miércoles, 23 de junio de 2010

Deber de Auxilio.



El objetivo era la Oeste del Mulhacén, y si acaso algún otro pico más. Sábado por la mañana y nos recoge Antonio "El Alce" en casa de Fernando Navarro. En el coche también vienen Pepe Baena y Manolo, hermano de Fernando, con cara algo desencajada pues al amigo "Alce" conduce a lo "portugués". José Alberto, Fernando, y yo metemos mochilas y demás impedimenta y ¡hala!, camino para La Hoya del Portillo. El trayecto en el Nissan Patrol se hace pesado. A pesar del nerviosismo propio de lo que viene, y de la charla que es amena y divertida, la verdad es que Antonio conduce de pena, y el curveo de la carretera no ayuda nada. Por fin llegamos, son cerca de las once de la mañana. En realidad tampoco hay prisa, pues hoy nos conformamos con llegar al Vivac de la Caldera, y ya mañana haremos cumbre.

"Muerto" arriba, y a caminar. Por delante unas cuantas horas hasta el Refugio del Poquerira, donde paramos a comer y continuamos el ascenso. Subimos siguiendo el curso del río, así que no hay mucha complicación, solo pendiente. Al vivac llegamos a las cinco de la tarde, una hora magnífica, demasiado, da tiempo a que se ocurran ideas. En la aproximación se ve perfectamente la cara oeste de la montaña. Se ve gente cerca de la cumbre, los colores chillones de las chaquetas no dejan lugar a dudas. Aún estamos en noviembre, pero durante el otoño ha habido suficientes precipitaciones y hace horas que pisamos nieve. A esa hora de la tarde comienzan a aparecer las sombras y en la umbría empieza a hacer frío. ¡Ya está!, de repente alguien sugiere que podemos subir ahora el Mulhacén, y mañana otra cosa. Nos miramos y todos de acuerdo, ¿por qué no? Llendo bien, es una hora larga hasta la cima, y aunque se hará de noche en el descenso, llevamos los frontales por lo que no hay problema. Dicho y hecho. Soltamos lastre en el vivac, y para arriba, ¡esto marcha!.

Voy en cabeza. Me encuentro en forma, y subo rápido de verdad-si sigo así me lo cargo en menos de una hora-pienso. Ya estoy en el último tramo y de repente, encaramados a unos salientes de roca, aparecen cinco individuos: los que se veían desde abajo. Me gritan algo, pero estoy lejos y con el viento no les oigo bien. Me acerco a su altura, y uno de ellos, sin anestesia me dice- ¿Sois el grupo de rescate?. Me quedo flipado. ¿Grupo de rescate? ¿De rescate de quién? -¡No podemos bajar!-grita otro. No reacciono. En realidad no entiendo porque me están diciendo eso, y de ninguna manera me siento capacitado para asumir algo tan preocupante. Además esa altitud le ganas media hora al sol, por lo que todavía hay mucha luz y quieras que no da margen, así que les digo que se tienen que esperar, que vamos a hacer cumbre y que ahora bajamos a ayudarles. Parece una broma.

Sigo subiendo.Las botas son prestadas (unas Salomon de mi hermano Francis) y los crampones, de correajes simples, también. De repente, me tengo que parar otra vez -¡mierda! se me ha soltado un crampón. Me cabreo, pero me tengo que aguantar. Hay que desatarlo completamente y volverlo a ajustar -en fin, que le vamos a hacer. Con todo esto ha dado tiempo a que el resto me alcancen. Pasan por mi lado, y mientras lo hacen, les digo que los de abajo tienen problemas y que necesitan ayuda. Tampoco me hacen demasiado caso. Llega "el Alce". Lleva una Handycam Sony de las antiguas, esas amarillas que decían que les podia caer agua. Le digo que me la dé, que los últimos metros, como me quedo rezagado, los grabo yo. Me acabo de atar los hierros y continuo, esta vez grabando a lo Jean Christophe, con comentarios y todo. Son un poco más de las seis. Llego a la cumbre, todos me esperan. Nos abrazamos como es costumbre. Ya está anocheciendo por poniente y nos hacemos unas fotos chulísimas. Oye -dice alguno- ¿qué vamos a hacer con estos? ¡parece que no pueden bajar!.

Es la una de la madrugada y llegamos al vivac. Pepe se pone a hervir agua para hacer sopa, mientras todos sacamos lo que llevamos de comer y lo ponemos encima de la gran mesa de madera que hay bajo el techo de uralita. Dentro de refugio hace más frío que fuera, y huele fatal, como siempre. El aire se condensa en el techo, así que siempre hay humedad, y el olor a humanidad de los habitantes casuales no es precisamente Channel Nº5. Hay montañeros durmiendo dentro del refugio, algunos se han despertado al oírnos entrar y ahora nos están preguntando qué es lo que ha pasado ahí arriba. Que han visto las luces de los frontales en la cara oeste pero que se movían muy lentamente (¡Anda que habéis subido a preguntar!-pensamos algunos)

Estamos cansados. Han sido mas de cinco horas bajando a esos cinco descerebrados y nos las hemos tenido que ingeniar de mil maneras. Daba igual que fueran unos inconscientes. Daba igual que estuvieran allí arriba sin ropa, ni calzado, ni crampones, ni arneses, ni la menor de idea de donde habían subido. Ni siquiera importaba que encima nos vinieran con que eran los miembros de un Club de Montaña de Córdoba. Ni que la estupidez y el desconocimiento les hubiera hecho obviar que la nieve blanda por la que fácilmente habían subido tallando escalones a zapatazos, en cuanto bajara la temperatura se iba a convertir en hielo. Daba igual. Les bajamos y les dejamos a buen recaudo en el carril de la Carihuela, porque era lo que había que hacer y punto. ¡Joder tíos, si mañana bajáis por el Poqueria os pagamos un choto, os lo debemos!-creo que dijo alguno.

