martes, 15 de junio de 2010

Una de tormentas.


¡Vaya tormentón cayo ayer! Mi madre aun estará asustada, y es que desde que era niña, cuando aun vivía en casa de sus padres en Languilla, tiene pavor por estos fenómenos meteorológicos. No me extraña, la verdad. Solo hay que imaginarse un pueblo de unos cuantos habitantes, perdido en mitad de los páramos de Castilla la Vieja, y en una época, los 40, en la que ni luz por las calles, ni televisión en casa ni gaitas. Y en medio de esas penumbras, de repente el fogonazo de un relámpago con su trueno correspondiente. Para acojonarse niños, y no tan niños.
No hace falta irse a esos años, ni ser un valeroso galo para que, en mitad de una de esas tormentas, sentir un latigazo de miedo o creer que el cielo se cae sobre nuestras cabezas. A mi me ha pasado.
Ya caían las primeras hojas del otoño, pero el clima era aun estival. Fin de semana típico de barbacoa, o de irse a la playa a aprovechar los últimos coletazos de un verano que no tenia intención de irse por las buenas. Lo planeamos durante esa misma semana: Material,comida, ropa, plano... -Saldremos el sábado por la mañana y volvemos el domingo a la tarde. En medio, Mulhacén por la ruta más clásica: por la vereda de la Estrella y por el paso.

El sábado se despertó con un tiempo magnifico. Aun era de noche cuando nos encaminamos desde casa a coger el autobús de linea que nos llevaría después hasta Güejar-Sierra, y el cielo estaba completamente raso. ¡Vaya fin de semana que nos espera tío!

A medio día llevábamos una mano de andurreo importante, y más con el "muerto" encima, que como siempre pesaba más de la cuenta. ¡Para que coño habré echado esto y aquello! Lo típico vamos. Aun así, estábamos encantados. La temperatura magnífica; la montaña bellísima; y la compaña inmejorable.

Ese sábado nos cargamos el tramo entero hasta la Laguna de la Mosca. Un tirito con una única parada en Cueva Secreta para comernos una lata de Litoral (Beatificación esa ilustre casa ya!) Llegamos muertos. La Estrella es muy bonita, pero larga de cojones, y la parte final hasta la Mosca se aprieta de verdad. Pero bueno, allí estábamos por fin, y era hora de descansar. Montamos la tienda al lado de un nevero. Nos la había dejado un amigo, y al sacarla de la funda me di cuenta de que no tenia doble techo. Marca Continente (Hoy Carrefour).Chungo-pensé- pero bueno, hoy no va a haber problemas, con este tiempo se podría vivaquear incluso. Preparamos sacos y esterillas y a cenar. Eran las seis de la tarde y un ratito después ya estábamos metidos en el saco, con la cremallera de la tienda abierta contemplando el atardecer en la cara norte del Mulhacén. Llegamos a ver incluso un grupo de montañeros que ascendían por el paso dirección al Vivac de la Caldera. Por ahí subiremos mañana-le dije a mi hermano. Cuando uno esta tan cansado, se hace difícil dormirse. Parece una contradicción pero es así. En ese caso, lo mejor es tomarse una aspirina o un Paracetamol, y el sueño llega más pronto que tarde. Así fue.

No se se fue el sonido de las primeras gotas sobre el nailon de la tienda, o un trueno lejano lo que me despertó de repente. No dije nada. Permanecí callado para no despertar a José Alberto, si esta dormido mejor. Lo gracioso es que el hizo exactamente lo mismo, así que durante un buen rato, y mientras se nos acercaba la tormenta estuvimos callados como putas. Cuando por fin uno de los dos soltó el primer ¡COJONES! el sonido de los truenos llegaba casi a la par con el fogonazo del relámpago. El viento, la lluvia y el granizo se apoderaron del cielo, y en medio el sonido de las rocas quebrándose contra el suelo. La tienda nos aplastaba la cara y empezó a calar agua por todos pliegues. permanecimos así hasta las tres de la madrugada, cuando el aparato eléctrico y la lluvia paró un poco. Vayámonos-dijimos- ahora que se ha calmado un poco. Nos vestimos, recogimos todo y nos dispusimos a largarnos de allí. Al abrir la tienda vimos que había entrado una niebla muy densa, casi no nos veíamos a tres metros de distancia. Llenamos de agua las cantimploras en el arroyo que manaba del nevero, y comenzamos a subir. La intención era ascender al carril de la Carihuela por el Collado del Ciervo. En condiciones normales no tiene ninguna complicación, pues incluso esta marcado un estrecho sendero que ayuda a no extraviarse. Pero a nosotros se nos complicó la cosa. En un momento dado, yo que iba delante perdí el camino, y en vez de mantenernos en el lado izquierdo de la cresta, volcamos al lado derecho. Error. Seguía la niebla, pero con el viento, de vez en cuando se abría un poco. En el horizonte por levante empezaba a clarear. El camino se encrespaba cada vez más, hasta el punto de que la equivocación se hizo evidente cuando apareció delante nuestra una pared de roca por la que había que escalar. La situación estaba fuera de control. Por ahí no podíamos subir. No en esas condiciones de humedad, y menos con el peso de nuestras mochilas, sin arneses ni cuerdas.

