lunes, 7 de febrero de 2011
127 horas.
Estamos bastante acostumbrados a que cierto tipo de noticias, lo sean siempre por hechos trágicos y no por éxitos conseguidos. Los dos ejemplos más paradigmáticos de esta evidencia son el alpinismo y los toros. Como aficionado a la “fiesta”, me resulta perturbador que las únicas noticias sobre toros o toreros que salgan en los noticiarios siempre sean las referidas a cornadas o a las actuales prohibiciones en Cataluña. A mí, sinceramente, lo de los catalanes me importa un bledo, ellos sabrán, pero que un personaje como Luis Francisco Esplá, arte por los cuatro costados, filósofo y erudito de la tauromaquia y de todas las bellas artes, pintor y escultor, que hizo una defensa del toreo en la cámara gubernativa catalana digna de los mejores oradores de la historia; un hombre que ha salido por puerta grande de todas las grandes plazas de España, Francia o Méjico, respetuoso con la más honda liturgia de la corrida y fiel defensor del toro de lidia y las corridas como inviolable patrimonio de nuestra tierra y de nuestras más valiosas costumbres, que este “artista” de pies a cabeza, solo haya salido a la palestra en los últimos años a propósito de la espeluznante cogida que sufrió y que a punto estuvo de costarle la vida, es para que más de un director general de informativos “se lo haga mirar” con detenimiento. Pero es así, todos lo sabemos. El morbo vende más, y una serie de seis naturales jamás podrá competir en share con la explicita imagen del pitón de un morlaco entrando por la barbilla y saliendo por la boca de Julio Aparicio.
En la montaña pasa igual. Si lo de la koreana “tramposa” no se hubiera sabido, los catorce de la Pasaban no hubieran pasado el corte de La 2. Hasta el amigo Calleja ha tenido que sucumbir ante las directrices empresariales de Cuatro y pasar por el aro de un “Gran Hermano Aventurero”, para poder seguir persiguiendo auténticos desafíos. Os invito a echar la vista atrás y pensar cual fue, quitando lo de Edurne, la última noticia relacionada con el alpinismo que visteis por televisión o prensa en general. Me juego lo que queráis que había cadáver de por medio. Y es que es muy triste, pero es así. Ya se lo dijeron al Duque de los Abruzos tras conseguir el record de cercanía al polo norte allá por principios de siglo veinte. Sus expediciones, no eran llamativas, no porque no estuvieran bien organizadas o porque no se consiguieran los retos planteados, no , todo lo contrario, no llamaban la atención del gran público porque casi nunca tenían problemas, y una expedición sin unos cuantos accidentes y algún que otro muerto, como que interesa menos.
Cuando el año pasado vi Slumdog Millionaire, lo hice con todo el recelo del mundo. Como aficionado al cine soy malísimo, y mis gustos, por variopintos, a veces son incomprensibles. Pero esta cinta, desde la primera secuencia me dejó estupefacto. Cómo su director D. Boyle, cuenta una historia tan extrema, con unas vivencias tan trágicas, y que al final la sensación que a uno le quede es la de que la esperanza y el amor pueden conseguir cualquier cosa, me dejó alucinado, y ayer lo volvió a conseguir.
Cuando Aaron Ralston se cayó aquel día a la grieta en la que permaneció durante 127 horas atrapado, no solo no fue consciente de que su vida estaba a punto de terminar, tampoco se podría imaginar que su historia serviría para dar una lección cinematográfica sobre la soledad y la necesidad del ser humano de estar en compañía (gracias Patricia). Para el morboso, puede ser la película perfecta, pues las imágenes determinantes son explicitas, casquería pura y dura, pero desde luego, quedarse en eso es un error, y además, y esto es lo que más me gusta, el final está en clara oposición al drama de su desgracia, pues la vida, el amor, y las ganas de superación son ante todo la lección que podemos aprender de un director genial, de un James Franco que para mi hace el papel de su vida, y de un protagonista al que al final conoceremos con una de las sonrisas más satisfechas que hayamos podido ver en la gran pantalla.
Olvidaos de que la montaña es tragedia. La montaña es vida, es amistad y compañerismo, el último reducto que podemos encontrar para reconocernos a nosotros mismos, sin necesidad de telediarios ni internet. Y aunque a veces pasan cosas no deseadas que nos apabullan en las noticias, son miles las personas que salen al monte cada fin de semana y que vuelven a sus casas con la única mella del cansancio físico, pero portando un espíritu renovado a base de esfuerzo y camaradería. Además, ¿es que acaso coger el coche para ir al centro, no es una actividad de riesgo?
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Perdón, sin querer lo había colgado incompleto.
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