importancia a las cosas, y lo que te suelta después ya no es ni tan gordo, ni tan grave, ni tan putada, ni tan nada...aunque lo sea claro. Oye pues resulta que tienes una lesión muy gorda sabes, tienes un agujero en la cabeza del fémur. Te voy a poner un ejemplo: imagínate una bombilla de las de toda la vida a la que de repente le das una leche y le quitas los dos primero centímetros, pues ese es tu fémur. Te debía de doler bastante no?, bueno pues hay que sacarte de otro sitio un cilindro de hueso sano de la misma medida, y de igual forma extirpar lo que está deteriorado para luego meter el trozo sano. A esto lo llamamos "técnica de mosaico", y bla, bla, bla,.... Tu que con la palabra agujero ya has medio desconectado, empiezas a pensar en por qué, en cuándo ha sido, pero cómo me lo he hecho... y la respuesta es -pues ni idea, pero hay que arreglarlo.

El caso es que primero tienen que esperar a que lo de ahora esté medio en marcha, osea, yo andando y "el ataero" en buen estado. Después ya me dirá cuando me "meten mano" de nuevo, pero lo que está claro es que hay que hacerlo si o si, porque el boquete no para de crecer. Lo único bueno es que es por artroscopia y no hay que rajar mucho, con lo que ello comporta.

Ah, pues muy bien eh! entendido! creo que he dicho. Como si me diera igual y tanto mi fe en su habilidad como mi ánimo indefectible lo pudieran todo, que simplón no? Pues otra arruga más, si total! y ahora que lo piensas...otra lesión, otra vez el quirófano, la anestesia, el dolor, el hospital, la incomodidad, y está bien, todo se aguanta , pero coño! es que como ha dicho Caracol, entre el apaño de los 17 puntos que me hicieron cuando me clavé el cristal, los tres agujeros de cuando la artroscopia para la reparación del menisco, y la "M30" de grapas que tengo ahora, la "rodillita" de las narices se parece cada día más a un morcón de cerdo! manda huevos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.

Día 4:

Domingo en el hospital. Si es que suena mal de por si, por lo que esperar grandes cosas es tontería. sin embargo, salvo las horas intermedias, que siempre son las peores, el resto del día ha sido "agradable". Visita de los niños, Francisco, y abuela por la mañana y de José Alberto y dos buenos amigos (Fernando y Dani)por la tarde.

El momento malo del día ha sido a eso de la una cuando he tratado de levantarme de la cama para ir al cuarto de baño y la rodilla me ha preguntado si es que estoy tonto o qué. Como dice Fernando, cada cosa a su tiempo, y la herida de la rodilla es como un navajazo grande, pero con anestesia, y claro cuando se va la anestesia...

El caso es que por ahora lo de levantarme de nuevo ni de coña, y mientras tanto a esperar a que mañana pase el médico y me explique qué es eso del agujero que tengo en la tibia y cuando empezaré a mejorar.

Por lo pronto ya hemos estado hablando de las 2ª Jornadas de Aventura que celebraremos este diciembre y que ya está empezando a dar forma Manolo Navarro. Espero que la recuperación sea buena para entonces y poder estar ahí para pasar unos días de monte y amigos. Por lo pronto, la meta está mucho mas cerca, pasar mejor noche que ayer y dormir un poco más.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.

Día 3:

Lo de ayer no lo puedo contar pues me pusieron anestesia general y como es lógico, de nada me entere. El que haya pasado por esto sabe como son las sensaciones después de despertar tras una anestesia, para el que no, es fácil de explicar:la resaca mas gorda de tu vida. Por lo visto terminaron a las 13.30 y sobre las dos me subieron a mi habitación, pero la verdad es que hasta las ocho de la tarde más o menos, no me entere casi de nada.

Hoy me he visto la herida y no tiene mal aspecto, son veinticuatro grapas en total, de norte a su por la rotula, por lo que se supone que me habrán cortado un trozo de tendón rotuliano para hacer el injerto del cruzado anterior, que es lo que me han reparado. Del posterior no han hecho nada, parece que hay problemas.

La noche ha sido penosa, más que nada por los dolores y la incomodidad así que ver amanecer ha sido una alegría total. El resto del día, pues ya se sabe, calmantes, cansancio y visitas agradables. Sobre todo la des los niños, aunque la cara que tenían era como de no gustarles demasiado verme así.

Como no podía ser de otra forma, ha habido hasta anécdota del día, pues al enchufar el portátil a la corriente, se ha quemado el adaptador y se ha ido la luz de toda la planta. Acojonante la cara de electricista cuando ha entrado en la habitación y ha olido la peste a quemado! Afortunadamente, la cosa no ha ido a mayores, y como estoy indefenso no se han ensañado mucho conmigo.

Hoy, a estas horas, me encuentro muchísimo mejor que ayer, por lo que poquito a poco, la cosas parece que se va arreglando. Buenas noches.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Cuaderno de Bitácora.

Día 2:

A las siete en punto han venido a despertarme para el aseo personal, la tensión, la temperatura y lo peor de todo, el camisón. Si los toreros se engalanan con el vestido de torear y la liturgia de vestirse antes de ir a la plaza es de una solemnidad catedralicia, el que te pongan el camisón este con el culo al aire y una guitilla por detrás del cuello como único agarre posible a la dignidad, es desde luego todo lo contrario. Seguro que hay gente que hasta les queda bien, pero desde luego uno no se puede sentir más ridículo.

