lunes, 25 de julio de 2011

Qué puedo decir?


Pues no puedo decir nada, porque esta vez y sin que sirva de precedente, si estoy de acuerdo con la frasecita de que una imagen vale más que mil palabras. No puedo estar más orgulloso, más satisfecho y mas feliz de haber vivido unas jornadas tan montañeras con quienes son, que no os quepa duda, los dos personajes mas increíbles que campan por este orbe tan bonito y tan a veces escarpado. Cima del Mulhacen, si hasta arriba del todo con este par de fenómenos! Mª Ángeles y Nacho, Nacho y Mª Ángeles, dos montañeros en ciernes que este pasado sábado se cargaron nueve horas y media de pateo desde el Refugio del Poqueira al Mulhacen por la Oeste, y bajando por la Loma hasta de nuevo el refugio. A ver, yo no digo que sea una proeza incomparable, que no lo es pues muchos son los que lo han hecho antes y lo hacen con menos edad incluso, pero amigo, cuantos de vosotros seríais capaces de igualar esta ruta?





Coky, Nacho, Carmencilla, Carol, Alejandro, Mikel, Pablo, Dieguito. Sois inmejorables y nunca olvidaré estos tres días pues habéis sido todos ejemplo de que todo eso que se dice por ahí de la juventud actual y demás chorradas en realidad no aguanta ni el primer pre-lavado en caliente. Todos os habéis comportado de manera absolutamente encomiable, y para mi ha sido un placer total compartir esta expedición con vosotros. No puedo más que daros las gracias, gracias, gracias!



Pd. Compañero, a ti no tengo que decirte nada, solo que nada de esto hubiera sido posible sin ese par de cojones que tienes. Un abrazo!

miércoles, 13 de julio de 2011

Tened cuidado anda!



No me queda más remedio que hablar un poco de esto. He pasado un poco de miedo otra vez. El motivo no viene al caso, de hecho el incidente sucedió la pasada semana, sin embargo, puesto que no era yo el que directamente se encontraba en el filo del testarazo, por primera vez en años he sentido el pavor que uno es capaz de sentir si ve que alguien querido se encuentra en una situación de riesgo potencialmente incontrolada.

Últimamente, ósea, los últimos dos años, me he hartado de leer todo tipo de libros (beneficios de una baja de larga duración como la mía), pero sobre todo me he dado el gusto de comprar y leer toda la literatura de montaña que caía en mis manos. He leído con fruición, con deleite, con pasión, pero sobre todo con asombro. Porque no leo, no, ya no leo, solo estudio. Sensaciones, anécdotas, vías, rutas, aproximaciones, vidas…muertes, no hay nada que haya caído en mis manos y que no me haya deleitado en interiorizar, analizar, buscar alternativas y e incluso, volver a tomar decisiones de otras personas, de otras vivencias.

En enero, en este blog, hablé del dolor. El dolor es una sensación con varios grados de impresión en la consciencia. Estamos acostumbrados a darnos porrazos cada día, algunos de ellos nos hacen gesticular e incluso exclamar, pero pocas veces, muy pocas veces, el dolor llega a ser tan notable como para hacernos perder el control. Por desgracia, yo pase ese umbral el cuatro, el trece y el catorce de enero de este año, y os aseguro que no merece la pena comprobar qué se siente. Pero el dolor, con frecuencia también nos provoca miedo, y esa mezcla de sensaciones es lo que nos genera una sensación de pánico que nos puede hacer perder el control de manera absoluta. Nos bloqueamos, nos incapacitamos, dejamos de ser aptos, nos convertimos en incapaces. Cómo se domina pues una situación tan estresante como esa? No lo sé, me imagino que pasando por ella tantas veces como sea necesario. Mientras, a pencar toca.
El miedo es un aliado bastante sano porque nos protege, y porque nos mantiene bastante cabales ante las situaciones adversas. Por el contrario, el riesgo es un enemigo portentoso, ante el que solo unos pocos son capaces de enfrentarse y por ello son distintos al resto de la gente, son diferentes. A mí no me gusta nada el riesgo, hasta la palabra me echa para atrás, y sin embargo, reconozco que a veces, lo asumo confundiéndolo con dificultad, ignorándolo, minorándolo. A veces, y no es por la medalla ni por nada parecido, resulta que te ves coronando una cima que hace un rato ni te la habías planteado, en lo alto de una trepa que está claro que sobrepasa el planteamiento de ir a pelo, o exigiéndote un ritmo de ascenso que sabes que te puede agotar en menos de un tris. Sin embargo, sigues, subes, te arriesgas porque estás vivo, porque te quieres superar, porque…pues porque quiero ver lo que se ve desde ahí arriba.

