viernes, 19 de octubre de 2012

TRANSNEVADA EN SOLITARIO 2012

Transcripción de mi diario de montaña.

TRANSNEVADA 2012 DÍA 1: GRANADA-REFUGIO DEL POSTERO ALTO 102,68 KMS. ASCENSO ACUM. +2878 m. /-1684 m.

9 A.M. Tengo más miedo que vergüenza. Estas cosas, si se piensan demasiado nunca se terminan por hacer y en esos estamos, dicho y hecho. Las alforjas y el trasportín son de Alex, (Mil Gracias tío!) y la bolsa del manillar de Fernando(Cómo me está viniendo macho!) Lo primero que noto es que la bici es un muerto que te cagas. Subir a Güejar Sierra me ha costado un buen esfuerzo y mira que voy en modo-ahorro total. Me tengo que habituar y lo sé, por lo que trato de no darle vueltas y listo. Paro en la plaza a beber agua y sin entretenerme tiro para el Collado del Alguacil, primer gran desafío. La subida ya la conozco de otras tres veces y sé que es dura de verdad, así que no me sorprende que me cueste la misma vida cada kilómetro de ascensión.

Paro en el Cortijo Balderas a saludar a sus nuevos dueños y a darle las gracias de nuevo por lo de la bomba de la bici del otro día. La verdad es que son todos unos hippies que me miran con cara de chalao, pero me da igual, yo a lo mío, le doy un trago de agua al botijo que tienen colgado y me marcho. El último tramo, aun habiendo parado en el mirador, se me hace largo, interminable; cuando veo el final y corono me pongo contento de verdad. Lo malo es que el esfuerzo ha sido importante y sé que a lo largo del día lo voy a pagar. Además, el tiempo está bastante inestable y me preocupa la posibilidad de que se ponga a llover. Bajo a Tocón y continuo subiendo hasta los Blancares por la carretera.

Al coronar, la ruta se desvía a la derecha alargando la subida casi seis kilómetros más. Se hacen bien porque es relativamente suave, pero en realidad es un vueltón, y cuando bajas dirección a La Peza es cuando realmente te das cuenta del subidón que pega. Al pueblo no se llega, la ruta queda por encima, y lo siguiente son unos tramos bastante asquerosos hasta llegar a Lugros. Son las 4 P.M. y esta ha sido la parte que menos me ha gustado sin duda. Además, ha coincidido que de repente me he dado cuenta de que llevo un chirrido en la bici que me está sacando de quicio. Que coñazo joder! Pero qué suena cojones? Por fin en Lugros. La llegada chulísima pues he coincidido con el traslado de un encierro completo para la corrida de toros de la Peza, que está en fiestas. Ha sido emocionante ver el ganado a menos de dos metros protegido por el guarda raíl de la carretera. En el pueblo no hay ni gatos.

Esta zona de la provincia de Granada es absolutamente deprimente. Nada abierto, ni un bar. Finalmente consigo que la dueña de la tienda me abra para poder comprar un par de plátanos y dos coca-colas. Desde el desayuno es lo primero que como en el día. Comer me sienta de lujo y, con ánimos y fuerzas renovadas, tiro hacia Cogollos de Guadix. A la salida de Lugros se pasa por la ganadería brava del Camarate, otra oportunidad cojonuda para ver los toros de cerca. El tramo se hace rápido porque casi todo es asfalto, no en vano se pasa por al lado de una cantera de grava.

Cogollos se cruza en un minuto, y en seguida se gira a la derecha hasta que empieza un camino que ya no se suelta hasta Jérez Del Marquesado. La etapa 1 de la Transnevada acaba en Lugros, así que este tramo ya pertenece a la segunda. La llegada a Jérez es gloriosa. Tramo de asfalto en llano súper-chulo y muy recomendable. Justo en la entrada del pueblo me encuentro a un par de trabajadores del parque y aprovecho para preguntarles si el Postero está abierto. Creen que si, por lo que, teniendo en cuenta que mi ruta pasa tan solo a 3 km. Del refugio, le echo huevos y tiro para arriba. Prefiero la comodidad del Postero, comida caliente incluida, y a las malas, si está cerrado siempre me puedo meter en el cuarto de “los lobos” y listo.