Si la de ayer fue noche mora, esta ha sido noche de gritos en la oscuridad. Llamadas a las emfermeras, peticiones de cuñas o "quiorbas", dolores y quejidos en busca de alivio, y ronquidos por doquier. Entre eso, y que uno mismo no ha andado fino con el sueño, cuando por fin ha venido el enfermero a avisarme de la hora, he saltado de la cama como un gato en el agua.

Bueno, que salga todo bien, y ya contaré.

Cuaderno de Bitácora

Día 1:

Se acabo lo que se daba, por lo menos eso parece. Ya estoy ingresado en el hospital, con cama y con letrero con mi nombre detrás de la misma. Incluso el diagnóstico es correcto, o casi, rotura de ligamentos. Me ha tocado al lado de la ventana, y por eso estoy contento; yo en los aviones, siempre pido ventana…
La noche de ayer fue espectacular. “Noche mora” como dice Juan, el mejor pescador de la zona. Pero no lo dice por alguna referencia a los relatos de Irving o de Gala, no, lo dice porque era noche de pateras, pues la mar estaba completamente en calma, y la luna llena alumbraba de manera asombrosa, como queriendo enseñar el camino a todos esos que con más valor que conocimiento, se aventuren a navegar hasta la península. Hasta las dos de la mañana estuvimos con las cañas echadas, una cerveza en la nevera y bocadillo de tortilla en ristre, conversando, riendo y como “buenos pescadores“ exagerando sin piedad, que para sufrir ya habrá otro rato. Por supuesto nada de pesca, eso ya hubiera sido como jugar al póker y ganar: mejor imposible. Hoy la mañana ha sido diferente, lluviosa y con ligero viento de poniente, que confirmaba el cambio de estación, y el cambio de tercio para la dichosa lesión de mi rodilla. Aun así no he dejado pasar la oportunidad de echar el último rato de agua, y de verdad que lo he disfrutado. Daba igual que la temperatura fuera un pelín fresca, o que las primeras gotas de lluvia me hayan cogido en el segundo largo del baño, por encima de todo, lo importante era guardar un recuerdo fresco de algo tan simpar como nadar en Calahonda, para mí la mejor playa del mundo.

Ahora, ya en el hospital, la incertidumbre y el nerviosismo se han hecho fuertes en la habitación. La situación me recuerda a la escena de Juncal en la que su hijo, tumbado en la cama de un hotel en Portugal, recibe la visita del propio Juncal y este le cuenta la anécdota de el periodista taurino mariquita que antes de torear le decía de corrido todos los sinónimos de la palabra miedo, con la esperanza que de tanto mentarlo, el mismo miedo se aburriera de escuchar su nombre y se fuera con viento fresco: Canguis, canguelo, julepe, jindama, repullo, temor, aprehensión, susto…. que grande Paco Rabal, que grande!. Estoy sentado en la cama, mientras escribo esto, y no paro de pensar en cómo estaré mañana a esta hora. Se supone que a primera hora empiezan con los cuchillos así que, como pedí el otro día, solo espero que los cirujanos se acuesten hoy prontito y no se pasen con la 1925...yo por si acaso me he tomado una. Buenas Noches.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El SAS y Claudia, o el arte de encadenar errores.

Errores encadenados:

1ª Error: Don de la Ubicuidad Negativa: En el sitio incorrecto en el peor momento. Pasan los días, uno y otro, y tú te crees que estas bien. Hace tiempo que tienes goteras por varios flancos, pero sin heroicidades ni rollos, la verdad es que no es difícil seguir meneándote incluso cuando las molestias ya no son molestias y se hacen dolores. Entre otras cosas porque mientras uno está en el ajo, casi nunca parece doler nada. Luego llega un día en el que aparece la “gorda”, la que de repente te quita del circuito y tu aun no te has dado cuenta de que es así. Un montón de gente al lado, jodidos como tu o aun más, con unas caras reflejan más miedo que otra cosa. Justicia? Merecimiento? Por qué a mí? Dudas existenciales que solo reflejan la impotencia más absoluta frente a la indiscutible obviedad de que este punto no se puede conectar con nada positivo en el pasado. La única conexión es que quizás ese día no tenías que haberte levantado de la cama para hacer un rato el ganso.

