lunes, 28 de junio de 2010
No todo es el Mundial.
Ya se que estamos todos enganchados al lo que pasa allá por Surafrica, y es normal, sobretodo mientras siga jugando España. Cuando se juntan el colorido de un estadio repleto de gente y los sonidos del fútbol (que no las puñeteras trompetas) es todo un espectáculo. ¡Pero hay vida más allá del Jabulani y Sara Carbonero! ¡Porque el día 3 de julio empieza el Tour de Francia!
Solo hay que visitar la pagina oficial del Tour para descubrir que el recorrido de este año va a ser todo un recital de grandes puertos de montaña. Entre otros se suben la Colombiere,La Madeleine, Pailhères, Balès, Aubisque, Tourmalet, Aspin, Peyresourde, Marie- Blanque...solo de pensarlo asusta. Si el año pasado la carrera francesa pasó de puntillas por los Pirineos, esté año han puesto toda la carne en el asador, dejando los Alpes en un plano en principio no tan decisivo. Es en los Pirineos donde los españoles se han crecido siempre, y donde aún resuenan los ecos de los aficionados animando a los nuestros en la carretera.
Hay montones de historias alrededor del Tour, no en vano es la madre de todas las carreras ciclistas, y este año además se cumplen los cien años desde la primera participación de un español. Fue en la edición en 1910, y el primero en acudir a la llamada de la grande boucle se llamaba Vicente Blanco y le apodaban "el cojo". Este bilbaino, convencido por su entrenador tras sendos logros en los campeonatos nacionales, se presentó en la ciudad del Sena después de cruzar dando pedales toda Francia. ¡Si Si!, no se fue en coche no, se fue en bici. "El cojo" no duró mucho aquel año, y es normal, pero ese gesto de osadía abrió las mentes de nuestros compatriotas y desde entonces la presencia de equipos y ciclistas españoles ha sido constante.
No me voy a ir a los tiempos de Federíco Ezquerra, Cañardo, Loroño o Bahamontes, quizá están demasiado lejos, y además no hace falta. Prefiero quedarme en los últimos veinte años, en los que el Tour, con permiso del tejano, ha pertenecido a los españoles. Ocaña contra Merckx; Pedro contra Lemond, Fignon, Roche, Rook y Parra; Indurain contra el mundo entero. Segun cuentan, Luis Ocaña era un incomprendido. En Francia era "el español", y aquí "el francés". Llegaron a impedirle competir con la seleccion nacional por presunto comunista, aunque independientemente de que lo fuera o no, gritaba a los cuatro vientos que él era más español que El Caudillo. "El canibal" le describío como su mejor rival, y si bien solo consiguió ganar un tour, entorno a él se produjo una de las anécdotas mas nombradas del ciclismo. Era el año 1971 y Ocaña vestía el maillot amarillo de lider de la carrera. Bajaban el Aspet, con un granizo tremendo. La carretera no es que estuviera mojada, es que había tres dedos de arcilla y barro. En una curva, Luis se cae, y le envisten dos corredores, adiós Tour. Merckx era su mayor enemigo, pero cuando vio a este en el suelo, paró su bici y dijo que no seguía. Así no. A duras penas llegó dando pedales a la meta del Portillon donde habia ganado otro español, pero ese día daba igual, porque a Ocaña se lo llevaban en helicoptero a una clinica. Esa noche en el hotel, entre llantos, Eddie Merckx se negaba a salir al día siguiente, y solo porque de esa decisión dependía que sancionaran a todo el equipo y porque el director de la carrera le convenció, aceptó salir al día siguiente, eso si, sin vestir el amarillo de lider en homenaje a Luis Ocaña.
¡Qué decir de Pedro Delgado! Escalador puro, de arrebato y valor. Indomable. De los que te levantaban del asiento cuando se quedaba rezagado del grupo de cabeza, y con ese gesto echaba una ojeada a sus rivales, metía el plato grande y soltaba un hachazo decisivo. Pedro ha sido siempre mi favorito. Con esa cinta en el pelo, con esos despistes, con esa clase. Perico gano el Tour del ´88 pero pudo haber triunfado en otros dos: en el ´87 y en el ´89. El año que ganó, se puso lider en Alpe d´Huez como los grandes, y de ahí a Paris. Al año siguiente era el máximo favorito, pero la desgracia se cebó con el. Y no fue en forma de caida o lesiones. Ni siquiera se trato de su estado de forma, tan bueno o mejor que el año anterior. No, se trató de un despiste. La fatalidad conspiró para que un reloj de plástico regalado por Mario Conde, y los vericuetos de las calles de Burdeos, retrasaran en la salida de la prólogo contra el crono más de dos minutos al bueno de Pedro. Hizo un Tour impresionante, y sin ese despiste, hubiera ganado seguro. Aun así se subió tercero al podio de los Campos Elíseos, más feliz incluso que un Fignon que por haberse confiado en la última etapa quedo finalmente segundo.
El tercer gigante de la historia de hoy no puede ser otro más que Indurain. En una ocasión, a Bugno le preguntaron si el navarro le parecía un extraterrestre. El contesto - Si, el Tour lo corremos "ET" y 180 más. Yo soy de carne y hueso, él es de hierro. A Indurain se le recuerda vestido de amarillo, y de esa guisa apareció aquel año en la portada de L´Équipe, con las letras "ET" encima de la cabeza. Su participación en la ronda francesa había comenzado varios años antes. Siembre bajo la tutela de Echavarri y siguiendo sus buenos consejos, su explosión no ocurrió hasta que este quiso, nunca antes de 1991. Bien es cierto que en el ´90 ya había dejado huella, pero su avasalladora tiranía comenzo al año siguiente, y se mantuvo durante un lustro. Indurain nos quitó la siesta, e incluso por su culpa, en Congreso de los Diputados aplazó sesiones. El no ganaba etapas, el ganaba en Paris, y mientras tanto, el resto le rendían pleitesía y recogian las migajas que les dejaba. En el ´92, en la cima de Alpe d´Huez, Indurain dejo ganar a Giani Bugno porque cuando llegaban, le miro a la cara y penso que se lo merecía. Yo le recuerdo de dos maneras: una, en lo puertos, desesperando a los rivales con un gesto siempre imperterrito; como si no sufriera; control total. Otra, en las cronos. Indurain no es que fuera más rápido que el resto, no. El resto se mataban por la cadencia, por mover el 55/11, por subir la media... hacían lo que podían. Miguel no, el directamente volaba.