A mitad de subida me encuentro a Pedro, el guarda del refugio. Me dice que está cerrado pero que va para Jérez y vuelve a subir con la familia así que me puede abrir los lobos, que en teoría debería estar abierta siempre. No lo entiendo, la verdad. El caso es que esta puta cuesta se me está haciendo una canallada y no veo el momento de llegar. Aparece el desvío, pero desaparece la luz del sol poco a poco. El Picón al frente, los pinares, el Alhorí, la puesta de sol, todo es bestial. Lo malo es que estoy liquidado y toda esta belleza me da igual, solo quiero llegar. Lo hago, etapa conseguida. Cien kilómetros de esfuerzo para un primer día absolutamente acojonante, por todo. Cómo no, necesito mencionar a mi bici, ES LA PUTA POLLA!!!!!

DIA 2: REFUGIO POSTERO ALTO-VIVAC DE LA POLARDA 116,26 Kms. 10hs. 50´ 35 ´´ ASCENSO ACUM. +2316 m./-2329m

El Postero me gusta, pero no es como el Poqueira. Es más, Pedro, a mi modo de ver se comporta como si fuera un globero de la montaña. A veces es mejor callarse y eso hago, pero me toca los cojones cómo me ha cobrado hoy teniendo en cuenta que en teoría no estaba abierto el refugio y me iba a quedar en los Lobos. Preguntaré en la federación a ver…

Salgo a las 9 como ayer, más que nada porque antes no hay suficiente luz y el frío tira para atrás. Desciendo los 2,7 kms. Hasta el desvío a la Tizná. Aun no lo sé, pero este va a ser un día absolutamente maravilloso. Ya he aprendido algo que en realidad ya sabía, y es que de las publicaciones del Parque no te fíes jamás! Es que es acojonante: ponen fuentes donde las hay; dicen que el perfil sube cuando baja, y al revés; y cosas peores que ya iré descubriendo. Pero eso no quita que este tramo de la ruta me esté flipando por momentos.

El trazado es sencillo, se continúa el perímetro marcado por los límites del Parque, transcurre pues por la pista principal que une, en la zona alta los términos municipales de todo el Marquesado. Es por tanto un sin fin de ascensiones y descensos que poco a poco avanzan dirección Este, como queriendo salirse de Sierra Nevada.

Devoro kilómetros sin parar más que para tomar un respiro, echar un trago de agua o simplemente deleitarme con el paisaje. Mi soledad es absoluta, durante horas no veo rastro de vida humana ni de lejos, y los únicos sonidos que me acompañan son el viento azotando los pinares, mi respiración y los quejidos de mi bicicleta ante las infinitas rampas que subo y bajo. Lo del chirrido ya ni me preocupa, lo tengo localizado y no puedo hacer nada. Mind Fullness. El Modo-Ahorro es mi única opción ante tan largo recorrido, por lo que si me sale de las narices pararme, me paro y se acabo.

El propósito de hoy es llegar como mínimo a La Roza, que es una zona de acampada o algo así. Tengo claro que eso está hecho desde que paso por el Refugio de Ubeire, pero lo de llegar al Collado del Espino sigue siendo una incógnita. El mapa de mierda este de la Transnevada dice que al final de etapa hay un vivac, y esa creo que puede ser muy buena opción para hacer noche. Rehuyo la tentación de parar en La Roza y con un par le tiro. La broma me va a costar un buen trecho más, pero bueno, todo lo que haga hoy de más es lo que me quito de mañana. Ya veo las estribaciones de Sierra Nevada y me emociono pensando en la vuelta que le doy. De ir viendo el sol delante de mí, a llevarlo calentando mi espalda, aunque es un decir, porque en realidad no he visto el sol en todo el día ya que lleva nublado y amenazante desde que salí del Postero.

El gilipollas del autor de la guía vuelve a hacerme de las suyas y cómo no, otra vez en el final de etapa pasa olímpicamente de las señalizaciones y de los kilometrajes. Por favor, si alguien está tan colgado como para hacer esto, que pase de hacerle caso a esta basura de guía. Se supone que el vivac de la Polarda está a 6,8 kms. por el camino, y que antes, en el Collado del espino hay otro vivac. Pues no, en dicho collado no hay absolutamente nada, solo unas barbacoas y una caseta cerrada con candado, y para llegar al de la Polarda, aun quedan más de siete kilómetros de ascensión. Una putada vamos, que me va a costar dormir en un cuchitril de cojones, sucio y lleno de bichos. Uno sabe que está listo de papeles con la bici cuando ya no es capaz de distinguir con claridad si sube o si baja. Cuando llega ese terreno de falso llano, que pica hacia arriba, y que es desconcertante a más no poder. Ahora me está pasando, y me sorprendo a mi mismo mirando hacia atrás tratando de averiguar si subo o bajo. Sonrío, porque sé que todo es fruto del cansancio, estoy hecho polvo la verdad. Hace bastante frio, no más de un par de grados sobre cero, por lo que después de zamparme, dos kunfu, dos sopas y lo que me quedaba del bocadillo que me han invitado Pepe y Loli en Ubeire, me meto en el saco y me pongo a planchar. Mañana más.