2º Error: No te fíes ni de tu padre, y menos de los enchufes: Vale, ya está. Te has dado el ostión y ya no te queda más remedio que hacer lo posible para que cuanto antes se solucione la papeleta. Coño! –yo conozco alguien allí!; este es amigo mío; con este otro hice la mili; a esta me la ligué….-todo son ventajas! Al principio es verdad, pues con algo de resolución, cara dura y mano izquierda la cosa parece que avanza con celeridad, pero de repente un día la cosa se para y de tu jodienda solo te acuerdas tu por las mañanas cuando te ves la pata en la ducha y se parece más a la de tu abuela que a la que tiene al lado. Una llamada de cuando en cuando, una visita si dar mucho la lata, y toda la furia inicial se va diluyendo cual azucarillo hasta que la evidencia es tal que te entregas completamente a los plazos previstos por la administración de turno. Y entonces te acuerdas de todos esos que llegan a los servicios de urgencias de todos los hospitales de España dando unas voces del copón y “cangándose en la puta madre de todos los médicos que seguro que se están follando a las enfermeras y por eso no me atienden ya”, y te preguntas ¿y si es que esa va a ser la manera de que a uno le atiendan pronto?, pero claro, las formas, el qué dirán, es que a mí me conocen…un carajo!
3º Error: Confiar: Los que saben son ellos. Por el trabajo lo he visto mil veces, pero siempre he tenido “visión túnel “ante este tipo de cosas. He hablado mil veces con médicos que tenían más fe y costumbre que conocimientos y que incluso para alguien como yo que siempre he sido de los peores de la clase, era difícil no sentir cierto rubor ante determinadas aseveraciones. Pocas veces me atreví a llevarle la contraria a ninguno, puesd aparte del error comercial que eso supone, siempre me pareció un riesgo que no podía asumir aun con la certeza total de la verdad. Sin embargo, cuando he ido de paciente he visto cosas que realmente han sido canallescas y que solo gracias al sentido común de alguien con suficientes redaños para hablar han salido bien. Fallos y más fallos, errores de bulto en su mayoría, pero con consecuencias trascendentales. Hoy ha sido uno de esos días en los que todo ese rollo políticamente correcto que nos venden en la administración pública se me ha meado encima, y por más que me lo tomo con perspectiva, no se me va el olor a orín ni a estropajazos. Qué pena de hospital, que pena de gestores y que pena de todo. Coito Interrupto: Había quedado con la Scheffer. Habíamos cenado, con foie del bueno y vino del bueno, postre de los afrancesados y copita de Hendricks con rajita de pepino y Fever Tree (como está mandado). Luego, en una habitación espectacular, cama de dos por dos y sabanas de satén; si es que ya nos habíamos toqueteado y la entrega era absoluta! Está hecho! el polvo de los polvos, la madre de todos los polvos!...y de repente Claudia me ha dicho…Ahí mira no! Que no eres rubio! Y yo le he dicho-cariño, pero es que en ningún momento te he dicho que yo fuera rubio! Si siempre he sido moreno! …Y ya ves, Claudia se está volviendo a poner el tanguita y de aquí a nada se las pira por donde ha venido, y tu vas a tener dolor genital durante los próximos veintitrés años. Qué cosas verdad? Es que las Top Model y el SAS son así, lo mismo va todo como la seda que de repente deciden que ya no te echan el polvo, o te dicen que ya no te operan. Manda huevos coño.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Levante fuerte en el estrecho.





En alguna ocasión que otra me he definido como corredor, pues es sin duda el deporte que más he practicado y que a la larga más ha interferido en mi modo de ser. Correr te hace fuerte para todo, y es más, siempre he pensado que si una persona es corredora, tiene algo que los demás no tienen. Muchas veces lo compruebo cuando me cruzo con alguien que le ha dado ahora por correr y que, sabiendo que yo en tiempos hice alguna carrerita que otra, se apresuran a contarme sus experiencias en esta o aquella prueba que saben que yo hice hace años. Es una sensación agradable, pero a la vez un poco desmoralizante pensar que lo que ellos ahora disfrutan uno ya no lo puede hacer, pero bueno, es lo que tienen las goteras…
El caso es que otra de las cosas que llevo haciendo hace años (no tanto como la de correr) es nadar. Correr y nadar, en cierto modo se parecen bastante, a pesar de desarrollarse en medios tan dispares. Sin embargo, tal y como yo los entiendo, si tienen ciertas semejanzas, más si cabe cuando en la práctica de ambas disciplinas he buscado siempre la distancia y el tiempo, más que la velocidad y las marcas. Cuando corría pero no entrenaba siempre lo hacía durante mucho rato, y cuando empecé a plantearme las carreritas muy pronto las medias se quedaron cortas, pues jamás era capaz de conseguir un ritmo por kilometro tan bueno como para hacer algo digo. Sin embargo, llego el día de los 101 y ahí que estuvo el tío para apuntarse, sin tener ni idea del fregado en el que se metía. Correr cuanto más lejos mejor, y cuanto más “dura” sea la cosa, pues también mejor. Ni que decir tiene que jamás he hecho un gran tiempo en nada, y mis posiciones de llegada siempre han sido modestísimas, pero la satisfacción personal en cada una de estos retos siempre ha sido inmensa.