No he hablado de Arroyo, que fue otro grande, ni lo voy a hacer de los Sastre, Pereiro o Contador. Del primero porque sus contemporáneos dan muestra de la clase de héroes que eran, incluido Angel. Y de estos otros por un motivo más personal.Creo que aun se lo tienen que ganar. A mi me ha gustado y me gusta mucho Amstrong porque es un competidor nato. Es insaciable e inconformista. Sinceramente creo que no ha tenido rivales a su altura, y los que podrían haberle puesto contra las cuerdas, no lo hicieron por falta de osadía, pero es un luchador y eso lo sigue demostrando con 39 años. El Tour de Sastre fue mediocre; el de Pereiro un escándalo; y los de Contador descafeinados.
¿Y por qué ver este año el Tour? Pues precisamente por eso, porque la sorpresa puede saltar en cualquier curva de las carreteras francesas, en cualquier repecho de los "puertarracos" que se van a subir, en cualquier recta de las cronos que van trazar. Y porque no hay nada escrito de antemano y una carrera como esta siempre nos puede hacer pasar una tarde memorable. Vive le Tour!
Breverías: banderas en los balcones.
Soy un ferviente defensor de los símbolos y la liturgia de los actos. Cuando hice la mili, me acuerdo que una tarde, después de la instrucción, pedí permiso para hablar con el subteniente de mi brigada para quejarme por la falta de entrenamiento que teníamos y el ridículo que hacíamos desfilando al lado de una compañía de Infantería de Marina que ensayaba con nosotros el desfile de la Jura de Bandera.Casi me arresta, pero yo insistí e insistí en que había que practicar más, y le ponía como ejemplo a los Infantes, y cómo a ellos les salía perfecto. ¿qué quieres, que estemos todo el día desfilando? - ¿y por qué no?-pregunté-¡si estamos aquí habrá que hacerlo bien!¡se trata de eso!.
Hoy viendo los partidos del Mundial, me emociono con el himno de España, no lo puedo evitar. Cuando aparecen en la tele los equipos en formación escuchando los himnos de sus respectivos países, creo que es algo sublime. Me da igual que algunos de los "nuestros" miren para abajo, o hagan como que se les pierde la mirada; en realidad los siento por ellos, por su ignorancia y por su analfabetismo: además la culpa no es suya, es de quien no les permitió entender lo que es ser español y lo que es España. Pero como digo, no solo me impresionan los nuestros. No, me invade un respeto absoluto cuando cada uno de los once que van a jugar, sean de donde sean, cantan, tararean o escuchan con marcialidad el himno de su país.
En España ocurre un fenómeno único en el orbe. Somos el único país del mundo que en el que a sus habitantes les da pudor o incluso se escandalizan ante los símbolos patrios. Si no es por la celebración de un evento como el Mundial o la Eurocopa, eso de sacar la bandera de España a la calle es una rareza absoluta. ¿Por qué? Es una buena pregunta. Con Guerra Civil y politiqueos de por medio, hay teorías y teorizadores a patadas, pero lo cierto es que por mucho que se diga, es absolutamente un contrasentido. No se, pero a mi me da una alegría enorme darme un paseo por mi pueblo, o por Granada, y ver como los días que juega La Selección Española, las banderas colman balcones y terrazas por todas sitios. El deporte une, o debería unir, y cuando el deporte se practica enfrentando en buena lid a dos equipos que representan un país, la comunión que se produce entre aficionados de una misma procedencia es siempre digna y honorable. Me enorgullece ser español, y como tal, me hago responsable de ello, y con honor y alegría mañana sacaré mi bandera al balcón para que todo el mundo la vea y se pueda alegrar conmigo.
miércoles, 23 de junio de 2010
Deber de Auxilio.
El objetivo era la Oeste del Mulhacén, y si acaso algún otro pico más. Sábado por la mañana y nos recoge Antonio "El Alce" en casa de Fernando Navarro. En el coche también vienen Pepe Baena y Manolo, hermano de Fernando, con cara algo desencajada pues al amigo "Alce" conduce a lo "portugués". José Alberto, Fernando, y yo metemos mochilas y demás impedimenta y ¡hala!, camino para La Hoya del Portillo. El trayecto en el Nissan Patrol se hace pesado. A pesar del nerviosismo propio de lo que viene, y de la charla que es amena y divertida, la verdad es que Antonio conduce de pena, y el curveo de la carretera no ayuda nada. Por fin llegamos, son cerca de las once de la mañana. En realidad tampoco hay prisa, pues hoy nos conformamos con llegar al Vivac de la Caldera, y ya mañana haremos cumbre.
"Muerto" arriba, y a caminar. Por delante unas cuantas horas hasta el Refugio del Poquerira, donde paramos a comer y continuamos el ascenso. Subimos siguiendo el curso del río, así que no hay mucha complicación, solo pendiente. Al vivac llegamos a las cinco de la tarde, una hora magnífica, demasiado, da tiempo a que se ocurran ideas. En la aproximación se ve perfectamente la cara oeste de la montaña. Se ve gente cerca de la cumbre, los colores chillones de las chaquetas no dejan lugar a dudas. Aún estamos en noviembre, pero durante el otoño ha habido suficientes precipitaciones y hace horas que pisamos nieve. A esa hora de la tarde comienzan a aparecer las sombras y en la umbría empieza a hacer frío. ¡Ya está!, de repente alguien sugiere que podemos subir ahora el Mulhacén, y mañana otra cosa. Nos miramos y todos de acuerdo, ¿por qué no? Llendo bien, es una hora larga hasta la cima, y aunque se hará de noche en el descenso, llevamos los frontales por lo que no hay problema. Dicho y hecho. Soltamos lastre en el vivac, y para arriba, ¡esto marcha!.
Voy en cabeza. Me encuentro en forma, y subo rápido de verdad-si sigo así me lo cargo en menos de una hora-pienso. Ya estoy en el último tramo y de repente, encaramados a unos salientes de roca, aparecen cinco individuos: los que se veían desde abajo. Me gritan algo, pero estoy lejos y con el viento no les oigo bien. Me acerco a su altura, y uno de ellos, sin anestesia me dice- ¿Sois el grupo de rescate?. Me quedo flipado. ¿Grupo de rescate? ¿De rescate de quién? -¡No podemos bajar!-grita otro. No reacciono. En realidad no entiendo porque me están diciendo eso, y de ninguna manera me siento capacitado para asumir algo tan preocupante. Además esa altitud le ganas media hora al sol, por lo que todavía hay mucha luz y quieras que no da margen, así que les digo que se tienen que esperar, que vamos a hacer cumbre y que ahora bajamos a ayudarles. Parece una broma.
