martes, 10 de enero de 2012

Nuevo Nacimiento: Renacimiento.

En la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
doy gracias al dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Ante las puñaladas del azar
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror,
no obstante la amenaza de los años
me halla y me hallará sin temor.
Ya no importa cuán recto haya seguido el camino,
ni cuántos castigos lleve a la espalda,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley, 1875.


PD. Con lo poco que me gustan esas gentes, de ese país de tenderos...
el amo de mi destino, el capitán de mi alma...INVICTUS!!!

domingo, 8 de enero de 2012

Segunda salida, sin cumbre claro...




Mal asunto. Son las tres y media de la mañana, me acabo de poner a hervir agua para preparar el té, hemos quedado a las siete y aun no me he acostado.


Antes de esta escena que de por si es para estudiarla (muchas veces me pregunto que pensaran mis vecinos si alguna vez me ven a las cuatro o las cinco de la mañana cocinando...), resulta que hemos disfrutado de una improvisada y copiosa cena con un par de botellas de vino del bueno incluidas en casa de Fernando. Claro, así se le calienta el pico a cualquiera, y aunque la cosa ya estaba planificada, entre caldo y caldo, nos hemos venido arriba.

El hombre del tiempo se ha vuelto a equivocar. La verdad es que ya no me creo nada de la información que dan en las cadenas de televisión. Fuera aparte de que estoy absolutamente cabreado y en desacuerdo con la manera en que se plantea en los informativos esta información. Vamos a ver, por qué diantres empiezan siempre por Galicia? Por que me tengo que tragar el resto de España, comunidad por comunidad, para saber si mañana hará sol o estará nublado aquí en Granada? Y esa barbaridad de información y de días de predicción! Me acuerdo en los mundiales de esquí del ´96, cuando a las cinco de la tarde del día previo a la final del slalom masculino (el de Tomba), unos cuantos nos cruzamos con Maldonado y le preguntamos-Monstruo!!Mañana hará bueno??? a lo que girándose respondió-Y yo que coño se!!!


A lo que iba, que son las ocho de la mañana en el Cortijo de Sevilla y aunque se ven nubes por encima de los Alayos, los dos sabemos que hoy va a hacer bueno. En la boca aun resuenan los ecos de los taninos del vino de Baza, pero solo hay que romper a sudar un poco y pegar un par de tragos de agua para que volvamos a la normalidad. Hace frío, no más de cero grados, y no se mueve una hoja. Hoy va a ser un día maravilloso...largo, pero maravilloso.



Ayer, mientras valorábamos si Soraya tiene o no atractivo, nos propusimos subir al Tozal del Cartujo. La ruta, por lógica, y ese era el plan, pide un par de jornadas si es de ida y vuelta. Pero la adolescencia no entiende de barcos, y mientras que yo preparaba el té, mi compañero tenia que ir a cumplir sus paternales obligaciones de recogida nocturna. El caso es que si una cosa no puede ser pues se va a por otra, y contemplamos la alternativa de bajar por Pradollano, lo cual estamos seguros de que es factible.

Llegamos al cruce del río Dilar después de una hora y media larga. El trayecto se ha hecho cómodo pues en realidad no se gana demasiada altitud; paradita para un trago de agua y una chocolatina y ya estamos subiendo hacia el Colado del Pino. Esta vereda si que sube, y ademas no para, pero da igual, estamos pletóricos de forma, y subimos que nos las pelamos. Como ya da el sol en la parte alta, el terreno se convierte en un barrizal en el que se hunden nuestras pisadas, dejando las huellas de nuestras suelas. Por cierto, no nos hemos cruzado ni al Tato, y mucho me temo que va a ser así todo el santo día. La vereda termina en una era en la que fácilmente se localiza un camino que nos llevará hacia la Loma de Peña Madura. La rampa del camino nos hace aumentar la frecuencia cardíaca de manera importante, está empinada con ganas, pero la temperatura sigue siendo fresca, y en cuanto llegamos a la cresta, nos enfundamos el Gore-tex, pues aquí si que esta venteado y la sensación térmica no deja otra opción. El Trevenque, a nuestra izquierda, ya es un "cerrillo", y a nuestra derecha, paralela a nuestro caminar se erige la larguísima loma del Caballo, enseñándonos la verdadera proporción de lo que hoy nos hemos propuesto. Allá a lo lejos, en lo alto, ya aparece el Cartujo, aun queda lejos la verdad...


Perdóneseme la barbaridad que voy a decir, pero a mi el Cartujo me recuerda al Annapurna. A ver, yo mismo me río de tal burrada, pero cada vez que le echo un vistazo a esa hoz que sube hasta su cresta no puedo evitar acordarme de esa otra faraónica hoz del coloso conquistado por Lachenal y Herzog (y Terray y Rebuffat que coño!), en fin, cosas mías...