En el caso de nadar me pasa algo parecido. No en cuanto a la competición pues hace años hice el firme propósito de no volver a ponerme un número a la espalda ni cobrando. No, me refiero a que nadar es tan humilde como correr, y uno y otro, junto con la bici en segundo término, son los deportes en los que más tiempo para pensar tiene uno. Cuando hacia las tiradas de asfalto de los domingos, siempre escogía la carretera de Pinos Genil y de Sierra Nevada para hacer las tres horas de carrera continua. En ese tiempo me empeñaba de lo lindo en encontrar algún pasatiempo y que la cosa fuera más entretenida: encadenar matrículas de coches por los números, por las letras o por los colores; localizar latas de refrescos de distintas marcas; buscar cualquier cosa rara en la cuneta…al nadar, siempre he tenido la obsesión de buscar cosas en el fondo. En la piscina, en el primer largo de una calle se le quita a uno toda la tontería pues salvo algún que otro pelo y la típica tirita despegada de la rozadura del talón, pocas cosas se va a encontrar. Pero la mar es otra cosa, nadar en la mar es como rodar en la carretera de la Sierra, siempre puede aparecer cualquier cosa.
Muchas veces he pensado que desde fuera, debo parecer algo lelo nadando, pues aparte de una técnica que no pasa el corte de pato mareado, al ir siempre escrutando el fondo, a veces no me doy cuenta y en vez de ir en línea recta paralelo a la orilla como mandan los cánones, voy haciendo zig-zag en busca del tesoro escondido. Y si bien es cierto que lo mío no tiene nada que ver con el Odissey y sus hallazgos oceánicos , pues lo más que he encontrado ha sido algún reloj o algunas gafas de sol, es tal mi empeño en la búsqueda que cada mañana y cada tarde, cuando voy a nadar siempre pienso que va a ser hoy cuando me voy a encontrar “el Rolex de oro del tío del yate que fondeó el otro día y que sin darse cuenta se le cayó al fondo cuando descorchaba una botella de Don Perignon a bordo”.

Hoy no he podido nadar en todo el día, ni por la mañana que es cuando más me gusta, ni por la tarde, pues como ya se anunciaba desde ayer, ha soplado viento fuerte de levante en el Estrecho, y la repercusión “caleña” del mismo ha sido Mar Arbolada en nuestra costa. Nadar con tanto mar no es que sea peligroso, pues a la altura que uno va no hay problema con la rompiente, pero si es verdad que se hace un poco latoso, pues la visibilidad es nula y las olas hacen que fijar un rumbo sea toda una quimera, por no hablar de las bocanadas de agua salada que uno pega de vez en cuando. El caso es que no he nadado, y para no estar todo el santo día sin hacer nada, esta tarde me he dedicado a dar un paseo por la orilla, y tratar de encontrar el puñetero Rolex entre los desechos y la basura que un “maretón “ de estos nos devuelve en días como hoy. Claro está que no lo he encontrado, pero lo que si he podido hacer es comprobar hasta qué punto nosotros, miembros de esta sociedad super-desconpensada en la que vivimos hoy en día, nos estamos cargando nuestro entorno de una manera despiadada. En la orilla no había suciedad, ¡había toneladas de basura! Un caos de desperdicios de toda índole venidos de cualquier parte y que uno por uno a lo mejor pueden parecer insignificantes pero que cuando el Mare Nostrum nos quiere dar una lección magistral y los junta en tropel, fácilmente nos sacan los colores.
Para nada soy un “ecologista coñazo” como diría el gran Ussia, ni nada que se le parezca: por lo pronto tengo serios problemas con el reciclaje (en parte porque creo que nos toman el pelo), uso zapatos de piel y alguna que otra cosa más, y por encima de todo pienso que antes de que un ser humano pase hambre, mato al perro, al gato, al mono y a lo que haga falta para que coma (lo mismo que si veo a un gañan pegándole a su mascota soy capaz de darle dos guantazos por ceporro). Pero ver hoy la playa, y esa cantidad de basura la verdad es que me ha hecho pensar…solo colillas de tabaco rubio había miles ¡si, si, miles! Botellas de plástico y de cristal, zapatos, zapatillas, bolsas, botes de crema solar, botes de gel, paquetes de comida, envoltorios de helados, marañas de hilo de pescar, pedazos de muebles, troncos a medio arder, cajas de verduras y frutas, bolígrafos, lápices, utensilios varios de cocina, ¡matamoscas!, calcetines, calzoncillos, enormes remesas de Tampax, compresas y salva slips, gomas del pelo…y podría seguir hasta aburrir. Yo no digo nada, no soy nadie para ello, pero en todas las puñeteras playas del litoral ya hay papeleras por doquier, y aunque sea un pretexto manido, merecería la pena que esto nos durara por lo menos hasta que nos vayamos al otro barrio. Entre otras cosas porque lo que hoy nos ha devuelto el mar es solo lo que flota, una pequeña parte de lo que le hemos “regalado”, la mierda de verdad casi nunca se queda en la superficie, y si no comprobadlo, en casa podeís.