Hacia rato que se había caído la punta metálica de mi bastón. En su momento no me di cuenta, pero llevaba bastante tiempo viendo el singular agujero que dejaba el extremo de madera al clavarse en la tierra húmeda. Cuando llegue a Granada-me dije- compraré un par de puntas, y así tengo una de repuesto en la mochila. El caso es que ante la evidencia de que no podíamos seguir subiendo, y que no teníamos ni idea de donde nos encontrábamos, decidimos darnos media vuelta, desandar lo andado y con todo el dolor de la derrota, y con la fatiga de pensar en otra Vereda de la Estrella, ahora de regreso, emprendimos la retirada.

El tiempo seguía siendo detestable. Ya era de día, pero la lluvia y el viento seguían azotándonos sin piedad. Descendíamos, y de repente ¡zas! resbalón en una laja y comienzo a caer sin ver donde voy a parar. La mochila hace que caiga cada vez más rápido, y el agua en la roca hace que sea como una pista de hielo. Han sido diez o doce metros de caída, pero me ha parecido media vida. Yo he pasado miedo, pero José Alberto, al verme como caía y sin poder hacer nada, lo ha pasado peor.

Se acabo. En momentos así hay que parar. Se busca uno un sitio donde medio guarecerse, y se espera a que la situación mejore, y las capacidades vuelvan. Y eso hicimos. Aunque el tiempo no mejoró demasiado, ese parón si sirvió para tranquilizarnos y ser más conscientes de los que teníamos alrededor. No podíamos bajar desde donde estábamos porque esa laja por donde yo resbale era el inicio de una caída aun mayor. De manera que comenzamos a subir, tratando de encontrar de nuevo la cresta y así volcar hasta la ladera izquierda. No se cuanto tiempo andamos a ciegas por esa pared, pero cuando ya aparecía de nuevo la frustración, vi algo que fue como una luz. Ahí estaba, uno de esos agujeros tan peculiares que dejaba mi bastón. ¡por aquí hemos subido!¡si seguimos las marcas volveremos al sendero de bajada a la Mosca! ¡por fin!

Esa noche la tormenta en Granada había sido de las que a mi madre la ponen de los nervios. Y sabiendo que estábamos por el monte, aun con más razón. No era época aun ni de móviles ni nada parecido, así que lo único que podía hacer fue esperar a que llegáramos y mientras llamar por teléfono a un amigo montañero por si el sabia algo de nosotros.

Por nuestra parte, el regreso por la Estrella fue todo un peregrinar. Cuando llegamos al pueblo eran las seis de la tarde, y ¡hay que joderse! se había despejado. No nos decíamos gran cosa. Nos mirábamos y ya está.

1 comentario:

  1. añoche, venía yo de tomar una copita con un amigo a las 12´45 horas, y cuando fui a acostarme, empecé a ver los rayos, ya en la cama vi como iban acercándose, y bajo mi sorpesa oí el estruendo del trueno que rompió en el cielo de forma atronadora, una explosión, tapado hasta el cuello y con la luz apagada imaginaba estar en la montaña y el congelo que no ssigue entrando ante estos fenómenos que poco podemos controlar, el ser humano lleva muchos años en su código genético la letra de la tormenta y nadie escapa a ello. El jueves 24 me voy a hacer la sulayr durante 12 días, e imaginaba las solucionesal tema en caso de que me pille en medio d ela montaña, en fin, me costó dormirme. Y parece mentira que después d ela tormenta, siempre, aunque sea muchosdías después, siemrpe llega la calma, esa es la enseñanza, mantenr la calma, una buena guarida a y a esperar. En realidad, eso es lo que hace grande la montaña, y lo que nos gusta.

    Un abrazo amigo, ya te llamaré, pues necesitaré algún aprovisionamiento. POr cierto, te has operado=? o tienes ya la invalidez?

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