Sigo subiendo.Las botas son prestadas (unas Salomon de mi hermano Francis) y los crampones, de correajes simples, también. De repente, me tengo que parar otra vez -¡mierda! se me ha soltado un crampón. Me cabreo, pero me tengo que aguantar. Hay que desatarlo completamente y volverlo a ajustar -en fin, que le vamos a hacer. Con todo esto ha dado tiempo a que el resto me alcancen. Pasan por mi lado, y mientras lo hacen, les digo que los de abajo tienen problemas y que necesitan ayuda. Tampoco me hacen demasiado caso. Llega "el Alce". Lleva una Handycam Sony de las antiguas, esas amarillas que decían que les podia caer agua. Le digo que me la dé, que los últimos metros, como me quedo rezagado, los grabo yo. Me acabo de atar los hierros y continuo, esta vez grabando a lo Jean Christophe, con comentarios y todo. Son un poco más de las seis. Llego a la cumbre, todos me esperan. Nos abrazamos como es costumbre. Ya está anocheciendo por poniente y nos hacemos unas fotos chulísimas. Oye -dice alguno- ¿qué vamos a hacer con estos? ¡parece que no pueden bajar!.
Es la una de la madrugada y llegamos al vivac. Pepe se pone a hervir agua para hacer sopa, mientras todos sacamos lo que llevamos de comer y lo ponemos encima de la gran mesa de madera que hay bajo el techo de uralita. Dentro de refugio hace más frío que fuera, y huele fatal, como siempre. El aire se condensa en el techo, así que siempre hay humedad, y el olor a humanidad de los habitantes casuales no es precisamente Channel Nº5. Hay montañeros durmiendo dentro del refugio, algunos se han despertado al oírnos entrar y ahora nos están preguntando qué es lo que ha pasado ahí arriba. Que han visto las luces de los frontales en la cara oeste pero que se movían muy lentamente (¡Anda que habéis subido a preguntar!-pensamos algunos)
Estamos cansados. Han sido mas de cinco horas bajando a esos cinco descerebrados y nos las hemos tenido que ingeniar de mil maneras. Daba igual que fueran unos inconscientes. Daba igual que estuvieran allí arriba sin ropa, ni calzado, ni crampones, ni arneses, ni la menor de idea de donde habían subido. Ni siquiera importaba que encima nos vinieran con que eran los miembros de un Club de Montaña de Córdoba. Ni que la estupidez y el desconocimiento les hubiera hecho obviar que la nieve blanda por la que fácilmente habían subido tallando escalones a zapatazos, en cuanto bajara la temperatura se iba a convertir en hielo. Daba igual. Les bajamos y les dejamos a buen recaudo en el carril de la Carihuela, porque era lo que había que hacer y punto. ¡Joder tíos, si mañana bajáis por el Poqueria os pagamos un choto, os lo debemos!-creo que dijo alguno.
Por lo visto viene en la Constitución, en el artículo treinta o por ahí. Dice algo de que los españoles tenemos el deber de ayudar y prestar socorro cuando alguien está o puede estar en peligro. Y cuando, como en este o en otros inviernos, hemos visto tanto accidente y tanto rescate por todas las montañas de la Península, siempre me pregunto porque siempre salen los mismos esgrimiendo que los montañeros son todos unos trastornados y que hay que cobrar los rescates sea como sea-¡ahora que lo paguen!. De verdad que no lo entiendo. Osea, encima de que "el perdido" lo pasa de pena, si sobrevive le arruinamos a el, y si no a su familia.
Toda la vida, antes de que la Guardia Civil (hace muy poquito) y los Bomberos (aún menos), se encargara de los rescates, estos los hacían los montañeros. Hoy nadie lo recuerda, pero por ejemplo los más famosos rescates alpinos en España-los del Naranjo de Bulnes, allá por los setenta- los realiza la Federación Española de Montañismo, coordinados por el difunto Felix Méndez, y llevados a cabo por el indomable Cesar Pérez de Tudela. Éste, acude al "Pícu" no como policía, que era a lo que se dedicaba en ese momento, acude como montañero, aprovechando sus conocimientos de la pared y que en el club con el que salía en Barcelona, tenían un torno "Poma", con el que podrían realizar el rescate en mejores condiciones. Como narra en su libro "S.O.S. En el Naranjo de Bulnes", aquello les costaba el dinero, el material, y por encima de todo se jugaban la vida, y nunca les pagaron por ello, pero los cadáveres de Lastra y Arrabal, de Berrio y Ortíz, había que bajarlos de la pared como fuera.
Por eso me pregunto hoy, como es posible que, con grupos especializados y super-preparados de la Guardia Civil; con Bomberos que forman parte agrupaciones especificas de salvamento en alta montaña; con todos los medios que están a su disposición, encima haya alguien que pretenda darle un sablazo económico al desgraciado de turno que lo único que pretendía era pasar un fin de semana en la montaña. ¡Coño, si lo pagamos en los impuestos!
La noche fue como todas las de los refugios: ganas de mear sin ganas de salir del saco, pero que al final sales porque sino te lo haces encima; sinfonía polifónica de ronquidos (el que más ronca siempre te toca al lado); y expulsiones de metano en plan bombardeo de Napalm en Apocalipse Now. Aun así, nos levantamos tarde y al asomar por la portezuela del vivac ya era de día y con sombras. La mañana era extraordinaria pero no teníamos mucho cuerpo de aventura, por lo que desayunamos lo que nos quedaba de comer y tras esto, recogimos todo y nos limitamos a darnos un agradable paseo por los alrededores, con los Crespones de Río Seco de silenciosos testigos. En el descenso al Portillo pasamos de nuevo por el Refugio del Poqueira, y allí se encontraban nuestros "amigos" de Córdoba. Supongo que de vez en cuando alguno se acordará de aquello, y lo mismo se da cuenta de lo que vivieron realmente aquella noche. Les dijimos lo del choto, pero ademas de descerebrados, eran unos tiesos...¡manda huevos!.
lunes, 21 de junio de 2010
Eigerwand: Toni Kurz y la Travesía Hinterstoisser.
No se nada de roca. Mi arnés no me ha sostenido en ninguna pared de renombre, ni de nombre. Ni siquiera he cambiado las bailarinas que tengo desde hace más de 12 años, cuando uno de mis hermanos me las regaló por navidad. Ahora que lo pienso, incluso la cuerda que tengo era de un amigo, o de su hermano o algo así. Definitivamente, trepar no ha sido lo mío. Pero cuando veo una pared, por algún motivo, siempre trato de averiguar e imaginar las posibles vías de subida. Y mis ojos, siempre se esfuerzan en comprobar si está o no equipada, o si hay alguien colgado en ella.
