jueves, 24 de febrero de 2011

De profesión: Zorro.



Pues qué quieren ustedes que les diga: ¿que ya se aviso de que esto podría pasar?, ¿Qué estas cosas pasan?, ¿Qué los accidentes están al cabo del día en el trabajo o en cualquier carretera? Pues vale, pero no sirve de nada. La puñetera realidad que es el desaparecido sigue desaparecido, y las cosas no pintan nada bien.

Si es que escribir de esto es una leche, porque a toro pasado, y mira que ya hace cinco días que ocurrió la desgracia, sigo sin que se me haya pasado el mal cuerpo. Hoy lo hago, tras haber conversado con uno de los Guardias del SEREIM que llevan peinando la zona todo este tiempo, y la verdad, la cara de desilusión que tenia este hombre conforme me narraba los detalles de la búsqueda, es quizá lo que más me ha impactado. El área es tan enorme que no tienen ni idea de por dónde puede estar el cuerpo, de hecho, ahora mismo están buscando en una zona en la que creen que puede estar porque encontraron el piolet del montañero, pero como ha admitido, esa referencia es tan vaga como buscar a un naufrago porque te has encontrado una chancla. Puede estar ahí, pero puede que esté a dos kilómetros más abajo, pues por ahora, donde se precipita el Barranco de San Juan no quieren ni tocarlo.
Ya he explicado en este blog como de desencadena un alud. La fuerza que desarrolla un monstruo de estos es tan bestial que es capaz de asolar pueblos enteros como ya ha ocurrido en los Alpes o el Himalaya o en otras cordilleras, y es una de las principales causas de muerte en aquellos que dejan su vida en la montaña. ¿Son previsibles? Casi siempre si, pues en función de las condiciones atmosféricas o del terreno sabremos a priori si una zona es conflictiva o no, y por tanto podremos descartarla de antemano. ¿Qué ha pasado entonces aquí? Pues muy sencillo, a mi humilde modo de ver, este grupo eligió, por las prisas de la hora (llegaban para comer), por no querer crestear y por tanto tener que ganar altura (o por lo que sea que cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana), la ruta más inestable, y como chispa que enciende una mecha, su huella fue la que provocó la avalancha que se los llevo por delante.

La versión del Guardia Civil y la de los dos Socorristas de Cetursa que acudieron en primer lugar al rescate, y que además fueron los que desenterraron a los dos supervivientes, no coincide en algunas cosas. No es por no creerme al Civil, que me lo creo, pero me resulta mucho más auténtica la versión de quien saco personalmente del níveo enterramiento a los dos salvados. Según ellos, estos se encontraban en un lateral a la derecha de la parte principal del alud, y que gracias a que la mole les cogió flanqueados, prácticamente les empujó hacia fuera saliendo casi ilesos (uno de ellos sufrió una luxación de hombro). ¿Qué pasó con el primero? pues que al iniciar la ladera, enseguida se dio cuenta de que por debajo de una capa de costra dura, sus piernas se enterraban sin remedio en nieve blanda. En un primer momento, tras ver lo inestable del itinerario, se detuvo mandando parar a sus dos compañeros, pero enseguida escucharon el ruido característico de la rotura de la placa, y segundos después, se desató la tragedia. Hay un aspecto que el Guardia Civil considera que exime de culpa a los montañeros (si es que puede llamarse culpa claro), y es que la placa rompió por encima de donde ellos estaban, y que incluso se crea un isleta en medio. Bien, pero es que ese detalle no es suficiente para exonerarles, pues puede perfectamente romperse la placa en un sitio concreto, y que por el desequilibrio que se genera comience la avalancha por encima de ese punto de fractura.
Como digo, ya hacen cinco días desde que esto ocurrió. Ese mismo día, se informó de aludes naturales en otras zonas del dominio esquiable y en toda Sierra Nevada, hubo uno grande en los Tajos de la Virgen, pero que gracias a Dios no tuvieron consecuencias. Para este rescate, se han puesto todos los medios disponibles, tanto por parte de la Estación con maquinas pisa-nieves, Socorristas y profesores de la Escuela Española de Esquí. De igual manera, desde las primeras horas, el dispositivo de rescate del SEREIM trabaja sin descanso para encontrar el cuerpo del fallecido. Por ahora, no hay resultado, pues como digo, la zona es tan extensa que es literalmente encontrar una aguja en un pajar, pero en un pajar enorme. Pero es que hay que tener claro una cosa, puede que no se le encuentre hasta la primavera, y eso si los zorros no hacen su trabajo, que por ahí los hay a patadas. Entonces, ¿cuánto tiempo se va a seguir buscando? Cetursa no puede mantener esas maquinas sine die, y el grupo de rescate pronto tendrá otras tareas que realizar y otros montañeros que socorrer. En tiempo juega en su contra: la nieve cada vez está más compactada; y la contaminación de la zona es tan grande que incluso los perros mas adiestrados, por más que se trabaje con ellos, cada vez tienen menos posibilidades de éxito.