Y siempre, absolutamente siempre me he jactado de ser un deportista razonable. Me he exprimido como un perro cuando era necesario y lo he considerado oportuno, y he sido reservón todas las veces necesarias para no gastar ni un gramo de más por aquello del “por si acaso”. Y pretendo seguir así. Es probable que alguno, mirando una placa de RX de mi rodilla izquierda piense que no es cierto lo que digo. Algún otro, al ver la cicatriz de la hemilamilectomía de la hernia discal, es probable que piense que tardé demasiado en decidir ciertas cosas…bueno y qué? Que tire la piedra el primero que se atreva. Os recuerdo que todos conducimos, y que esta es una actividad con catalogación de alto riesgo por la OMS, y…a que no os planteáis decirle mañana a vuestros jefes que pasáis de arriesgar conduciendo para ir al curro?!. Igual de peregrino: la carretera se lleva al año muchísimos ciclistas y, acaso el ciclismo es un deporte extremo? No, solo es cuestión de que hay cosas que pasan y sanseacabó. Siempre uso el mismo ejemplo: conozco muchísimos deportistas de mi quinta que tienen goteras a patadas, pero se positivamente que salvo que el “ogro” se los lleve antes, llegaran a viejos y nos hartaremos de contarnos batallitas. Por el contrario, también conozco otro buen puñado que, sin haberse meneado del sofá en su puñetera vida, mantienen unas articulaciones de adolescente absolutamente envidiables, pero que siguen con el NOBEL (es que como es light) , con el abono al leñazo gastro-alcohólico diario porque “yo me lo merezco”, y que no lo saben pero que la minga ya no se les levanta entre otras cosas por esa vida de pseudo-castigo que llevan y porque el colesterol y la hipertensión incipientes les están domando a latigazos ese “ tigre” que siempre han sido. Hay algo peor, lo “ otros” que ya ni están, eso es lo malo. Así que de riesgos mejor no comparar.

Mi post de hoy es un arrebato a favor de la vida en plenitud. A que quiero seguir saliendo al monte muchísimos años más, y que quiero seguir haciéndolo como hasta ahora, en la mejor de las compañías, en la mejor de las posibles facultades físicas. Y si llega el día en que ya no puede ser, pues chico, que le vamos a hacer, habrá que buscarse otra cosa no? Mientras, por favor, tened cuidado anda.

martes, 5 de julio de 2011

Regalo de cumpleaños.




Otra salida antológica. Lo pienso ahora, y aunque en mi interior aun esta instalada la euforia de los tres días de pateo, soy consciente de que quizá hace demasiado poco tiempo desde los últimos cuchillos como para andar por esos montes de Dios haciendo cumbres, algunas tan exigentes como la del Tozal del Cartujo por la cresta de los tajos de la Virgen. Pero es que entrar por una vertiente de Sierra nevada y salir por dos más allá, cruzar un "neveraco" de ciento cincuenta metros con casi 50 grados de inclinación, sortear una cresta rocosa con pasos de trepa, todo ello cargado con un "enano" de un buen puñado de kilos a la espalda no deja de tener un punto de narices.