Mi referí a Mallory como uno de los referentes del montañismo, y para mi no hay nadie como él. Messner es el más grande, y lo mantengo, pero Mallory era otra cosa. En las montañas me pasa algo parecido. El Everest es lo máximo, no solo es aquel que empieza donde termina el resto de los ochomiles. Es más, es la justificación plena de que la dificultad de una cima radica por encima de todo en la altitud. No obstante, al igual que está Mallory en otra categoría, también lo está el Eigerwand: la cara norte del Eiger.
A parte de donde está, en qué macizo, y demás descripciones, desde el punto de vista estrictamente técnico, el Eiger es como cualquier montaña. La altitud de 3970 mts. no es nada extraordinaria, y salvo la pared norte, las otras vertientes son bastante normales. Pero eso de de llamarse Ogro (traducción del alemán Eiger)tiene su explicación. Y es que si hablamos del Eiger , hablamos de muerte. Desde 1935 han fallecido más de cincuenta montañeros en la pared norte, y desde el primer intento hasta nuestros días, intentar el Eiger ha sido, es y sera una osadía alpinistica que pone los pelos de punta al más pintado. Como digo, en esa cara se ha cobrado medio centenar de vidas, y entre ellas las de dos de los más grandes escaladores españoles de todos los tiempos: Ernesto Rabadá y Alberto Navarro que fallecieron en 1963.
Pero hoy no me he propuesto hablar de estos dos "Monstruos del Granito", pues merecen capítulo aparte. No, de quien quiero hablar es de una cordada formada por cuatro jovenes alpinistas que escribieron una de las páginas más trágicas pero a la vez gloriosas e impresionantes de la historia de la escalada.
Era el verano de 1936. En España acabábamos de empezar a liarnos a tiros, mientras que estos cuatro valientes, decidieron enfrentarse al "último problema" alpino por resolver. La Walker, las Jorasses, el Cervino, el Montblanc, todo estaba hecho, pero aun quedaba la Norte del Eiger. El verano anterior, ya había "fracasado" otra cordada: fueron dos jóvenes alemanes que perecieron congelados a más de tres mil metros, en lo que luego se llamo el "Vivac de la Muerte". Motivado por aquel trágico suceso, las autoridades suizas llegaron incluso a prohibir la escalada a dicha pared, lo cual produjo un gran revuelo en el mundillo alpino. Pero al año siguiente, a mediados de julio, una cordada de alemanes formada por Toni Kurz y Andreas Hinterstoisser se propuso ser los primeros en llegar a la cima por esta terrible pared. A ellos se les unió otra cordada, esta de austriacos formada por Edie Rainer y Willy Angerer, y todos juntos emprendieron el ataque. Durante la primera jornada ascendieron el primer tercio de la pared sin mayor problema. Es una zona mixta sin grandes problemas, asi que avanzaron rápido hasta su primer vivac. Al día siguiente, reanudaron su ascenso. Subian rápido. En el valle, Turistas y curiosos les podían distinguir sin dificultad, mientras disfrutaban del paisaje y de una cerveza. Y de repente, el grupo se tuvo que parar en seco. Tras el primer tercio de pared y despues de vencer a la Fisura, se llega a un gran muro liso llamado Rote Fluh(Muro Rojo). Para la época era infranqueable, por lo que tuvieron que buscar una vía alternativa.
En el grupo había dos bávaros, uno de ellos Hinterstoisser, que a pesar de su juventud ya tenia fama de ser uno de los mejores escaladores de la época. Si bien Toni Kurz era el líder del intento, Andreas era el escape técnico en quien confiar cuando todos claudicaran ante la pared. Hechos un ovillo, apretados por la precariedad de la repisa, miraron al rubio alemán encomendándose a su habilidad. Éste, como los grandes, acometió el paso con más decisión que certeza, y con movimientos de genio, adivinó la vía por donde seguir. Ascendió por la fisura, saco una piqueta y la clavo lo más alto que pudo. Pasó un cordino y lo anudó. Tras eso, metió la cuerda que le aseguraba por dicho cordino, y usando la tensión que le proporcionaban sus compañeros al tirar, comenzó a desplazarse horizontalmente hacia la izquierda. Fueron cuarenta metros de genialidad y destreza, pero también de unos arrestos inconmensurables. A día de hoy, esa travesía que hoy porta con honor el apellido de este audaz joven, sigue siendo la parte más difícil de la vía. Donde todas las cordadas dejan siempre cuerdas fijas e incluso hay un cable de acero al que enmosquetarse para poderla atravesar. Kurz y sus compañeros sabían que ya no se iban a encontrar con nada tan difícil como esa travesía por la que había pasado con éxito Hinterstoisser, así que es de imaginar que lo celebraran como quien le baja las bragas a una chica ¡Muy mal se me tiene que dar! Euforia total. Esa euforia que hace que no te pongas el condón. Esa euforia que te hace cometer errores. Sin pensar más , los cuatro continuaron el ascenso por el primer nevero. En realidad era lo previsto, pues esa zona central de la pared era a priori la ruta más lógica para la cumbre.
En la norte del Eiger nunca da el sol. Además, siempre está expuesta a las frecuentes tormentas que entran por los valles hacia el macizo, por lo que la exposición siempre es máxima. Pero además hay otra amenaza: las avalanchas. Continuamente, y esto es habitual en los Alpes, hay aludes de nieve, pero en el Eiger se suman también las avalanchas de piedras. Cuando llega la tarde y el sol pega en las zonas altas de la pared, el calor producido hace que el hielo y la nieve se derritan, precipitando al vacío montones de sedimentos y piedras que durante el paso de los años se han ido quedando pegados. Cuando eso empezó a ocurrir, se encontraban en mitad del nevero, absolutamente desprotegidos ante este bombardeo. Me toca; no me toca. Me da; no me da; me da. Dolor. Miedo. Se acabó.
Una roca como un puño, cayendo desde ciento cincuenta metros no te hace daño, te abre la cabeza, y eso fue lo que le ocurrió al bueno de Willy Angerer. Sangrando y con el cráneo abierto, todo se ve de una forma diferente, pero si estas en mitad de la pared más terrorífica de los Alpes, con un patio de setecientos metros al suelo, y con la posibilidad de recibir otra andanada de piedras, las posibilidades de quedarte quieto y quejarte no son muchas. Por ello, los dos alemanes que desde arriba habían visto la situación, se pusieron a tirar de la cuerda con todas sus fuerzas, hasta que tuvieron a su altura a los dos austriacos. Me imagino que negarían la evidencia como quien niega un cáncer. Le dirían que no era para tanto y que no se preocupara, y el otro, con lo se le venia encima, asentiría sin más, contento de no estar solo en una situación como esa.