DIA 3: LA POLARDA-TREVELEZ 112,22 KMS. 8HS. 40´29´´ ASCENSO ACUM. +1750 m./-2215 m.

La noche fatal: bichos, calor, frío, ruidos extraños, pearracos,…a mitad me levanté a mear y pude contemplar un cielo increíble, sin embargo esta mañana está todo cubierto y hace una rasca del carajo. Lo de siempre. Recogida de material a la vez que se calienta el agua para poder tomar esa asquerosidad de copos de avena. Estoy muy cansado y me duelen las piernas, pero es lo que hay y tampoco quiero pensarlo mucho.

Espero a que haya suficiente luz, me pongo la ropa de abrigo de la bici y me doy el piro. Toca subida y no sé cuánta, así que paciencia hasta que el cuerpo comience a calentarse y pare de protestar. A lo tonto llevo muchos kilómetros acumulados en las piernas y eso se nota. Hoy es un reto, pues se trata de hacer dos etapas y media en un solo día. Antes de que se me olvide: en total me encuentro a dos personas en toda la ruta de montaña, y que encima se trata de unos guiris que no tienen ni puta idea de donde están (Río Grande de los Bérchules).

Veo más gente, en La Ragua, pero son unos “moteros” con pinta de “todo estamos estrenando algo hoy no? “y que me miran con cara de llamarme tarado. Es cierto, pero me la pela, en realidad este tipo de gente con las Varadero y esas sucedáneas de moto de Trail me resultan patéticas que te cagas. Se las dan de aventureros y por Dios que ni se acercan, y tampoco son moteros de verdad, son una banda de flipaos. Lo mejor sería que se fueran a hacer Pilates, o a jugar al pádel, o mejor aún, que se vayan a la mierda.

Sigo. Esto no baja de los dos mil metros y frío hace de verdad. Es una de las cosas que peor llevo de la bici, y no es de ahora; subes y te asas, bajas y te pelas. Otra vez el arte de vestirse y desvestirse. La ruta sube y baja, sube y baja, mil veces. Loma que rodea y barranco que entra, y son infinitos pues no en vano, a la postre saldrán un buen montón de kilómetros hasta Trevélez. Mi paso por La Ragua es sin pena ni gloria, no hay nada abierto ni para comprar un bote de coca-cola. Qué pena de Sierra Nevada, como me duelen estas cosas, como sigue desaprovechado el mayor tesoro natural de Granada.

Desde aquí, el camino está francamente mal debido a los trabajos de deforestación. Esta tarea es absolutamente necesaria, pero el paso de las maquinas y los camiones revientan los caminos y las pistas sin contemplación; la erosión es brutal, devastadora. Todo el rato voy pensando en que transitar por aquí es como ir por un campo de minas, y en cualquier momento voy a pinchar una rueda, o una rama suelta se va a colar entre los radios y voy a pegarme el hostión padre. Pero me libro, se ve que hoy no es mi día. Me cruzo de nuevo con otra piara de jabalíes, con varias ardillas, y muchísimas cabras montesas, es una verdadera explosión de vida animal. El territorio de los Bérchules debe ser de los más grandes de Sierra Nevada pues los “lomancanos” que lo defienden son absolutamente faraónicos, y como es lógico, acabarlos se hace interminable. Al fin, cuando ya un poco harto llego al Río Chico me entra la risa acordándome de mi gran amigo Fernando y Nandi en su Sulayr. Qué “mataero” de día echaron por aquí!

El descenso a Juviles es larguísimo, y el final lo remata un tramo de carretera asfaltado como si fuera la pista de un gran premio de moto GP. Como rueda la bici! Que chulo! Llego a Juviles, por fin! Después de La Mano de Fátima esperaba algo más: ni plaza central, ni cristianos decapitados por el suelo, ni sangre derramada a borbotones... Nada, un cutre-bar en el que me bebo una coca-cola sabiendo que el objetivo no está aquí por mucho que se empeñe el indocumentado de la guía, sino en mi querido Trevélez. He dejado de mirar el reloj y el cuenta-kilómetros porque llegar a este maravilloso pueblo hace tiempo que para mí es como llegar a casa. Cómo me gusta. Desde el puente del río hasta la Fragua es como subir el Angliru, y encima cuando pregunto si hay habitaciones resulta que como es puente está todo lleno. No pasa nada, bajo un pelín al Hostal F. y me alojo por 20 €, con ducha incluida. La sopa de picadillo con el chorreón de Xerez, la verde, y el chuletón de vaca están asegurados, mañana más!