Las decisiones de montaña, en montaña. La propuesta es la siguiente: continuaremos subiendo por esta cara menos nevada y venteada hasta que lleguemos a la altura de una gran nevero, al lado del collado. Allí, haremos parada de rigor para comer algo, nos calzaremos el material duro y los crampones y atacaremos la hoz hasta hacer cumbre. La bajada, ya se verá en función de la hora que sea. De acuerdo y para alante, el inconveniente, que la loma de Peña Madura se nos hace larga de narices y cuando llegamos al punto en el que tenemos que parar, ya son las dos de la tarde. Esto es un contratiempo determinante, pero aun así, seguimos sobre el plan aunque reducimos a la mínima el tiempo de parada. Un poco de pan, chorizo y salchichón engullido de mala manera; las Salomon y los bastones a la mochila y los "botanganos" y el piolet a jugaaaar! Primer paso sobre la nieve y cata-pum: hundido hasta la rodilla, mal empezamos. Dos horas después, a las cuatro de la tarde "solo" hemos llegado a la altura del inicio de la "hoz", por encima de los 2800 mts. y por fin nos damos cuenta de que hoy tampoco habrá cima que valga. Llevamos ocho horas de pateo y tal y como están las condiciones, aun nos faltarían otras dos para cargarnos los 200 metros de desnivel que nos quedan, prudencia manda, nos vamos para abajo.

Nos quedan dos horas de luz "buena", y hay que aprovecharlas al máximo. El regreso por otro lado no es viable ni de coña, así que decidimos orientarnos hacia el lado norte de la loma para dirigirnos hacia el Cortijo del Chaquetas, y desde allí, por los arenales del Trevenque, llegar a nuestro punto de inicio. Se hace imprescindible bajar rápido, muy rápido, por lo que solo paramos a tomar unas pocas fotos en la cresta que da a las Yeguas, antes de empezar de nuevo a cramponear. Cresteamos y en seguida vemos a lo lejos el cortijo. Estamos muy altos aún, la temperatura desciende, y el coche esta lejos para hartarse. Qué más da, el ocaso del sol que contemplamos merece eso y mucho más. No hablamos, el silencio solo lo rompe el viento que nos azota, y cada uno camina solo con sus pensamientos. No veo la cara de Fernando, pero se que sonríe, yo lo hago y no lo puedo evitar, aquí soy feliz. Unir el día y la noche, encadenarlos con el andar por la montaña; despedir al sol que se hunde en el oeste a sabiendas de que la noche traerá una aventura totalmente diferente, un camino que habrá de encontrar, o incluso, descubrir. En este momento somos privilegiados.


La poesía en la montaña dura menos que un bollicao en la puerta de un colegio. Del qué bonito! pasamos en breve al me cago en la puta! Cosas del monte, imponderables del camino, de repente, como allá por el mes de agosto, nos hemos metido en un piornal de dimensiones jurásicas por el que avanzamos a lo bruto en busca de una salida. No tengo ni idea de cuanto tiempo penamos por ese terreno, pero lo que si que puedo decir es que cuando de repente apareció la que a la postre confirmamos que era la vereda que buscábamos, no paré de dar las gracias un buen rato. Benditas veredas! Ésta, en concreto era la del Sendero Sulayr, que hacia abajo se dirige hacia el Cortijo Chaquetas y que remontando, lleva directamente al Collado del Pino. Por defecto, hemos ascendido un buen rato hasta que hemos encontrado uno de los hitos identificables, y como ha helado y el terreno es peligroso de bajada, decidimos optar por lo seguro y volver por donde subimos esta mañana. Son las ocho de la tarde más o menos, y es evidente que la jornada se va a alargar de lo lindo. Veremos a ver a qué hora llegamos hoy...


Once de la noche. Rio Dilar. Cuatro bajo cero. Hoy para cenar, Kunfú con sopa maravilla. Y tanto que se ha hecho tarde! Entre otras cosas porque nos hemos pegado mas de una hora hasta que hemos encontrado la puñetera vereda del Collado del Pino. La noche tiene estas cosas, igual que nos brinda la oportunidad de contemplar boquiabiertos un cielo estrellado infinito, nos hace tener que descubrir de nuevo un camino por el que esta mañana pasamos sin mayor detenimiento. Ante ese teatro celestial, Fernando impartió clases de astronomía; ante esa desaparición de la vereda, tuvimos que apearnos tanto del cosmos que si no es por los primarios instintos de la búsqueda de huellas, de allí no salimos sin vivaquear.


En el Cortijo del Sevilla, a la una de la madrugada solo puede haber coches aparcados por dos motivos. O es que están en Zona Erógena, o es que son montañeros. Nuestra furgo era evidentemente del segundo grupo, aunque eso le costara algún sustillo a alguno de los que en actividades amatorias se afanaba. Menudo susto ver aparecer a esas horas un par de frontales de la nada.


En total 17:01'29" de andurreo, 2169 metros de ascenso y 2160 de descenso. Menos mal que nos habíamos bebido ese par de botellas de vino que si no aún estamos por ahí...