Hicieron noche en el hielo. Para el herido, un suplicio de sombras y frio, para los otros, una incógnita interminable. A la mañana siguiente continuaron el ascenso. Me imagino que lo hablarían durante la noche, y llegarían a la conclusión de que bajando tardarían más en volver al valle que si hacían cumbre y descendían por la cara este. Pero el caso es que mientras que los dos bávaros trepaban con rapidez por el segundo nevero, los dos austriacos penaban con lentitud. Al final del día deberían haber llegado ya a la Rampa antes de la Araña Blanca, y sin embargo, seguían en el nevero. Se le echó encima la noche, y lo peor de todo, el mal tiempo. Esas horas hasta el alba debieron ser dramáticas, y lo que la jornada anterior aun era esperanza, debió de convertirse en pánico y pavor. Sabían que la cima se había esfumado, y ahora la prioridad era salir de allí como fuera. Había que bajar por el mismo sitio por el que habían conseguido escalar. No me quiero imaginar el escalofrío que tuvo que sentir Hinterstoisser cuando se dio cuenta de su error. Esa travesía que tan audazmente consiguió liberar y que la historia recordaría como una genialidad, no se podía hacer en sentido contrarió. Y lo que es peor, no habían dejado una cuerda fija a la que asegurarse. Las crónicas alpinas cuentan que desde el valle, los curiosos les vieron intentar ese paso durante horas, pero lo cierto es que en ningún momento pudieron conseguirlo. Solo les quedaba una alternativa. Había que asumir el riesgo y montar rapeles y para descender verticalmente.
Una de las particularidades del Eiger, aparte de lo ya dicho, es que la montaña está atravesada de lado a lado, por la mitad, por un túnel que alberga una vía de tren. La construyo el gobierno suizo a principios de siglo, al igual que dos ventanas que se asoman a la pared norte. A día de hoy, a parte del helicóptero, muchas expediciones utilizan ese tren para, a través de la ventana más baja, llegar directamente al segundo tercio de pared al lado de la travesía Hinterstoisser. Cuando se encontraban en los primeros rapeles, desde la ventana, en mitad de la tempestad, Toni Kurz consiguió distinguir una voz. Era uno de los guardas del túnel que les preguntaba como se encontraban. Por inercia, por inconsciencia, o por lo que fuera, el caso es que Kurz le grito un ¡Bien! que dejo al operario tranquilo. Pero que de ninguna manera reflejaba el drama que estaban viviendo, y el peligro que corrían.
El tiempo ya era detestable. Un grueso manto níveo cubría sin piedad toda la pared, y el frió se intensificaba por minutos. En una repisa, Andreas se soltó de la cuerda para poder montar otra reunión y otro rapel. Mientras, a su lado , seguían encordados los otros tres alpinistas, y de repente, la tragedia. El alud se llevó primero a Hinterstoisser: le encontrarían seiscientos metros más abajo. Después, el resto. Edie Rainer quedó atrapado contra la pared, con lo que se le aplastó el diafragma y murió asfixiado en pocos minutos. Por debajo de él, estaba Kurz, y tras él Willy Angerer, que también falleció debido a los golpes recibidos en la caída. La situación era dramática.
En un segundo todo se había torcido, y la el futuro no pintaba mejor. Lo que Kurz tuvo que pensar en ese momento debió de ser apabullante, el miedo solidificado. Todos sus amigos estaba muertos, y él se encontraba colgado en mitad de la pared, sin poder hacer absolutamente nada. Pasaron las horas y anochecía. Hacia mucho que el guarda del tren había gritado a través de la tempestad, y a esas alturas, sin verles abajo, comprendió que algo iba mal. No dudo en convocar a un grupo de rescate, y estos enseguida se dispusieron a llegar donde se encontraban los perdidos. Gracias al tren, salieron directamente por la ventana que hay debajo de la Travesía, y una vez allí entre las ráfagas de viento y nieve contemplaron la dantesca visión: a pocos metros, en horizontal, colgaba el cadáver de Angerer; por encima de él, Toni Kurz gritaba y pedía ayuda desesperadamente, y por encima el caos de la pared y la tormenta cortado por la cuerda en tensión que había asfixiado a Edie. Nada podían hacer por ahora. La noche y las condiciones lo hacían imposible, así que a pesar de las suplicas del superviviente, se dieron media vuelta hacia el túnel, diciéndole a Kurz que volverían al día siguiente. Que aguantara.
El frío. La nieve. La noche. El viento. El miedo. La soledad. Cualquiera en esas condiciones se hubiera rendido. Solo hacia falta dormirse y ya está, los treinta bajo cero harían el resto. Pero Kurz no era de esos, y de manera incomprensible, aguantó. Cuando a la mañana siguiente llegó el grupo de rescate, se dieron cuenta de que aunque el aspecto era terrible, aun estaba vivo. Tenia la mano izquierda congelada pues se le había perdido la manopla, pero con la otra, seguía agarrado a su cuerda, como a la vida. Solo había una solución y así se lo hicieron saber. Tendría que cortar la cuerda por debajo de el, haciendo que su compañero cayera al vacío, y tras esto, tratar de ascender como fuera hasta llegar a la reunión en la que estaba asegurado. Tras esto, debería deshacer dicha cuerda, atar los tres cabos uno tras otro, soltar el cordino para que llegara hasta donde estaban los rescatadores y que estos, aprovechándolo, anudaran otra cuerda y piquetas con la que montar otro rapel y poder descender. ¡Casi nada!, y eso con una mano congelada y después de haber pasado la peor noche de su vida. Tardo horas en deshacer la cuerda con una mano, pero lo consiguió. Cuando el extremo del cordino llego a la altura del grupo, estos pudieron hacer lo previsto, y ataron la otra cuerda, dando un tirón para que el herido comenzara a jalar de ella. Durante el ascenso, se dieron cuenta de que la nueva no era lo suficientemente larga como para llegar a la repisa, así que la detuvieron y unieron otra al extremo con un nudo simple. Sin saberlo, acababan de condenar a muerte a Toni Kurz.