DIA 4: TREVELEZ-GRANADA 127,4 KMS. 12H.46´08´´ ASCENSO ACUM.+2887m. /-3236m.

La memoria del Suunto se agotó cuando llevaba más o menos cuarenta kilómetros, y al final el cálculo lo tengo que hacer tirando de mapas. Ya sabía que hoy era el día más jodido de los cuatro pues trasponer desde Trevélez hasta casa de una única tirada suponía no solo una kilometrada bestial, sino que además el terreno es una verdadera putada. Bueno, he dormido bien, a pesar que el hostal es un cuchitril de narices y la cama un verdadero suplicio. En realidad no hay mucha diferencia con mi esterillo en La Polarda. Lo bueno, y eso si que lo agradezco es que tengo ducha y mi espalda y el resto del fatigado “cuerpecico” mío lo revelan.

Como le dije a la señora del hostal, a las nueve saldría y así es. Pero no arranco en la bici hasta que me meto dos cafés, una napolitana de chocolate y un par de rosquillas caseras de la panadería. Ahora sí, empieza la jornada y nada más subirme a la máquina se inician las primeras rampas que suben hacia el Barranco de la Bina. Joder cómo empieza esto! Es un zig-zag en constante ascenso que en realidad se traza en la falda del Chorrillo. Me encuentro bien, y la premisa de no gastar absolutamente nada me hace avanzar lento, pero firme. Me informé en el pueblo de cómo está el barranco y más o menos me hago una idea, aunque la realidad es que cuando por fin llego me parece que esta muchísimo peor de lo que me habían dicho. Son menos de cien metros los que hay que salvar, pero a esta gente solo les ha quedado la opción de trazar un bajadón hasta el mismo río y después una pared hasta que remonta al camino. La bajada tiene un pase, siempre controlando que la bici no salga disparada, pero escalar ese muro tirando de tantísimo peso me pone realmente cardíaco. Al final se hace, cómo no, con dos cojones.

Desde Trevélez, por esta pista, Capileira dista aproximadamente veinte kilómetros, siendo la parte final un largo descenso que finaliza en la carretera que sube hasta la Hoya del Portillo., justo en el mirador desde el que se puede divisar Capileira, Pampaneira, Bubión, el Veleta, … Me paro y me hago unas fotos. Estoy contento de verdad, y en el pueblo detengo la marcha para tomarme un café. Después, continúo hasta Soportujar, a la Ermita del Padre Eterno.

Empieza lo difícil, un subidón a casi dos mil metros hasta la Casa Forestal de Cañar. El descojone es que desde donde estoy, la distingo allá a lo lejos, en mitad del encinar y el robledal, y me parece increíble hasta donde tengo que subir. En fin, paciencia y una caña, esto es así. No sé lo que tardo, pero es mucho, y cuando por fin llego a Puente Palo son más de las dos de la tarde. En estos cuatro días no he comido a medio día, y hoy no va a ser una excepción porque entre otras cosas, no tengo más que un trozo de chocolate, huesitos y unos geles. En la Casa Forestal de Cañar finaliza y comienza etapa según la guía, pero para mí ruta solo es un paso intermedio. Mi objetivo está en Dilar y luego a casa, esa es mi Transnevada.

Lo que ocurre es que esta parte del recorrido es de la que tengo menos referencias, y sobre todo, una vez en la Rinconada de Nigüelas, no tengo claro por dónde va a ir. Adelante, no queda otra. A mi izquierda se distinguen perfectamente los plásticos de Motril, Salobreña, la Presa de Rules y el puto Haza del Lino. Sopla mucho aire y la temperatura es baja, por lo que me abrigo para la bajada a Tello. Justo al inicio de la misma me cruzo con un camino que visiblemente se dirige hacia el mismo barranco y mucho más llano. Me da toda la impresión de que por ahí se iría mil veces mejor, pero la señalización indica que siga bajando y le hago caso, muy a mi pesar. Por donde voy está francamente mal, es peligroso y me concentro a tope para no dar un leñazo. Llego al cartel de tramo no ciclable. Pone que son doscientos metros, pues nada, me apeo de la bici y adelante. Paso por un cortijo del que sale un “notas” rarísimo, pero amable, y se ofrece para darme algo de beber y comer. No tiene mucha idea de por dónde va la ruta que sigo, pero le agradezco el ofrecimiento y continuo mi marcha.