Ahora me acuerdo del rescate de los chilenos en la mina, de todo lo que se monto, y como en aquel momento me sirvió de idea para llamar la atención sobre la cantidad de montañeros que fallecieron en las montañas, y cuyos cadáveres no fueron jamás encontrados, o si lo fueron, se consiguió tras los meses invernales cuando el blanco elemento despejó las cumbres. Este alud no ha ocurrido en una zona inhóspita del globo, no. Desde donde se dejan los coches en la Hoya de la Mora, no hay ni una hora a pie. Así que no es necesario mandar a los periodistas en plan Indiana Jones para que cubran la noticia. Todo lo más, unas botas y un abrigo son suficientes para ver la catástrofe. En aquel momento, como a cualquiera me alegró el resultado final, pero consideré que era exagerada la cobertura que se le estaba dando al asunto: noticias diarias en todos los medios, sondas espaciales para el rescate, exclusivas pactadas antes de salir de la cueva, hasta los de Oakley hicieron caja con los pobres desgraciados. Aquí, nada de eso va a pasar, pues como digo, casi seguro que los raposos hacen su trabajo en primavera.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Escuchar, ver, tocar.






Es algo demostrado por lo general nos sentimos más a gusto cuando estamos en compañía que en soledad. Si, ya sé que hay que quitar de en medio las circunstancias especiales, esas en las que en plan torero nos da por el “dejadme solo joder”, o las que por fuerza, no hay más remedio que afrontar la vida en aislamiento, y que al final dinamita toda necesidad de compañía. A lo que me refiero es que desde el punto de vista anímico, el estar en compañía hace que todo sea más llevadero, y que como la sabiduría popular lleva enseñándonos desde hace siglos, las penas compartidas son menos penas, y las alegrías compartidas son dobles alegrías. Ante la adversidad, necesitamos ser escuchados, y ese principio tan simple es vital para aquellos que han sufrido o están sufriendo un trauma. Solo tenemos que recordar el fenómeno migratorio que se produjo en el fatídico once de marzo cuando el atentado de los trenes, en el que a la vez que se confirmaban las primeras decenas de víctimas, oleadas de psicólogos y psiquiatras, sin ser demandados por nadie en particular, acudieron a Ifema para consolar y escuchar a los cientos de familiares que se agolpaban unos con otros a la espera de que se confirmaran los peores presagios. Que nos escuchen es una necesidad, y solo el hecho de mostrar la paciencia suficiente, puede llegar a ser un apoyo de incalculable valor para el que lo necesita.
Recuerdo que la primera vez que leí sobre ello fue al psiquiatra Victor Frankl, quien en su libro El Hombre en Busca de Sentido, incluso ponía nombre “Logoterapia” a esta manera de tratar a los que habían sido compañeros suyos en el campo de concentración de Auschwitz. Simplemente con escucharles, conseguía que sus vidas fueran más dignas, y que a pesar de los sufrimientos y el terror omnipresentes, aun habiendo perdido toda esperanza de supervivencia, consiguieran no abandonarse a una muerte que por otra parte era la salida más fácil para la mayoría de ellos.
Curiosamente, otro de mis autores favoritos, Heinrich Harrer, también habla en sus dos principales obras, Siete Años en el Tíbet y La Araña Blanca, de esta necesidad de sentirse acompañado, de ser escuchado. Y digo curiosamente, porque si bien Frankl era judío y por ello fue hecho preso en la Segunda Gran Guerra, en aquella misma época Heinrich Harrer llegó a ser amigo personal del mismísimo Adolf Hitler, y lo mejor de todo, es que ambos eran austriacos. Harrer jamás negó que hubiera mantenido relación con el Fuhrer, todo lo más lo justifico como algo que le llegó por sus méritos deportivos más que por su afinidad al partido nazi o a sus ideas, pero lo que está claro es que fotos suyas con la cruz gamada hay unas cuantas, y no es raro que durante décadas se le mirara con lupa. Y entonces qué es lo que ocurrió con Harrer, pues muy sencillo, que durante los siete años en el Himalaya, tuvo que sufrir como un perro los rigores de la soledad y de una guerra completamente desigual entre una poderosa China y un famélico Tíbet. Como todos sabemos, las cosas allí no han cambiado mucho, y prueba de ello fueron las imágenes de detenciones y protestas que hubo antes y durante la celebración de la pasada Olimpiada de Pekín.