Toni lo hizo todo bien. Subió la cuerda, monto el rapel y comenzó el descenso. Todo iba perfecto, hasta que a unos pocos metros de donde le observaban los otros, se dio cuenta del error. ¡El nudo! Ese nudo que habían utilizado para alargar la cuerda, no pasaría por el mosquetón. Durante horas trató y trató de que pasara pero no pudo. La fatiga; el dolor; la mano congelada; Ni nada ni nadie le podrían ayudar, y lo sabía. Se giró, miro a sus salvadores y lacónicamente exclamo Ich kann nicht mehr!.
Tras ese ¡ya no puedo más!, Toni Kurz falleció. Tardarían días en poder rescatar su cuerpo, que permaneció colgado ante la mirad de todos los del valle.
Because it´s there!
Porque está allí, respondió Mallory un poco harto ya de dar las mismas explicaciones un tanto absurdas a una gente que difícilmente le comprendía. Aun no había llegado la fiebre de las cumbres himalayicas a ese país, y los escasos periodistas que , tras una de sus poco exitosas conferencias de la gira pos los Estados Unidos, preguntaban algo, lo hacían sin ningún rigor ni conocimiento. Salía de la sala. La charla no había sido brillante, y alguien tan perfeccionista y orgulloso como él, lo sabía. Ya estaba en el pasillo, se iban. Y en ese momento, como si la historia misma del alpinismo quisiera concederle su momento de gloria entre los mortales, un periodista le pregunto-¿Pero por qué va a ir al Everest? La respuesta, no dejó prisioneros.
Los mismos biógrafos que han escrutado la vida de este inglés no se pusieron siempre de acuerdo sobre cual fue su intención al responder así. Dijeron algunos que incluso fue una manera de responder de forma rápida y quitarse de en medio. Solo con el tiempo, el mismo periodista que le hizo la pregunta aclaro que Mallory había reflexionado antes de responder. Sabia lo que decía, y cómo lo dijo. La figura de Goerge Leigh Mallory es apasionante. No creo que en la historia del alpinismo haya otra personalidad como el. Para los que no lo hayan hecho, tanto si les gusta el montañismo como si no, les recomiendo leer "Vida y Pasiones de Mallory", descubrirán a qué me refiero.
Pero a Mallory le conocemos por su faceta alpinística, y por habernos dejado con su muerte junto a Irvine, la duda razonable más famosa de la historia del alpinismo. ¡Llegaron a la cima del Everest en 1924 o no? El mismo Hillary, escribió que cuando él y Tenzing coronaron la montaña 29 años después , buscaron algún indicio de la posible presencia de los ingleses, pero allí no había nada. Como décadas después escribió Pérez de Tudela -todas las cimas son iguales: o roca, o nieve o hielo; o roca,nieve y hielo.
Dentro de unos cuantos días se estrena el documental The wildest Dream en el que el alpinista Conrad Anker recrea la ascensión de 1924, tratando de establecer, con medios y material de la época si esos dos hombres pudieron o no llegar a la cima del considerado Tercer Polo. Durante los últimos años, la incertidumbre a crecido de manera importante tras el descubrimiento del cuerpo de Mallory en 1999 y de restos de material encontrados en cotas superiores. El cadáver fue la prueba definitiva para que se abriera la puerta de la investigación. Gracias a documentos de sus compañeros de expedición, cartas enviadas a casa y fotografías hechas en el momento, sabemos perfectamente qué llevaban ambos cuando salieron del último campamento hacia la cima. De igual manera, tras encontrar el cuerpo congelado, se comprobó qué no-llevaba cuando murió, y ahí está el quid de la cuestión. No llevaba botellas de oxígeno, lo cual hace pensar que las pudo haber gastado para el ascenso, para asegurarse la cima. Tanto es así que, puesto que Mallory no era ningún maestro en el uso de estas, llevaba dibujado un croquis en el sobre de un carta, en el que se explicaba como utilizarlas y como hacer los cambios a la hora de sustituir la válvula, así como tiempos de duración de cada botella. En dicho croquis aparecen marcas dibujadas que refieren que había consumido todo el "aire inglés" como le llaman los sherpas al oxígeno embotellado.
Otro elemento que no se encontró en sus ropas fue la fotografía de Ruth, su esposa. Sabemos por las cartas que la escribió durante sus tres años de expediciones en el Everest, que siempre portaba una fotografía de su mujer, la cual le había confesado que dejaría en la cima una vez que llegara. De esta manera le trataba de trasmitir cuánto la echaba de menos y cómo le gustaría que estuviera con él en aquella inhóspita zona de la tierra.
La tecero que no se encontró fue la cámara de fotos, la kodak. Esta es la Piedra Rosetta de toda la cuestión. Entre ambos, llevaban tres cámaras de fotos para inmortalizar el ascenso y la cumbre. Ademas de la suyas, llevaban una tercera que Noel Odell, compañero de cordada, les dejó antes de que partieran. Desafortunadamente, ninguna de las tres cámaras se encontró junto al cuerpo. Lo más probable es que las llevara consigo Irvine, y que este se encargara igualmente de hacer las fotos. Esto podría tener una explicación muy sencilla. Por un lado sabemos que Mallory era un completo negado para cualquier tipo de tecnología, lo que incluso le valió las reprimendas de sus compañeros durante la expedición. Pero ademas, el rol de Irvine era el de acompañante. Mallory en ningún momento lo eligió por su experiencia alpina (era remero en la universidad) sino porque era quien había mejorado personalmente el sistema de las válvulas del oxigeno, y con ello se aseguraba que ante cualquier adversidad tendría posibilidades de solucionarla. Mallory era el ideólogo y líder en montaña de la aventura, así que no me imagino muy complicado que en un momento dado, se desentendiera de cualquier artificio, cámaras incluidas, y se concentrara en el ascenso sin más- "Si quieres hacer fotos, hazlas tu, yo quiero la cumbre"-le pudo decir.
Eran las ocho de la mañana del siete de junio de 1924 cuando se marcharon del campamento en el collado norte, dejando atrás a Odell y Hazzard como reten de apoyo. Ese día ascendieron hasta los 8160 mts. donde instalaron otra tienda donde descansar antes del intento final. Cuando abandonaron el campamento, dejaron escrita una nota donde pedían disculpas por haber dejado todo desordenado, así como indicaciones de donde se les podría localizar durante el ascenso. De esta manera fue como Odell, escrutando la arista, consiguió localizarlos. Estaban en uno de los dos escalones de roca que hay en la cresta, y se dirigían a la cumbre. La visión duró unos segundos pues las nubes taparon todo y jamas se les volvió a ver. A Noel Odell se le tomó por loco. Incluso con el paso de los años, y con los ataques que recibió por aquella revelación, llegó a desdecirse explicando que ya no lo tenía tan claro. No obstante, cuando ya le llegaba la de "la guadaña", se reafirmó en lo dicho y defendió hasta el final que para él, tanto Mallory como Irvine habían llegado a la cumbre.
