martes, 17 de mayo de 2011

Hablemos de tenis.



Víspera de cuchillos otra vez, y ni pizca de ganas, como no puede ser de otra manera. Curiosa la contradicción de estar esperando con ansiedad que te llamen para decirte que te ingresan, y sin embargo, cuando lo hacen, en el fondo lo que te entra es un frio de cojones a sabiendas de lo que se avecina. Está claro, gajes del oficio de paciente habitual. Y la cara que se te pone cuando recibes la enhorabuena porque ya te van a operar, es para hacer un cuadro. Si tú supieras…Bueno, el caso es que en este ir y venir del hospital a casa y de casa al hospital, lo importante no es, por lo menos para mí, lo que pase en medio, sino el resultado final. Ahí es donde se verá si todo esto ha servido para lo que en principio se propuso, o no. Que el fin justifique los medios, y lo pasado al hoyo.
Cuando uno es consciente de que ya no va a volver a realizar ciertas actividades, puede hacer dos cosas: te puedes parar a lamerte las heridas y compadecerte, o por el contrario preguntarte con ilusión cuál serán las que sí podrás hacer. Ganar o perder, dependerá de cómo lo afronte uno.
Como ejemplo yo me quedo con Nadal. Debería de estudiarse en el colegio como modelo a seguir, no solo por sus meritos deportivos, sino por su canon de comportamiento. Hasta los más necios podemos aprender de él cómo se gana con honradez, y como le ocurre ahora contra ese “bestia” de Djokovik, como se pierde con dignidad. Nadal es el modelo en el que se inspiró Kipling cuando escribió If. Es un ser superior, el deportista total. Tengo un amigo que dice que si Rafa se presentara a las elecciones, él le votaría-por lo menos sabemos que tiene cojones, argumenta, y es que es verdad.

Hablemos de tenis. Juntándolos todos, yo habré conseguido pasar la bola unos diez o doce juegos, así que mi experiencia no vale. Pero tengo ojos, y oídos, y mucho más que con el futbol o esos otros deportes canallescos, disfruto de lo lindo con este paradigmático espectáculo. Y no tanto por lo físico, que lo tiene y mucho, sino más por el carácter psicológico del juego, que sin duda, es la piedra roseta de los grandes campeones. El tenis es la demostración empírica de que el mejor siempre gana. No hay trampas de por medio, ni artificios que desvirtúen el resultado: si hoy he sido mejor que mi contrincante, habré ganado, si no, otra vez será. Salvando los océanos de distancia, hay ciertas similitudes entre el tenis y la montaña. Un partido a cinco sets es como una gran ascensión en el Himalaya: se tiene que hacer por etapas. Si en el glaciar del Kumbu, los que intentan ascender el Everest pasan una y otra vez por los mismos recorridos para ir aclimatándose y finalmente poder atacar la cumbre, en el caso de la raqueta, uno a uno han de ir ganando juegos con el fin de presentarse en el último tramo con mayor cantidad de opciones de victoria. En ambos casos, ni siquiera con medio pie en la cumbre, está asegurado el triunfo. En cualquier momento la situación puede dar un giro inesperado. Un desfallecimiento y las posibilidades de la cumbre se esfumaran; un par de minutos de desconcentración, y el set definitivo se perderá. No hay minutos basura, pues el partido termina cuando termina. No hay contrincante pequeño, pues hasta el más tonto te hace un nudo, y te saca de la pista. Como en la montaña, no vale especular. Un mal gesto en un momento comprometido, y llegará la caída; un mínima descoordinación y la pelota no pasará la red.

Y luego está la liturgia del tenis. Cierto es que cualquier cosa que se haga con decoro me llama la atención, pero en este caso, lo hace de manera especial. Todos los partidos están llenos de gestos que, pudiendo pasar desapercibidos, a los ojos del observador son fuente de inspiración. El respeto entre los rivales. La colocación de los recogepelotas, los jueces, el público. Las innumerables manías de Nadal, tan necesarias para su rutina de concentración, los monólogos internos de Ferrer, la expresividad de Djokovik, la grandilocuencia de Monfills, la seriedad de Berdich,… la majestad de Federer. Cientos de detalles que hacen de este deporte algo especial.

Parece que estaré una semana ingresado, y luego a casa en reposo activo. Coincidencia o no, en nueve días empieza Roland Garros, así que por una vez puedo decir que a veces las cosas cuadran en el tiempo. Una de las pocas cosas que ha demostrado la historia es que Francia está ahí para ser invadida, así que, adorado Rafa, a por Francia.

Pd. No se me puede olvidar: todo esto no sería lo mismo si no nos lo contara Tomás Carbonell.

lunes, 9 de mayo de 2011

¿Hola qué tal, nos damos un paseo?

Ante todo perdon a todos los que habeis entrado por tan larga ausencia de mi propio blog. A veces, las cosas dan poco de si, y tampoco he tenido demasiadas ganas de estrujarme la cabeza por contar algo que ni a mi me interese.

Mientras que por doquier no paran de suceder acontecimientos trascendentales, en mi entorno personal, las maniefestaciones de apoyo y cariño incondicional que me transmiten familia y amigos, son lo más destacado de una situación de cojera pasajera, que me hace pasar más tiempo remando en la maquina del gimnasio que andando por el monte. A pique de entrar otra vez en los cuchillos, la verdad es que lo suyo es aprovechar las oportunidades que nos queden. Y así, de vez en cuando, y casi por casualidad, resulta que con mi cordada habitual (que tampoco anda como es debido) no calzamos las Salomon (habia que caninozar al diseñador de esta mágnifica alpargata), y nos damos un paseo por la baja montaña de nuestros alreddedores. Esa baja montaña que esta saliendo de Granada. Parece tan natural como un amanecer, pero contadle a uno de Madrid eso de que cruzando el Puente Verde, a tiro de piedra de Puerta Real empieza una vereda tan maravillosa como la de la Fuente de la Bicha, y le dejareis más planchado que el traje de Del Nido.

Pero no solo es La Bicha y sus multiples variantes: el Camino de los Neveros, el LLano de la Perdiz, Jesus del Valle, la misma Vega, o ¿por qué no? los Cahorros! Para llegar a estos parajes no hace falta ser ningun "chaleco con parches" os lo aseguro, hasta los que andamos a medias podemos disfrutar del verdor exultante de esta primavera sin hacer apenas desplazamiento en vehículo a motor. Y vive Dios que la diferencioa entre dar un andurreo por estos lares a darlo por el Parque García Lorca es de aupa. (Y que conste que de mis años de corredor aun seré uno de los granadinos que más vueltas le ha dado al parque de Arabial). Con esto os digo que merece la pena a provechar la tarde que termineis antes de trabajar para ataros las zapatillas y dejar que os sorprenda la maravilla de colores, aromas y sonidos que en estos días colman las veredas que lindan con la urbe.


Pd: Hoy me ha mandado un correo una antigua compañera del Manjon de la que guardo un cariñoso recuerdo, como casi de todo lo de aquellos años. Como muchos de los de mi quinta, ahora se encuentra en plena crianza y por ende, sus posibilidades de "salir" podria parecer que estan limitadas en este sentido. Pues bien, todo lo contrario: Me decia que se habia pegado un paseo por el rio Dilar con su pequeñajo de dos años. Pues claro! Por qué no? Una mochila de porteo es mucho más barato que salir un sabado a comer con la familia, y con eso , agua y la debida indumentaria, lo unico que hay que poner son las ganas, asi que lo siento, los que andais con nenes tampoco tenéis excusas.