Leo ahora una recopilación de casos excepcionales ocurridos en las montañas del Himalaya, en la que Joe Simpson, narra acontecimientos de extrema dureza, situaciones en las que personas a priori normales, abandonan a otras personas también normales. Las abandonan a su suerte, directas a la muerte, con la más absoluta falta de humanidad que se puede ver entre seres humanos civilizados, gente que está ahí porque quiere, y porque libremente lo ha elegido. La mayoría de los casos que cuenta terminarían de cualquier forma con la muerte, pero lo que de todo punto es inadmisible es que aquellos que asistían desde pocos metros a tales dramas, ni siquiera se plantearon el más pequeño gesto de consuelo humanitario. Negarle a un moribundo una caricia de compasión, yo no creo que haya un pecado mayor.
Que no se me malinterprete (¡o si, me da igual!) pero los humanos necesitamos tocar y ser tocados. Desde niños, ese es el mayor de los consuelos ante la desazón y el dolor, así lo manifiestan los pediatras expertos en la materia, y de hecho es el primer impulso que tenemos cuando asistimos a un tropezón o una caída de nuestros hijos o de cualquier crio en general. Como en las antiguas cordadas, en las que la cuerda, aunque inservible ante una caída seria, tranquilizaba y daba seguridad al que iba de primero; una caricia, sin tener capacidad curativa propia, también es válida para lo mismo, y no solo en niños, también en adultos. Que nos escuchen y que muestren solidaridad con nuestros pesares no solo es agradable, sino que es indispensable, y si además notamos en el cuero una mano amiga, mil veces mejor.
Del día que me operaron esta última vez, solo recuerdo el dolor. Si sé que era insoportable, pero por lo demás, puesto que estaba hasta las trancas de morfina y otras drogas varias, no tengo ningún recuerdo claro. Me cuenta Laura, que estaba allí, que cuando desperté, parece que no paré de llorar desconsolado pues no habían completado la reparación total de la rodilla. Su hermana María, al verlo, me cogió con ternura la cabeza susurrando palabras tranquilizadoras y de consuelo. No he tenido oportunidad de agradecérselo personalmente, ni de que me cuente qué le llevó a hacer algo tan digno, tan cariñoso y tan intimo, y aunque no me acuerde, se que se lo debo. Gracias María.

martes, 15 de febrero de 2011

Estimado Sr. Lisawesky




Estimado Sr. Lisawsky,

Me da usted pena y vergüenza. Pena por ser un cateto en busca de fotos con los famosos, vergüenza por estar al frente de un cargo público en el que representa formalmente al deporte español.
Que usted y su secuaz Odriozola no hayan dimitido ya es no solo reprochable y detestable, sino que da fe de que aquellos que por un puñetero sueldo se atornillan a sus asientos de poder, y son capaces de los más bajos comportamientos, sin importarles un carajo las ganas de vomitar que ello conlleve para el personal. Sois unos impresentables, no conocéis la lealtad, y no merecéis portar la bandera de España que llevan los escudos de las federaciones y estamentos a los que representáis. No me extraña que la Real Federación Española de Fútbol haya consentido quitar nuestra más noble insignia de los chándales de la selección, ¡Si os importa una mierda! A mí me hubiera sobrado con cinco minutos para mandar a tomar por saco a los de Adidas por muchos millones que os suelten por el patrocinio, pues la estrategia es muy fácil, cuando se lo quiten a los “Bleus” franceses, o a los de la “Pérfida Albión”, entonces hablamos, mientras la bandera se queda por mis cojones, y a las malas, a buscar otra marca que entienda de donde provienen las tres franjas roji-gualdas. Creo que su padre es polaco, si vive, debería preguntarle a él lo que significan estas cosas, seguro que le suenan esos de los símbolos y las banderas.