Partimos a las tres y media de la tarde desde la Hortichuela, a 1300 mt. de altitud, por una vereda que pasando por el rebautizado Cerro del Sanatorio, nos conduce por un trazado maravilloso de ascensión sin descanso hasta los primeros borreguiles del Barranco de San Juan. A nuestra derecha dejamos el Refugio de San Francisco, el primero de Sierra Nevada y que ahora como casi todo lo que queda de aquellos años dorados del Montañismo granadino, esta hecho una mierda. Un paseo por la Sierra es un descubrimiento constante. Las distancias y los tiempos no tienen nada que ver con las medidas estándar a las que estamos acostumbrados en las ciudades, solo hay que ser capaz de olvidarse unos instantes del reloj, ese maldito tirano que portamos en nuestras muñecas y comprobarlo. De repente, formaciones rocosas que parecen salvables desde la distancia, se convierten en catedrales infranqueables que hacen perder el aliento tratando de ser bordeadas.

Primera noche en los Panderones. Hay que preparar el vivac, y eso no es moco de pavo. Parece mentira, pero en un lugar tan enorme como este, hallar un sitio medianamente llano y protegido como para echar al suelo cuatro esterillas donde dormir, no es del todo fácil. Al final, siempre se consigue, aunque ni la llanura sea tan llana, ni la protección de la roca valga de mucho ante un viento que ha decidido visitarnos después del crepúsculo. Sinfonía en Do Mayor de exabruptos corpóreos, consecuencia del cambio de presión, la ingesta constante de líquidos y las apreturas de las cinchas de la mochila. Ah! y la dieta! Kun Fu con sopa para todos. Por la mañana, después de las típicas coñas sobre la noche, asistimos impertérritos al fallecimiento de un borrego que, desvalido y probablemente herido, se ha refugiado en unas rocas cercanas y ante nuestra mirada compasiva, exhala su ultimo hálito de vida. La montaña es así, sobreviven los fuertes, los débiles palman. No será el único contacto con la muerte que tengamos en estos días.

Llega el momento de la separación: unos subirán por enésimna vez al Picacho, obligaciones familiares mandan retirarse hoy de la montaña, aunque no por ello dejaran de hacer un descenso brutal de 2000 metros de desnivel por los Campos de Otero. Otros, mi hermano y yo, nos liamos la manta a la cabeza y nos aventuramos hacia el objetivo marcado, regalo de cumpleaños para uno, muesca en la culata del revolver para otro. Abrazos y los mejores deseos para el resto de la jornada y compromiso de contactar al final del día, porque por encima de todo somos amigos y a unos y a otros nos preocupa la ruta propia y la de los demás. Buena suerte compañeros!...joder, esto es tan grande que en un instante ya no nos vemos: tío y sobrino a por el Veleta; dos hermanos ante su desafío.

El Cartujo tiene, como todas las montañas, varias maneras de subir. La que hemos elegido no es ni la más difícil, ni desde luego la más fácil. Para nosotros, para mi, es la del reto posible. Cruzar el nevero de los Tajos de la Virgen no conlleva ninguna dificultad, salvo la de obviar que un resbalón te puede costar un disgusto. Una buena huella, y un buen par de piernas capaces de asentar cada unos de los pasos son más que suficientes. Pericia y por encima de todo concentración, mucha concentración. El paso de roca intermedio no es nada del otro mundo, salvo que el "enano" que llevamos encima nos vuelca para el otro lado, y quieras que no dificulta el ascenso. Aun así, prueba superada, llegamos al Refugio de Elorrieta.

Hago un inciso porque me tengo que cabrear, otra vez. No lo puedo evitar, llevo una racha de enfados que me tienen un poco harto. No comprendo cómo, lugares que son patrimonio histórico y cultural de Sierra Nevada, padezcan un abandono tan indigno como el que sufren el cien por cien de los antiguos refugios de la Penibética. Parque Natural, Parque Nacional, Estación de Esquí y Montaña...y una leche. Sierra Nevada necesita un plan integral de conservación de veredas, caminos y refugios, para poder dar a conocer, desde un punto de vista turístico sostenible, todo el potencial que tiene este macizo. En Alpes esto sería inconcebible.