lunes, 30 de agosto de 2010

Una Hoguera de las Vanidades





Ante todo pido disculpas para aquellos que hayan entrado en el blog y no han encontrado nada nuevo desde el ocho de julio. Todo tiene su porqué, y esto también, pero os aseguro que el porqué no tiene ningún interés, lo llamativo ha sido el cómo, pero eso es historia de otro día. El caso es que estos casi dos meses me han servido para leer mucho, nadar mucho y observar mucho y todo ello junto ha sido como un “reseteo” mental que ahora me llena de ganas de volver a contar cosas que puedan ser de algún interés.
El verano es al año, lo que el medio día es al día entero, momento para parar, descansar un poco y tratar de no hacer nada trascendente. Utilizando un símil alpino, si uno quiere saber algo de una montaña, o de una pared, lo mejor es hacerlo a primera hora o mejor aún esperar al final del día pues es con la luz de costado cuando aparecen las imprescindibles sombras que nos revelan presas y agujeros, fisuras y grietas, viras y resaltes que nos ayudaran durante la escalada, y que nos enseñaran el camino hacia la cima. Al igual que si nos encontramos en una ascensión invernal, las horas intermedias del día suelen ser las más peligrosas pues la posibilidad de aludes y desprendimientos de piedras se incrementa de manera exponencial, por no hablar de lo fatigoso que resulta andar por una nieve derretida por el calor donde las botas se hunden sin compasión paso tras paso, haciendo que la jornada sea todo un peregrinar. Pues con el verano pasa un poco igual, y es que el calor nos aletarga, nos hace lentos y torpes, y ese permanente estado de hastío no ayuda en nada a sacar lo mejor de nosotros mismos. En consecuencia, es mejor quedarse quieto y esperar a climas más frescos antes de enfrentar cualquier nueva empresa o proyecto.
Sin embargo, si hay una actividad que por su condición es precisamente en el periodo estival el momento idóneo para su práctica. Se trata de observar a los demás. Y no me refiero mirar aquí y allá en plan “Voyeur” buscando la tableta de abdominales de aquel o los pechos operados de la de más allá, no, me refiero a descifrar el comportamiento de las personas en un entorno no laboral, y con especial atención de aquellos que conociéndolos desde hace décadas, es ahora cuando situados ya en las capas superiores de sus respectivas pirámides de Maslow, se descubren a sí mismos y ante los demás como son realmente, cerrando de esta manera un particular círculo vital.
Cuando uno lee a todos esos grandes del alpinismo, ya sea Terray, o Rebufatt, Hunt o Herzog, Mallory o Harrer, o el que sea, siempre hay un denominador común en todas sus historias y vivencias: la amistad. Independientemente de la empresa a la que se estuvieran enfrentando, la hermandad de la cordada está siempre presente siendo parte fundamental y condición imprescindible sin la que el fin último de muchas de las aventuras no tendría un sentido completo. Esos personajes tan extraordinarios capaces de subir las más difíciles y peligrosas paredes, no serían tan admirables sin su generosidad para con el compañero, sin su entrega total en el esfuerzo, o sin su sacrificio extremo ante la adversidad del otro. Ya sea durante la propia escalada o durante una terrible tempestad en medio de la noche, ahí arriba siempre están dispuestos a darlo todo por el otro, hasta la vida. Ayudan lo que pueden y más, y cuando las posibilidades de ayudar se agotan, entonces sufren. En su libro La Araña Blanca, Heinrich Harrer cuenta la anécdota de que en la primera ascensión al Eigerwand, vivaqueando la cuarta o quinta noche en la pared, a más de 3750 mts., bajo una intensa lluvia de nieve y granizo y un frio descorazonador, su compañero vienés Fritz Kasparezk se quejaba de que ni siquiera se podía fumar un cigarrillo para calentarse pues todos los que llevaba, se habían empapado al igual que sus ropas y demás enseres. Harrer no protestaba por nada, no obstante, sin que el otro lo apercibiera, el casi sollozaba por no poder ayudar a su compañero; por no tener ni siquiera un cigarrillo seco que ofrecerle. Muchos años atrás, ambos iban en bicicleta por la misma carretera de los Alpes, en Sillian. Al ver las inconfundibles mochilas que portaban, se detuvieron y enseguida entablaron conversación. Pronto Kasparezk se dio cuenta de que Harrer estaba hambriento y no dudó en entregarle toda la comida que había comprado hacia unos momentos animándole incluso a comérsela toda con un elocuente ¡Aquí tienes, come! Ante la mirada sonriente y complacida de su nuevo amigo, Harrer comía con fruición sin sospechar en ningún momento que aquellas peras y melocotones que engullía sin parar, era la única comida con la que Fritz Kasparezk contaba hasta llegar de nuevo a su casa en Viena, a más de quinientos kilómetros de donde se encontraban, pues ya no tenía más dinero. Ahora, bajo el intenso frío, la nieve y la lluvia, Harrer no se quejaba de nada, solo le dolía no poder sacar un cigarrillo seco y decirle a su amigo ¡Aquí tienes, fuma!
Quien me conoce sabe que la mía es una visión más que romántica de la amistad, siempre lo ha sido. Con orgullo y admiración he hablado siempre de mis amigos a los que casi contaba con los dedos de mi mano derecha, pues siempre me han parecido frívolas y detestables aquellas personas que abusan de la palabra amigo con total desparpajo, pues tiene para mí un sentido casi sagrado, incluso bíblico. Por ello, no hay nada que me revuelva más el estómago que la falta de lealtad de un amigo…aunque a la larga, entre amigos todo sea perdonable.
Habían pasado tres años desde que tuve la última vez que contemplé el espectáculo de las sombrillas. El ser humano es territorial y conquistador por naturaleza y por ello busca siempre el entorno más favorable, pero si hay alguien que se identifique en todo su esplendor con ese afán de asentamiento y de posesión de un pedazo de tierra, ese es el “Español con sombrilla”. ¡Dios mío las cosas que se ven en la playa! , ¡Que espectáculo de ataques y defensas, de “miniguerras” en tres metros cuadrados! Ha sido digno de ver, pero bueno, a lo que voy es que en este periodo de observación, aparte de la conquista “sombrillera” matutina y otras miserias, si hay algo que me ha resultado especialmente llamativo ha sido poder ver con mis propios ojos cómo veintitantos años después, aquellos que siempre fuimos amigos solo tenemos que cruzar una mirada para encontrar complicidad y camaradería, y aquellos que nunca lo fueron directamente se diluyen en una cortina de hipocresía y banalidad, entre sillas plegables y sombrillas de playa. Y es que en el camino entre la orilla y la tumbona, o el de la playa al bar de las tapas, muy pocos pasan con dignidad el corte de la hoguera de las vanidades, pues hoy en día pocas apariencias engañan, y en bikini y bañador menos aún. Puede que yo mismo meta algo de barriga antes de ponerme la camiseta, lo confieso, pero de ahí a querer parecer uno de los herederos de los Tudor, hay un tiro de escopeta.
En la edición conmemorativa del Sesenta Aniversario de la Primera Ascensión a la Pared Norte del Eiger, el ya octogenario Harrer finaliza con una especie de epílogo dedicado a la cordada. Él no se refiere estrictamente a ésta como un término exclusivo del alpinismo o de la montaña en general, más bien como una manera de afrontar las relaciones humanas, tanto las profesionales como las personales. Habla de la lealtad, del honor, de la confianza, del respeto, de la generosidad, incluso del amor. De sentimientos y cánones morales que vistos hoy en día parecen sacados de historias antiguas, pero que deberían y deben ser la piedra angular entre camaradas de una cordada; o entre buenos compañeros de trabajo; o entre un matrimonio o una pareja de novios. Pero sobre todo y por encima de todo entre buenos amigos de toda la vida.