Es usted un mamarracho. Pero tranquilo, no es el único, hay otros que como usted y siendo del partido que sean, no se dan cuenta de que hace anños que solo forman parte del escaparate, y que por más que se quiten el polvo a base de fotitos y de actos representativos, no dejan de ser unos inertes maniquíes sin voz ni personalidad, y lo peor de todo, sin humanidad. ¡Qué cobardía joder!! Vaya mandos que tenemos!
Me tragaré mis palabras en favor de la investigación de la guardia civil, ya lo hago de hecho. Si como parece han cometido un error de bulto al imputar a Marta Domínguez en este caso de extrema gravedad, y que si como todo indica, su inocencia se demuestra, no solo debería significar la dimisión de quien esté al mando de esa Unidad Especial de la Benemérita, sino la reprobación pública de su honor, aunque este ya haya quedado puesto en entredicho de por vida, pues así somos en este país de mierda y de envidias. Que yo rectifique no le sirve de nada a nadie, ni me hace sentir mejor, pero a esa mujer todos estamos empezando a deberle una disculpa de las gordas: desde aquel atajo de ratas que se apresuraron a firmar una carta en todos los diarios para apartarse de la porquería (y que si bien en principio comprendí pero que ahora también me arrepiento de haberlo hecho), hasta usted Sr. Candidato a la Alcaldía de Madrid, que con su falta de huevos lo único que hace es arrimarse a los triunfadores de la tarde, olvidando que el deporte también es perder, y que la derrota a veces tiene tanto o más valor que la victoria. Aunque claro, para entender eso hace falta haber hecho deporte, y usted, no lo ha practicado en su puñetera vida, no hay más que ver el perfil de Doraimon que tiene. Solo por eso me caen bien los Fernando Alonso y compañía, que políticamente incorrectos pasan olímpicamente de hacerse una foto con usted, aunque luego les digan que son unos antipáticos. Adorado Nadal, si yo fuera tú ya habría driblado un par de veces a este gañán, ¡que las fotos son para toda la vida tío!
Como usted, culpables también son los medios de comunicación, como Marca, que lo mismo dan una portada como la de hoy en la que exponen a un Contador victorioso, y de igual manera no pusieron reparos en condenarle, manipulando pues el criterio del lector y la dignidad de un deporte como el ciclismo que está ávido de justicia, pero sobrado de drogas. Y todos aquellos que ante las lágrimas de un hombre que clamaba por su verdad, desde redacciones no se alzaron para darle el más mínimo voto de confianza.

Cuento con que esto es imposible que le llegue, ¡no pretendo tal honor!, pero si así fuera, ojalá le sienten fatal mis palabras y por una vez en la vida, le eche cojones a algo y me denuncie por difamación o cualquier chorrada de esas. Con tal de llamarle cobarde en la cara, estoy dispuesto a lo que sea. ¡Ah!, y no dude en pasarle la carta a Odriozola y a quien le salga de los cataplines, entonces sería como jugar al póquer y ganar, mejor imposible.

lunes, 7 de febrero de 2011

127 horas.