Por lo visto viene en la Constitución, en el artículo treinta o por ahí. Dice algo de que los españoles tenemos el deber de ayudar y prestar socorro cuando alguien está o puede estar en peligro. Y cuando, como en este o en otros inviernos, hemos visto tanto accidente y tanto rescate por todas las montañas de la Península, siempre me pregunto porque siempre salen los mismos esgrimiendo que los montañeros son todos unos trastornados y que hay que cobrar los rescates sea como sea-¡ahora que lo paguen!. De verdad que no lo entiendo. Osea, encima de que "el perdido" lo pasa de pena, si sobrevive le arruinamos a el, y si no a su familia.

Toda la vida, antes de que la Guardia Civil (hace muy poquito) y los Bomberos (aún menos), se encargara de los rescates, estos los hacían los montañeros. Hoy nadie lo recuerda, pero por ejemplo los más famosos rescates alpinos en España-los del Naranjo de Bulnes, allá por los setenta- los realiza la Federación Española de Montañismo, coordinados por el difunto Felix Méndez, y llevados a cabo por el indomable Cesar Pérez de Tudela. Éste, acude al "Pícu" no como policía, que era a lo que se dedicaba en ese momento, acude como montañero, aprovechando sus conocimientos de la pared y que en el club con el que salía en Barcelona, tenían un torno "Poma", con el que podrían realizar el rescate en mejores condiciones. Como narra en su libro "S.O.S. En el Naranjo de Bulnes", aquello les costaba el dinero, el material, y por encima de todo se jugaban la vida, y nunca les pagaron por ello, pero los cadáveres de Lastra y Arrabal, de Berrio y Ortíz, había que bajarlos de la pared como fuera.
Por eso me pregunto hoy, como es posible que, con grupos especializados y super-preparados de la Guardia Civil; con Bomberos que forman parte agrupaciones especificas de salvamento en alta montaña; con todos los medios que están a su disposición, encima haya alguien que pretenda darle un sablazo económico al desgraciado de turno que lo único que pretendía era pasar un fin de semana en la montaña. ¡Coño, si lo pagamos en los impuestos!

La noche fue como todas las de los refugios: ganas de mear sin ganas de salir del saco, pero que al final sales porque sino te lo haces encima; sinfonía polifónica de ronquidos (el que más ronca siempre te toca al lado); y expulsiones de metano en plan bombardeo de Napalm en Apocalipse Now. Aun así, nos levantamos tarde y al asomar por la portezuela del vivac ya era de día y con sombras. La mañana era extraordinaria pero no teníamos mucho cuerpo de aventura, por lo que desayunamos lo que nos quedaba de comer y tras esto, recogimos todo y nos limitamos a darnos un agradable paseo por los alrededores, con los Crespones de Río Seco de silenciosos testigos. En el descenso al Portillo pasamos de nuevo por el Refugio del Poqueira, y allí se encontraban nuestros "amigos" de Córdoba. Supongo que de vez en cuando alguno se acordará de aquello, y lo mismo se da cuenta de lo que vivieron realmente aquella noche. Les dijimos lo del choto, pero ademas de descerebrados, eran unos tiesos...¡manda huevos!.

4 comentarios:

  1. Alfonso Vázquez Oliván24 de junio de 2010, 12:42

    Me quedo con las ganas de leer alguna peripecia del descenso de los 5 magníficos cordobeses y disfrutar de esas bellas estampas que comentas de la cumbre.
    Que no decaiga este ritmo de artículos.
    Gallegos saludos !!!

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  2. Mi intención era poner alguna de las que hicimos aquel día, pero no teníamos entonces cámaras digitales, así que están en negativos, y es más complicado. Pero en cuanto pueda, pasaré el VHS que grabamos a DVD,y lo colgaré. Con respecto al descenso, ¡es como para un manual de rescate! Desde tallar escalones en la ladera con los piolets; bajarlos de uno en uno arrastra-culos asegurandolos con nuestros arnenes y cuerda (dos de nosotros haciendo de reunión y soltando cuerda mientras el resto, por debajo ayudando al descenso, y otros en el final de la cuerda para agarrarlos al liberarlos); Y al final, en la parte menos inclinada, hicimos una comba con ellos repartidos y anudados a lo largo de la cuerda, y nosotros en los extremos y en el centro frenando la caída . Fue la leche tío! Un abrazo!

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  3. FENOMENAL, CAMACHO!!!
    EL RESCATE Y EL ARTICULO,,QUIERO DECIR, JEJE

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  4. fernando navarro4 de julio de 2010, 4:23

    que cojones tienes Jose Ignacio, aquí está tu amigo fernando que ha sobrevivido a la ASulayr, 10 días para dar la vuelta al macizo, ayer llegué, y tras no pocos sufrimientos, la última etapa me tenía algo preparado, la de alta montaña, de Posterio Alto a Peña Partida y descenso al vadillo-barranco San Juan, e la jodió la alta montaña, el mal tiempo, el viento y la lluvia, asi que media vuelta y regreso en coche algo frustrado, tras nueve días de lucha cotnra valles, barancos, aguas, caminos y vereas, una pena, pero la noticia es que la alta omontaña sigue siendo maravillosa, es decir, tu propones y ella decide, me ha faltado la última etapa, pero no importa me parece justo que el monte imponga su ley, en caso contrario, ¿que sería la montaña y la aventura¿

    Un abrazo, te iré contando etapas y encuentros acojonantes que he vivido, ahora necesito descansar unos días para reponerme, estoy listo...

    al margen de la escritura nos llamamos y nos tomamos unas 1925 para celebrarlo y charlar

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