En otra ocasión, comparando a la la tribu de "chalecos con parches" con los exploradores antiguos, me referí en este blog a la ropa que llevaba Mallory cuando murió. Hace una semana, en un diario británico publicaron un artículo en el que un grupo de investigadores habían probado réplicas de prendas de la época en condiciones atmosféricas extremas, durante una expedición en el Himalaya. La conclusión a la que llegaron y esa es la noticia, es que dichas ropas eran lo suficientemente eficaces como para haberles sido útiles en 1924. Pues vale. Ya se que aun es imposible saberlo con certeza y que todo son conjeturas. Pero para mi no hay duda. Otro, igual no lo conseguiría, de hecho así ocurrió durante los casi treinta años siguientes, pero con un tipo como Mallory... estuvieron allí, seguro.
martes, 15 de junio de 2010
Una de tormentas.
¡Vaya tormentón cayo ayer! Mi madre aun estará asustada, y es que desde que era niña, cuando aun vivía en casa de sus padres en Languilla, tiene pavor por estos fenómenos meteorológicos. No me extraña, la verdad. Solo hay que imaginarse un pueblo de unos cuantos habitantes, perdido en mitad de los páramos de Castilla la Vieja, y en una época, los 40, en la que ni luz por las calles, ni televisión en casa ni gaitas. Y en medio de esas penumbras, de repente el fogonazo de un relámpago con su trueno correspondiente. Para acojonarse niños, y no tan niños.
No hace falta irse a esos años, ni ser un valeroso galo para que, en mitad de una de esas tormentas, sentir un latigazo de miedo o creer que el cielo se cae sobre nuestras cabezas. A mi me ha pasado.
Ya caían las primeras hojas del otoño, pero el clima era aun estival. Fin de semana típico de barbacoa, o de irse a la playa a aprovechar los últimos coletazos de un verano que no tenia intención de irse por las buenas. Lo planeamos durante esa misma semana: Material,comida, ropa, plano... -Saldremos el sábado por la mañana y volvemos el domingo a la tarde. En medio, Mulhacén por la ruta más clásica: por la vereda de la Estrella y por el paso.
El sábado se despertó con un tiempo magnifico. Aun era de noche cuando nos encaminamos desde casa a coger el autobús de linea que nos llevaría después hasta Güejar-Sierra, y el cielo estaba completamente raso. ¡Vaya fin de semana que nos espera tío!
A medio día llevábamos una mano de andurreo importante, y más con el "muerto" encima, que como siempre pesaba más de la cuenta. ¡Para que coño habré echado esto y aquello! Lo típico vamos. Aun así, estábamos encantados. La temperatura magnífica; la montaña bellísima; y la compaña inmejorable.
Ese sábado nos cargamos el tramo entero hasta la Laguna de la Mosca. Un tirito con una única parada en Cueva Secreta para comernos una lata de Litoral (Beatificación esa ilustre casa ya!) Llegamos muertos. La Estrella es muy bonita, pero larga de cojones, y la parte final hasta la Mosca se aprieta de verdad. Pero bueno, allí estábamos por fin, y era hora de descansar. Montamos la tienda al lado de un nevero. Nos la había dejado un amigo, y al sacarla de la funda me di cuenta de que no tenia doble techo. Marca Continente (Hoy Carrefour).Chungo-pensé- pero bueno, hoy no va a haber problemas, con este tiempo se podría vivaquear incluso. Preparamos sacos y esterillas y a cenar. Eran las seis de la tarde y un ratito después ya estábamos metidos en el saco, con la cremallera de la tienda abierta contemplando el atardecer en la cara norte del Mulhacén. Llegamos a ver incluso un grupo de montañeros que ascendían por el paso dirección al Vivac de la Caldera. Por ahí subiremos mañana-le dije a mi hermano. Cuando uno esta tan cansado, se hace difícil dormirse. Parece una contradicción pero es así. En ese caso, lo mejor es tomarse una aspirina o un Paracetamol, y el sueño llega más pronto que tarde. Así fue.
No se se fue el sonido de las primeras gotas sobre el nailon de la tienda, o un trueno lejano lo que me despertó de repente. No dije nada. Permanecí callado para no despertar a José Alberto, si esta dormido mejor. Lo gracioso es que el hizo exactamente lo mismo, así que durante un buen rato, y mientras se nos acercaba la tormenta estuvimos callados como putas. Cuando por fin uno de los dos soltó el primer ¡COJONES! el sonido de los truenos llegaba casi a la par con el fogonazo del relámpago. El viento, la lluvia y el granizo se apoderaron del cielo, y en medio el sonido de las rocas quebrándose contra el suelo. La tienda nos aplastaba la cara y empezó a calar agua por todos pliegues. permanecimos así hasta las tres de la madrugada, cuando el aparato eléctrico y la lluvia paró un poco. Vayámonos-dijimos- ahora que se ha calmado un poco. Nos vestimos, recogimos todo y nos dispusimos a largarnos de allí. Al abrir la tienda vimos que había entrado una niebla muy densa, casi no nos veíamos a tres metros de distancia. Llenamos de agua las cantimploras en el arroyo que manaba del nevero, y comenzamos a subir. La intención era ascender al carril de la Carihuela por el Collado del Ciervo. En condiciones normales no tiene ninguna complicación, pues incluso esta marcado un estrecho sendero que ayuda a no extraviarse. Pero a nosotros se nos complicó la cosa. En un momento dado, yo que iba delante perdí el camino, y en vez de mantenernos en el lado izquierdo de la cresta, volcamos al lado derecho. Error. Seguía la niebla, pero con el viento, de vez en cuando se abría un poco. En el horizonte por levante empezaba a clarear. El camino se encrespaba cada vez más, hasta el punto de que la equivocación se hizo evidente cuando apareció delante nuestra una pared de roca por la que había que escalar. La situación estaba fuera de control. Por ahí no podíamos subir. No en esas condiciones de humedad, y menos con el peso de nuestras mochilas, sin arneses ni cuerdas.
Hacia rato que se había caído la punta metálica de mi bastón. En su momento no me di cuenta, pero llevaba bastante tiempo viendo el singular agujero que dejaba el extremo de madera al clavarse en la tierra húmeda. Cuando llegue a Granada-me dije- compraré un par de puntas, y así tengo una de repuesto en la mochila. El caso es que ante la evidencia de que no podíamos seguir subiendo, y que no teníamos ni idea de donde nos encontrábamos, decidimos darnos media vuelta, desandar lo andado y con todo el dolor de la derrota, y con la fatiga de pensar en otra Vereda de la Estrella, ahora de regreso, emprendimos la retirada.