Estamos bastante acostumbrados a que cierto tipo de noticias, lo sean siempre por hechos trágicos y no por éxitos conseguidos. Los dos ejemplos más paradigmáticos de esta evidencia son el alpinismo y los toros. Como aficionado a la “fiesta”, me resulta perturbador que las únicas noticias sobre toros o toreros que salgan en los noticiarios siempre sean las referidas a cornadas o a las actuales prohibiciones en Cataluña. A mí, sinceramente, lo de los catalanes me importa un bledo, ellos sabrán, pero que un personaje como Luis Francisco Esplá, arte por los cuatro costados, filósofo y erudito de la tauromaquia y de todas las bellas artes, pintor y escultor, que hizo una defensa del toreo en la cámara gubernativa catalana digna de los mejores oradores de la historia; un hombre que ha salido por puerta grande de todas las grandes plazas de España, Francia o Méjico, respetuoso con la más honda liturgia de la corrida y fiel defensor del toro de lidia y las corridas como inviolable patrimonio de nuestra tierra y de nuestras más valiosas costumbres, que este “artista” de pies a cabeza, solo haya salido a la palestra en los últimos años a propósito de la espeluznante cogida que sufrió y que a punto estuvo de costarle la vida, es para que más de un director general de informativos “se lo haga mirar” con detenimiento. Pero es así, todos lo sabemos. El morbo vende más, y una serie de seis naturales jamás podrá competir en share con la explicita imagen del pitón de un morlaco entrando por la barbilla y saliendo por la boca de Julio Aparicio.
En la montaña pasa igual. Si lo de la koreana “tramposa” no se hubiera sabido, los catorce de la Pasaban no hubieran pasado el corte de La 2. Hasta el amigo Calleja ha tenido que sucumbir ante las directrices empresariales de Cuatro y pasar por el aro de un “Gran Hermano Aventurero”, para poder seguir persiguiendo auténticos desafíos. Os invito a echar la vista atrás y pensar cual fue, quitando lo de Edurne, la última noticia relacionada con el alpinismo que visteis por televisión o prensa en general. Me juego lo que queráis que había cadáver de por medio. Y es que es muy triste, pero es así. Ya se lo dijeron al Duque de los Abruzos tras conseguir el record de cercanía al polo norte allá por principios de siglo veinte. Sus expediciones, no eran llamativas, no porque no estuvieran bien organizadas o porque no se consiguieran los retos planteados, no , todo lo contrario, no llamaban la atención del gran público porque casi nunca tenían problemas, y una expedición sin unos cuantos accidentes y algún que otro muerto, como que interesa menos.

Cuando el año pasado vi Slumdog Millionaire, lo hice con todo el recelo del mundo. Como aficionado al cine soy malísimo, y mis gustos, por variopintos, a veces son incomprensibles. Pero esta cinta, desde la primera secuencia me dejó estupefacto. Cómo su director D. Boyle, cuenta una historia tan extrema, con unas vivencias tan trágicas, y que al final la sensación que a uno le quede es la de que la esperanza y el amor pueden conseguir cualquier cosa, me dejó alucinado, y ayer lo volvió a conseguir.

Cuando Aaron Ralston se cayó aquel día a la grieta en la que permaneció durante 127 horas atrapado, no solo no fue consciente de que su vida estaba a punto de terminar, tampoco se podría imaginar que su historia serviría para dar una lección cinematográfica sobre la soledad y la necesidad del ser humano de estar en compañía (gracias Patricia). Para el morboso, puede ser la película perfecta, pues las imágenes determinantes son explicitas, casquería pura y dura, pero desde luego, quedarse en eso es un error, y además, y esto es lo que más me gusta, el final está en clara oposición al drama de su desgracia, pues la vida, el amor, y las ganas de superación son ante todo la lección que podemos aprender de un director genial, de un James Franco que para mi hace el papel de su vida, y de un protagonista al que al final conoceremos con una de las sonrisas más satisfechas que hayamos podido ver en la gran pantalla.

Olvidaos de que la montaña es tragedia. La montaña es vida, es amistad y compañerismo, el último reducto que podemos encontrar para reconocernos a nosotros mismos, sin necesidad de telediarios ni internet. Y aunque a veces pasan cosas no deseadas que nos apabullan en las noticias, son miles las personas que salen al monte cada fin de semana y que vuelven a sus casas con la única mella del cansancio físico, pero portando un espíritu renovado a base de esfuerzo y camaradería. Además, ¿es que acaso coger el coche para ir al centro, no es una actividad de riesgo?

jueves, 3 de febrero de 2011

Seguridad ante todo.




Este blog, no está pensado para enseñar nada. El que escribe no es más que un simple aficionado a la montaña y al deporte en general, y por ello, ni me siento capacitado ni pretendo sentar cátedra sobre nada de lo que escribo. Al que le guste, que lo lea, y al que no, pues nada, esto es libre.

Lo que pasa es que a veces, como en esta ocasión, me dan ganas de soltar algunas cosillas que parece que se nos olvidan con el tiempo, y que considero que es oportuno recordar. Para ello, lo mejor suele ser irse a los clásicos, o como ahora, a los grandes manuales.