El hijo de la grandísima... del autor de la guía me la ha jugado del todo. Los doscientos metros se convierten en más de un kilómetro de puteo arrastrando la bici hasta subir a la Casa de Tello. Menudo bribón, pienso, ni de coña ha hecho este tío la ruta en bicicleta! Maldito embustero! Pero es que además, esta remontada se cruza al final con el camino que había visto al inicio de la bajada, así que este tramo no tenía ningún sentido trazarlo así. El cabreo me hace perder el control y no me fijo en que estoy en un sitio totalmente impresionante con unas vistas hacia el sur que encojen el corazón.

El viento me está machacando, y el frío es lo suficientemente intenso como para que me tenga que abrigar de verdad. Miro el mapa, según el cual me queda la última gran subida del día hasta la Rinconada de Nigüelas, a 2220 mts. Es un leñazo de catorce kilómetros, pero una vez allí estaré realmente cerca de mi objetivo. Vamooosss!!!! La subida es dura y larga, muy larga. En todo momento veo el mirador de la Riconada, así que tienes la referencia y vas viendo lo que te queda. Después de casi dos horas de pedalear, consigo llegar arriba y ello me da un subidón de moral increíble.

La guía dice que no hay más remedio que bajar hasta el río Dúrcal para después remontar un poco hasta Ermita Vieja. Bueno, me parece bien, siempre y cuando no me quede demasiado ascenso. El caso es que esto baja de narices, más y más, y casi pierdo mil metros de desnivel. A mitad de bajada, justo en frente, al otro lado del barranco diviso dos caminos que ascienden entre los pinares. Uno se dirige a la derecha hacia el Collado del Pino; el otro no sé a dónde va, pero ambos son criminales.

No me cuadra, y decido parar y comprobar el mapa. Según este tío el cruce del río es a 1200 m. y el puerto de Mala Mujer se corona a 1420 m. así que no puede haber mucha subida. Craso error, este hijo de mil padres me la va a jugar de nuevo. Justo en las primeras rampas, cuando ya estoy a 1350 m. un 4x4 pasa por mi lado y se detiene. Es una pareja que llevan un caballo en un remolque. Me preguntan si estoy bien-les digo que si-aunque como siempre en estos casos, no es verdad. El hombre lo detecta y se ofrece a subirme en el remolque-le digo que no, que gracias, que no puede quedar mucho, que prefiero hacerlo por mis propios medios. De repente, la mujer asoma la cabeza por la ventanilla y me corrige. Si te queda un buen tirón, un mundo...

No lo se, pero me voy a arrepentir de no subirme con ellos pues esta Mala Mujer se va a convertir en una de las mayores faenas de los cuatro días. Dios mío! Qué penaero! No acaba nunca, y ni siquiera puedo pedalear por el desnivel que tiene. Es una salvajada. Soy consciente de que mis ilusiones de llegar de día se han esfumado por completo y por tanto, asumo la llegada de ese momento de incertidumbre que se produce cuando la noche te sorprende en mitad de ninguna parte. Va a llegar, si o si. Trato de tomar todas las referencias visuales que soy capaz y me preparo para la oscuridad. Ropa de abrigo fuera para no subir agobiado, frontal, agua y chute de gel. La última vez que anduve por aquí en bici, antes del accidente, también pase muchas horas hasta poder volver a la ermita, y ahora mismo ni siquiera sé donde estoy exactamente. Miro para atrás, a lo lejos, otros faros rompen la oscuridad de la noche. Es otro 4x4 me imagino, pero no sé si viene hacia mi o se aleja.


Poco después, mientras mi calvario continúa en soledad, el coche aparece detrás de mí. Es un Nissan de los viejos matrícula de Granada, van cuatro o cinco personas y casi sin saludarles, les interrogo por lo que me queda de subida. Ya estás!-me dicen. Hace un rato llamé a Fernando para informarle de mi situación y casi fui grosero con él. Me quería contar lo del austriaco volador y a mí solo me preocupaba donde cojones estaba yo, y si me habría equivocado al no ver algún desvío o algo así. Mientras pienso en ello, de repente, mis temores desaparecen y me invade una sensación de felicidad acojonante.

Estoy en Ermita Vieja. Aun me queda bajar a Dílar a oscuras, y luego a Granada, pero en el fondo mi reto ya está conseguido. Le he dado la vuelta a Sierra Nevada, de casa a casa. Más de cuatrocientos cincuenta kilómetros de aventura en solitario sin más ayuda que mi fiel compañera de dos ruedas y lo mínimo que cualquier persona necesita para sobrevivir. Es curioso, ha sido largo, ha sido duro, pero ha sido una de las experiencias vitales más impactantes y trascendentales que he tenido en mi vida, y realmente siento pena de que se termine. Qué cosas tenemos…