Pd. Amigos míos, os quiero.

jueves, 8 de julio de 2010

Historias de una noche de verano.


Esta noche hace un calor terrible. He dejado la puerta del balcón abierta a ver si entra algo de fresco. Hace un rato que se ha levantado un fuerte viento de levante, y ahora mueve las cortinas simulando el aparejo de un velero, trayéndome añoranzas de mar y de olas. Aun sigo muy nervioso, y no me duermo ni para atrás. Las farolas de la calle siguen encendidas, y los sonidos de los cláxones no han parado de quebrantar el silencio de la noche. Abro y cierro los ojos ¡ duérmete ya hombre!-me digo, pero no hay manera. Miro a la terraza, y al trasluz, una sombra me inquieta sin cesar, no se que es, pero paso de levantarme. Cierro los ojos otra vez y me pongo a pensar.

Siempre segundones. Me acuerdo de los años pasados en los que salvo unos cuantos valientes más solos que la una, de vez en cuando sacaban la cabeza del tiesto para decir aquí estoy yo, la frase que más nos repetíamos todos era "mecagoenlaputadeoros, otra vez eliminados". Ya antes de empezar, se nos ponía la mosca detrás de la oreja. Sensaciones agridulces siempre: recuerdos de un pasado pseudo-glorioso en blanco y negro; augurios de éxitos y favoritismos solo fundamentados en la virilidad y en la furia; topicazos en boca de comentaristas hartos de pasar las vacaciones fuera de sus casas, y que sin saberlo anticipaban no solo las actuaciones del presente sino también las del futuro. Derrotas y mas derrotas. España eliminada, tan cierto como que los de siempre pasaban de cuartos. Y al final, el desinterés y la desidia campaban a sus anchas por nuestras cabezas, más pendientes de pasarlo bien en el estío y de no olvidar los exámenes de septiembre, que de aquellos que a base de testiculina se iban a comer el mundo. ¡Siempre nos pasa lo mismo!

Pero estaban aprendiendo. No nosotros, que hasta hace un par de junios no se nos quitaron los prejuicios, por otra parte justos, de los ojos. Aprendiendo ellos, los viejos del lugar y también los jóvenes porque por fin se daban cuenta de que en España, cuando se ha tenido que pelear contra un enemigo, si no se ha hecho por la vía de la astucia y la habilidad, siempre se ha perdido. Hace veintiséis años que hubo un visionario de esto. Un genio que adelantándose a lo que hoy vivimos, fue capaz de adivinar el camino correcto y así conseguir el triunfo soñado: fue Antonio Díaz-Miguel "El Iluminado". El comprendió que si la Selección de baloncesto quería ganara algo alguna vez, lo primero de todo era conseguir el nivel necesario, y para ello, había que enfrentarse contra los mejores desde el principio. Concentraciones a lo NBA; entrenamientos de cada jugada y cada situación; partidos y más partidos, y todo ello hasta que los cinco en cancha jugaran de memoria. Así es como llegaron las medallas de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles ´84 y la del Eurobasket del ´87.