Salir a la montaña ante todo debe ser un ejercicio de responsabilidad. En otra ocasión ya hablé sobre la dificultad de organizar una mochila, y las decisiones que hay que tomar en ese momento y que serán relevantes para la buena marcha de la excursión. Pero si bien eso es algo que hay que hacer antes de calzarse los crampones, lo que no se debe ni se puede hacer antes de tiempo es tomar decisiones tajantes sobre rutas y objetivos, y más cuando el entorno es invernal y por tanto está sujeto a una serie de variables que no podemos controlar. Desde aquí abajo las cosas se ven de una manera acalorada y efusiva, pero cuando tenemos la rampa delante, la cosas suelen ser diferentes, y las alternativas son otras. Por tanto, las decisiones de montaña, en montaña.
Se me puede llamar de todo, y con olimpismo lo aceptaré pero para mí la montaña pide más cobardía que valor. Si de antemano sé que lo que viene es peligroso, difícilmente me expondré, por descontado. Y es que prefiero lo difícil a lo peligroso, lo complicado a lo arriesgado, porque además de vivirlo, luego me gusta contarlo, no que lo cuenten por mí.
Hace meses que cae nieve en Sierra Nevada. En medio, ha habido varios periodos mantenidos de cambio en las temperaturas, por lo que como todo el mundo sabe, eso supone que se vayan creando placas o estratos de diferentes calidades de nieve. Si bien llevamos un par de semanas en las que las temperaturas han sido muy bajas, y se han sucedido las precipitaciones, el periodo anterior fue mucho más suave y el mercurio no bajo de cero ni en las cotas superiores, por lo que si la nieve mas reciente tiene una textura y un grado de humedad bajo, la placa que está por debajo es totalmente diferente, por lo que una y otra no se comportarán de igual manera. Ni que decir tiene que si las noches que a helado, se ha formado una costra de hielo, la siguiente nieve caída se habrá depositado sobre este verglás, ocultándolo, y haciendo que la última capa flote sobre la anterior. Estas palas estratificadas, son las ideales para que los propios montañeros provoquen un alud, mas aun si son zonas venteadas.
La inclinación de la pendiente es importante. El mayor riesgo siempre está en aquellas laderas de entre 30º y 45º, pero no hay que descartar el peligro ni por encima ni por debajo. De igual forma, las laderas con forma convexa tendrán siempre más riesgo.
Por ello, antes de afrontar un ascensión de estas características, es necesario leer la montaña e interpretarla: los restos de otros aludes; un manto que cruje bajo los crampones; la resonancia de las pisadas; bolas de nieve que caen a nuestro paso; formación de cornisas, y en definitiva el aspecto que nos dé al observarla. Escoger los extremos de las pendientes como línea de desplazamiento, evitar los puntos de tensión y las líneas de posibles fracturas de la placa, así como exponernos el menor tiempo posible a las zonas más arriesgadas, son conceptos que hemos de asumir antes de comenzar la escalada. En zona de aludes, seguir una huella jamás debe significar un estado de tranquilidad y confianza, así que cada uno debe saber leer las señales y actuar en consecuencia, pues nuestra propia seguridad es muy importante.

Dando por sentado estas premisas y que elegiremos siempre la ruta menos comprometida, se hace indispensable hablar de otro aspecto fundamental en este tipo de ascensiones: el aseguramiento. Como no me quiero ir por las ramas y hoy no se trata de soltar el rollo filosófico-afectivo de la montaña, me limitaré a decir que este tipo de palas con fuertes inclinaciones y largos tramos de exposición, se hace inevitable el uso de una cuerda de aseguramiento por cada cordada. Ya sé que es más lento, que la cuerda pesa, y que el arnés y los hierros son un engorro…todo lo que se quiera. Pero en una pala de doscientos metros, no ir asegurado implica que un enganchón durante el cramponeo suponga unos cuantos huesos rotos sino más. Y como ya se lo buenos que somos todos con los crampones, lo único que os pido es que le echéis un vistazo a vuestras viejas polainas y que luego decidáis lo que os dé la gana. La cuerda no hace falta, hasta que hace falta, luego ya da igual…no lo vamos a contar. El casco, el arnés, los hierros, el piolet y la cuerda no son una opción, son OBLIGATORIOS.