Nuestra cresta y nuestra cima ya están a la vista, la cosa no tiene mala pinta. Por aquí bien... por aquí ni en broma...y por aquí? Momentos de tensión: el silencio se apodera del ambiente; la grabación del vídeo se para; las advertencias y los parabienes se entrecruzan como queriendo quitar riesgo al compañero y asumirlo como propio. Nos hablamos poco, lo justo, pero al final, la sonrisa al ver la cresta cimera y como el terreno nos facilita el ascenso, desata un guiño de convicción, de propiedad de una cumbre que por uno rato será nuestra, de emoción.
Nos acordamos de todos. Y ahora empieza lo duro!, porque hay que bajar todo el testarazo de subida que nos hemos metido, y porque la gracia de la ruta concebida está, no solo en la subida y la cima, sino también en que después de tres días, mañana volveremos a la civilización por los Cahorros, dirección al San Garrito.

Descenso por la cara oeste, hasta otro gran ventisquero que con mucha precaución, cruzamos como podemos para, tras una hora larga de un caos de lajas y roca, por fin poner las suelas de las botas sobre la blandura de los primeros borreguiles de la bajada. Almuerzo en una Laguna, y segunda presencia de la muerte en nuestra ruta: toda la osamenta de una vaca entera esparcida por el terreno: raposos y demás alimañas se han dado un festín. Cruzamos infinitos torrentes y barrancos, hasta que el rió Dilar, en su vertiginoso descenso desde la Laguna, se interpone como el último obstáculo complicado de pasar antes de encarar las dos últimas horas de pateo del día. El barranco salvado, las vacas y sus becerras son testigos presenciales. Doce horas después de las ocho y media de la mañana, el Aprisco de Ighalo nos recibe con la desagradable sorpresa de que la goma que hace dos semanas, no despertó una sonrisa de oreja a oreja a Fernando y a mi, hoy aparece seca como la teta de una anciana. El vivac así no vale, y hay que solucionarlo. Y se soluciona, con esfuerzo y un poco de sentido común, localizando el problema unos cuantos cientos de metros más arriba, y arreglarlo mediante empalmes manuales. Tenemos agua, que es lo importante. Por la noche, tras dieta de Kun Fu con Sopa Maravilla, nos metemos en el saco en cuanto el cuerpo dice que ya no trabaja más.

Por la mañana, la meteo ha cambiado, y en vez de tomarnos el desayuno con tranquilidad, calentamos un poco de agua en el infiernillo, lo justo para disolver el café, y salimos zumbando para la Loma de Dilar. La lluvia, aunque escasa nos visita, y es mejor no llevarse un chaparrón innecesario. Ocho horas dura el descenso. otra vez el puñetero Collado del Pino, con sus infinitos piornos y demás vegetación repleta de pinchos como agujas. La Cantera de Serpentina nos da las buenas tardes bajo un sol ya de justicia, y comenzamos el camino que ya no dejaremos hasta la vereda del río Monachil. En la fuente de Diechar, apoteosis y orgía de agua, y es que la bendita fuente no puede estar en mejor sitio. Y de repente, en la Central, una aparición estupenda. Nuestro amigo Fernando ha venido a recibirnos y hacer el último tramo con nosotros. Y no solo eso! el tío se ha cargado en la mochila un par de latas de cerveza que nos invita a tomar allí mismo!! Que tío! Están hasta frías!

La vereda en cuestión, que hace dos semanas nos sirvió de acercamiento para la Laguna de las Yeguas, es una autentica joya de Sierra Nevada. Aérea, embarrancada, preciosa e, importantísimo, con agua. Sonrisa en las caras, satisfacción porque el final es glorioso, un autentico colofón a tres días de matraca. Por los Cahorros, entre familias con niños que como antaño, van al río a bañarse y pasar un domingo de calor, y escaladores de roca pendientes de la próxima presa, cruzamos los túneles naturales y los puentes colgantes. Al fondo, al final de la vereda, la Venta de San Garrito. Y como estamos en julio, y dentro de nada es San Fermin, cambiamos el nombre al santo Pamplonica, y le cantamos a nuestro monachilero Santo pidiendo su protección. Viva san Garrito! Son las cinco de la tarde, y ahora hay que celebrarlo.