Pero lo del fútbol ha sido otra cosa. Mas lento, más progresivo, menos preciso en cuanto a los planteamientos, más penoso. Selección tras selección, los fracasos de acumulaban año tras año. Y entre medias la paradoja incómoda: los mayores pierden siempre y los pequeños, los de las "subs" lo ganan todo. ¿Cómo es posible?. ¡Y encima somos la liga de las estrellas! Si si, ¿pero cuantos jugadores competían en las ligas extranjeras? No había perspectiva. Desde el Mundial de España en 1982 me acuerdo con total claridad de todas las actuaciones de la Selección, al igual que en las Eurocopas. Nunca he sentido mas vergüenza de nuestros jugadores como cuando tras fracasar por enésima vez, los nuestros se volvieron de la Eurocopa de Portugal cada uno por su lado. No eran un equipo, eran unos mercenarios. Un grupo de mamarrachos que antes del primer partido ya se lo habían llevado calentito y que en ningún momento asumían como suya la responsabilidad de representar a su país en dicha competición. Quizá no lo supieran, pero ese día, con esa actitud despreciable, estaba terminando un ciclo de sumisión inmerso en una filosofía conformista y cobarde, y culminado con el desprecio más absoluto hacia un pueblo entero. Ese día, un señor mayor de pelo blanco y gafas repleto de motes y anécdotas, dijo que para jugar en la selección, el jugador que se precie tenia que sentir un escalofrío cuando se pusiera la camiseta roja. Expeditivo, más claro imposible, lo que vino después ya es historia. Cuatro años de desierto y mas penas que gloria. Un mundial con reminiscencias de la antigua soberbia, que desembocó en otro fracaso, pero cuyo enfoque ya era distinto. Ahí ya aprendimos todos: los aficionados a que el oso primero hay que matarlo; los jugadores, que los cuatro o cinco de siempre no necesariamente juegan mejor, pero si que compiten mejor y en eso, en COMPETIR, es donde está la clave.

Los alemanes siguen siendo los más altos, los italianos los más listos, los argentinos los mas luchadores, los franceses los más orgullosos, y los brasileños los más técnicos, todos siguen igual salvo que ahora hay un nuevo orden establecido. Hay una cláusula nueva en el contrato. Una por una, esas cualidades ya no son validas, pues la nueva premisa es que para ganar hay que tener un poco de todas, y la única que cumple con creces el requisito es España. Una Selección que ha aprendido a jugar al fútbol como los ángeles, y que independientemente de lo que pase el domingo que viene, ha dado un puñetazo en la mesa para que todo el mundo sepa que hay un nuevo sitio a donde mirar si se quiere ver a los mejores. Que si en el pasado hubo guerras que enfrentaron a países cuyos hombres orgullosos portaban sus banderas, hoy esas guerras han dado paso a las competiciones deportivas, con igual o mayor dignidad que aquellas. Y que los nuestros, los de la Selección Española, portan con orgullo la suya, por encima de analfabetismos y catetadas de provincias.

Abro los ojos un vez más, estoy sudando a mares, y además me hago pis, es lo que tiene la cerveza...-me digo. Miro hacia la terraza y sigue el viento, y también sigue la sombra inquietante, aparece y desaparece. A pesar de la amenaza, no me queda más remedio y me levanto decidido a llegar al cuarto de baño. La operación es rápida y enseguida estoy acostado otra vez, pero a diferencia de antes, ahora no hay nada que me asuste. Cierro los ojos y sonrió mientras me digo-¡joder! ¡como ondea la bandera de España con este viento!

martes, 6 de julio de 2010

El hombre que dejó morir a su hermano.

Me he referido a el varias veces como el alpinista mas grande de la historia, y hoy voy a tratar de contar por qué es así. Messner es como el enfant terrible del montañismo clásico: siempre contra corriente. Es de esos tipos que aunque muchas veces no estas de acuerdo con sus opiniones o acciones, siempre sabes que lo que dice y hace tiene un sentido real, y que sus razones llevan detrás una experiencia vital que las avala.

Messner nació a finales de la 2ª Guerra Mundial en 1944, en el seno de una familia en la que su padre, maestro de escuela, había sido escalador en su adolescencia, pero que muy pronto se vio envuelto en mitad del conflicto bélico, y tuvo que abandonar su afición a las paredes de roca. Vivían en el Tirol del Sur y, aunque oficialmente la zona pertenecía a Italia, el sentir del padre así como del resto de la población se acercaba más a las costumbres y modo de vida alemanes. Por ese motivo, tanto Reinhold, como el resto de sus hermanos portaban nombres germánicos sin posibilidad de ser italianizados.

Junto a su hermano Ghunter, pronto se convirtieron en los mejores y más intrépidos escaladores de la zona, acometiendo a los quince años los mas complicados problemas del macizo del Odle. Reinhold era el mayor, y por tanto siempre era el primero de cordada, y el que asumía la mayor responsabilidad. Su manera de escalar era entonces ya una lucha contra los estereotipos. Si los demás llenaban la pared de pitones para poder subir asegurándose desde el principio, ellos no clavaban casi ninguno, por lo que la velocidad y la exposición con las que subían era infinitamente mayores que lo que el resto conseguían.

