Ni de montaña, ni de esquí, ni de ciclismo, ni de libros, ni nada de lo habitual. Hoy lo que quiero escribir es de la educación. Durante los últimos años trato de inculcarle a mis dos hijos que las cosas son importantes en su justa medida: las notas del colegio son importantes, es su justa medida; la popularidad es importante, en su justa medida; los amigos son importantes, en su justa medida; los éxitos son importantes...en su justa medida!
Probablemente ellos aun no entienden muy bien lo que les quiero decir con esto, entre otras cosas porque viven, ya de pequeños, en un entorno en el que todo es comparable y material, y donde aquellos valores relacionados con la buena arquitectura de la persona, por intangibles, son sino despreciados, si ignorados. Yo mientras, no paro de decirles que prefiero que sean buenas personas a que saquen dieces, y ellos me miran con cara de desconcierto, como si lo que les dijera estuviera diametralmente en contra a lo que les inculcan en el colegio. Y por Dios que me enorgullezco de sus buenas calificaciones!, pero no sin antes comprobar que no pierden su humanidad y que su personalidad sigue a ras de suelo. Mi reto con ellos es que aprovechen su libertad, que asuman la responsabilidad de su futura independencia, y que no miren al prójimo para evaluarse sin antes haber reflexionado sobre si mismos. Como dijo Maslow, el ser humano tiende a ubicarse donde cree que mejor va a encajar. Por ahora a mi me da igual por donde les lleve su formación, de igual forma que nunca les pregunto qué quieren ser de mayores, pues aun es pronto y hay otros quehaceres.
Como a un buen número de españoles, para mi ver jugar a Rafael Nadal se ha convertido en un ritual al que me entrego con absoluta devoción. Y es que lo reconozco, de este tío me gusta todo lo que le he visto. No soy un entendido en Tenis ni nada que se le parezca, de hecho lo más que he logrado en este noble deporte ha sido pasar la bola al otro campo cuando mi contrincante era tan mediocre como yo, y por ello no es de su técnica de lo que quiero sacar partido. No porque no sería capaz, al igual que no soy capaz de distinguir un revés paralelo de otro cruzado, o un passing shot de un raquetazo sin más. Porque es que, independientemente de todo esto, que me consta que Nadal lo ejecuta como los ángeles, lo que más me apasiona de este gigante es su entrega total, su honestidad, su personalidad. Mil anecdotas se han escrito sobre su carácter cercano y su humildad, y mil más que se contarán! pero ayer, si hubiera podido hacerlo, les hubiera puesto una y otra vez a mis hijos cómo el Nº 1 del universo tenístico, uno de los deportistas con mayores ingresos ecónomicos y con mejor palmares, termina su partido en el que vapulea al Nº3 del ranking, y en vez de hacer gestitos de chulería y poner cara de tenerla más larga que los demas, hace todo lo contrario y se comporta como una persona ejemplar. El saludo y la felicitación al contrario, el agradecimiento al publico, su respeto al árbitro de la contienda, la entrevista, todo con la mejor de sus sonrisas, como siempre, pero os prometo que cuando el tío este, ya marchándose se dió media vuelta y recogió del suelo las botellas de agua vacias que se dejaba sin querer y las tiró a la papelera, se me cayeron los palos del sombrajo. Vaya lección! Eso es ser un Numero Uno, lo demás, en el Sr. Nadal, viene por añadidura, porque tiene que venir, porque es justo y necesario. Y digo justo, porque la única justicia en la que creo, es en la del propio esfuerzo. No creo en la divina, ni por supuesto en la terrenal pues ambas son interpretables y aleatorias, sin embargo, como en el caso de Nadal, siempre se hace justicia porque para eso es quien más entrena, quien más trabaja, y quien más humildemente se enfrenta a los desafíos a sabiendas de cuan pronto se pasa la vida, y cuan pronto se viene la muerte.
Inmediatamente después de pensar en los niños, me acordé de otros personajes del mundo del espectáculo deportivo, y casi sin querer, se me apareció la imagen de Cristiano Ronaldo. ¿Que hubiera hecho él? Me imagino un "despiporre" de situaciones, completamente absurdas y Berlanguianas, pero claro, si este tío no ha conseguido aprender algo tan simple como que las botas de fútbol son negras, ¿cómo le vamos a enseñar modales a estas alturas?. Educación amigos, educación.
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