Con veinticinco años se enroló en su primera aventura en grandes alturas, con una expedición a los Andes en la que abrió vías en sendos picos de más de seis mil metros. Tras eso, escaló las paredes más altas y difíciles de los Alpes, y muy pronto fue llamado para formar parte de un intento al Nanga Parbat por la pared del Rupal: la pared de las paredes del Himalaya. Su hermano Gunter también fue invitado a la expedición. Era el año 1969 y las cosas en el campamento base no iban bien. Messner estaba acostumbrado a hacerlo todo en función de sus propias iniciativas, y en aquella ocasión no iba a ser menos, aunque su jefe de expedición tuviera sus más y sus menos con él. Por ello, la noche de cumbre no le falto mucho para decidir que se iba para la cima solo, dejando a Gunther y a otro compañero en la tienda. Tomo esa decisión cuando erróneamente le habían avisado desde el campo base que el mal tiempo era inminente. Hacer cumbre y bajar deprisa serían sus objetivos, pero algo se descontroló. Sin saberlo Messner, también su hermano había salido e iba tras él. Cuando de repente lo vio entendió que todo había cambiado; se dio cuenta de que volvía a tener que ser el responsable de su hermano en una escalada. Las cosas se torcieron tanto que ocurrió lo peor: dos noches de vivac; perdidos en la pared sin saber dónde estaba la escapatoria; su hermano poco a poco perdiendo opciones de vida. Posiblemente fuera un alud, aunque ni siquiera Messner lo tiene del todo claro. El caso es que en una zona de exposición extrema al derrumbamiento de seracs, de repente el menor de los hermanos ya no apareció.

Ni que decir tiene que las andanadas de críticas no tardaron en ser lanzadas. Se puso en duda todo. Desde sus intenciones en la pared hasta su actuación con respecto a su hermano, pasando por las cuestiones morales y de egos. El caso es que siendo un drama del que jamás se recuperaría, este dramático acontecimiento supuso un giro de 180º en su concepción de la aventura: a partir de ahí iría solo.

Messner ha roto barreras que la ciencia de la montaña pensaba que eran infranqueables. Suya es la primera ascensión al Everest sin oxigeno y en solitario, y fue él el primer hombre en subir los catorce ochomiles, también sin oxígeno. Frente a la manera clásica de acometer un coloso del Himalaya, en la que la conquista era todo un asedio militar con toneladas de material; cientos de sherpas; múltiples equipos de ataque, el se enfrento al octavo kilómetro siempre anteponiendo su concepto alpino. Poco material, pocos días de ascenso, un día de descenso. Y cuando completó esa etapa de su vida, decidió que había otras aventuras que imaginar.


Como dijo Ransmayr, la tierra y las distancias sigue siendo enormes, a pesar de que los viajes ya no duren tanto. Y este axioma impulso a Reinhold a tratar de cruzar las mayores extensiones del globo, por más duras e inhóspitas que fueran. El desierto de Gobi; Groenlandia; las llanuras del Tibet...meses y meses de travesías en solitario porteando todas las posibilidades de existencia en una mochila o en un trineo. Máximo riesgo, máxima exposición. Hacer mucho con muy poco, esa es la filosofía.

Este tirolés ha consagrado toda su vida a la aventura extrema, sin mezquindades, sin especulaciones. Pero también ha sido un referente literario (todos sus libros son best seller en literatura de montaña) y filosófico. Sus teorías sobre las normas establecidas; la moral y la no-moral; la vida y la muerte; o la existencia en sí, han sido y son siempre motivo de debate. Ha llegado a ser Europarlamentario y casi con cierto perfil de filántropo ha creado un proyecto museístico, que actualmente dirige.

A mí de Messner no me gusta todo. Cuando le lees o le escuchas, siempre notas un cierto desdén al resto de los mortales. No es que sea incapaz de valorar los logros de los demás, lo que pasa es que al hacerlo, el siempre queda por encima. Es como si dijera -muy bien tío, lo que has conseguido es duro, pero es duro porque lo digo yo, que ya lo he hecho antes. ¿Prepotente?, puede ser, pero acaso no lo somos todos un poco. Sin embargo, Messner siempre nos puede dar una lección suprema: la de la superación. Muchos le han preguntado por qué ha logrado él y no otros todas esas proezas deportivas y la respuesta es definitiva: Por el fracaso. He fracaso tantas veces que he aprendido a levantarme e intentarlo de nuevo.
Yo creo que no se puede tener más razón. Querer ganar en algo y no prepararse para ello es un contrasentido y por ello debemos asumir la derrota como una posibilidad que también se encuentra en el camino. La grandeza del ser humano radica en que ha aprendido a convivir con el fracaso y por ello es capaz de enfrentarse una y otra vez a la derrota, pero también a la expectativa de una nueva aventura. Como él dice, si un niño solo conoce la victoria, cuando sea adulto y pierda se quedará bloqueado. Cuando se consigue una cima, se pierde el objetivo y la motivación. Por contra, si no se consigue, el reto sigue vivo, y con ello el deseo de la victoria. Messner asumió la derrota siempre. Ya de niño y adolescente muchas paredes no se doblegaron ante su empeño, y con solo veinticinco años se le mostró el lado más crudo de la aventura cuando no consiguió arrancar de las garras de la muerte a su hermano. Aun así, y a pesar de las críticas feroces que le llegaron, el no se limitó a darse por vencido y claudicar, sino que siguió adelante por el camino de la excelencia y la superación deportiva.

PD. Hoy juega España la semi-final del mundial de fútbol de Surafrica y aunque puede sonar ventajista pues los éxitos de los deportistas españoles son apabullantes ¿no tenemos en ellos un ejemplo manifiesto de la superación de la que habla Messner? ¿o es que acaso los españoles no hemos sido siempre perdedores profesionales?