El tiempo seguía siendo detestable. Ya era de día, pero la lluvia y el viento seguían azotándonos sin piedad. Descendíamos, y de repente ¡zas! resbalón en una laja y comienzo a caer sin ver donde voy a parar. La mochila hace que caiga cada vez más rápido, y el agua en la roca hace que sea como una pista de hielo. Han sido diez o doce metros de caída, pero me ha parecido media vida. Yo he pasado miedo, pero José Alberto, al verme como caía y sin poder hacer nada, lo ha pasado peor.
Se acabo. En momentos así hay que parar. Se busca uno un sitio donde medio guarecerse, y se espera a que la situación mejore, y las capacidades vuelvan. Y eso hicimos. Aunque el tiempo no mejoró demasiado, ese parón si sirvió para tranquilizarnos y ser más conscientes de los que teníamos alrededor. No podíamos bajar desde donde estábamos porque esa laja por donde yo resbale era el inicio de una caída aun mayor. De manera que comenzamos a subir, tratando de encontrar de nuevo la cresta y así volcar hasta la ladera izquierda. No se cuanto tiempo andamos a ciegas por esa pared, pero cuando ya aparecía de nuevo la frustración, vi algo que fue como una luz. Ahí estaba, uno de esos agujeros tan peculiares que dejaba mi bastón. ¡por aquí hemos subido!¡si seguimos las marcas volveremos al sendero de bajada a la Mosca! ¡por fin!
Esa noche la tormenta en Granada había sido de las que a mi madre la ponen de los nervios. Y sabiendo que estábamos por el monte, aun con más razón. No era época aun ni de móviles ni nada parecido, así que lo único que podía hacer fue esperar a que llegáramos y mientras llamar por teléfono a un amigo montañero por si el sabia algo de nosotros.
Por nuestra parte, el regreso por la Estrella fue todo un peregrinar. Cuando llegamos al pueblo eran las seis de la tarde, y ¡hay que joderse! se había despejado. No nos decíamos gran cosa. Nos mirábamos y ya está.
lunes, 14 de junio de 2010
¡Dopping para todos ya!
Hace unos días ha saltado a la palestra el posible caso de dopping positivo de Fabian Cancellara. "Spartacus" es uno de mis ciclistas favoritos: tiene una clase increíble y una potencia inigualable en el pelotón, por lo que la noticia, cuando la leí, me dolió de verdad. Otro que han trincado. Como son los de la UCI, con las medidas cautelares ya no o veremos en el Tour y un aliciente menos. Seguí leyendo y...pero si no es por EPO! si no hay drogas! se trata de la bici! Increíble pero cierto! hay sospechas de que en la pasada edición de una de las mas famosas clásicas, la Paris-Roubaix, el tío llevaba un "motorcillo" en el eje-pedalier con lo que si se demuestra, accionándolo desde el manillar podría haber ganado un 20% de eficiencia en su pedaleo. Esto es lo que le faltaba al ciclismo, vamos. Ademas al fuego le está echando gasolina la aparición de un ex-ciclista profesional italiano que en un vídeo colgado en you-tube, explica el mecanismo del invento en cuestión, y añade secuencias de imágenes de gestos "sospechosos" de Cancellara durante dicha carrera. Acojonante.
Esto del dopping en el deporte que de por si es la trampa más vieja del mundo, en el caso del ciclismo y el atletismo es desde hace décadas la piedra angular de cualquier publicación extra-muros que se haga. Es como las cornadas a los toreros: que si no fuera por que desgraciadamente las hay, no aparecería ninguna información taurina en ningún noticiario convencional. Pues con el ciclismo y el atletismo igual, que si no hay dopados no hay interés. Como la Belén Esteban, carnaza de la buena vamos.
Por mi parte, no tengo una posición clara al respecto. Todos los atletas que he conocido, y digo TODOS, desde junior hasta senior élite se dopaban. Mi buen amigo A. Gómez "Turbo" , plusmarquista nacional junior de 3000 mts. y 5000 mts. tenía en su habitación una vitrina "repletita" de fármacos que se tomaba en cantidades ingentes. ¿esto quién te lo da, Turbo? mi entrenador, el me dice como me lo tengo que tomar. En otra ocasión, me encontraba por trabajo en el Hotel Don Pepe de Murcia en 1999. Estabamos tomando una coca-cola en la cafetería del hotel, y allí al lado, sentados en una mesa, se encontraban el Dr. Sabino Padilla, gurú de deportistas de élite en los ´90, y un jugador del Ath. Bilbao. a este le iban a operar de la rodilla en el Virgen de la Rexaca. Sin ningún pudor, hablaban de todas las sustancias que Induraín, Olano, Fiz y otros deportistas de la época a los que tambien llevaba Padilla consumían, y que ayudarían al jugador a restablecerse y ponerse en forma después de la intervención. A mi se me cayeron los huevos al suelo.
Hoy, lo veo diferente. Y no es que apruebe el dopping sin más, pero pienso que por más que se diga no es definitivo en ningún caso. Al igual que el consumo es habitual, el que no entrena como un cabrón no puede competir, por mucha EPO que haya tomado. Y es que hoy en día, con los avances que hay, el que da positivo es porque sencillamente se ha pasado, o su cuerpo ha reaccionado de manera distinta a lo previsto haciendo que los marcadores se salgan de la linea tope. Los que desarrollan estas sustancias que "ayudan" al deportista siempre van por delante de los los que tratan de detectarlas, así que por más que salga de vez en cuando algún pardillo al que hayan trincado, lo cierto es que el resto se van de rositas casi siempre.
Ya lo dijo Marino Lejarreta: el Tourmalet y esos otros "puertarracos! de la Gran Bouclé no se suben solo con platos de macarrones. Bueno...subirse igual si, pero a 20 Km/h.; despues de haberse cargado dos semanas y media de Tour; con 180 kilometros de etapa en el día y con el Peyresoure y el Aspin de primer y segundo plato está claro que no.
Me pregunto que hubiera pasado si a Indurain le hubieran practicado los controles que hoy se aplican. Es más, me pregunto si esa amenaza tuvo algo que ver en que aquel día, en la Vuelta a España, se bajara de la bici para no volver a subirse más. Desde luego, si es así y hubo algo de esto por medio, he de decir que me alegro de que se apeara de su Colgnago y que jamas supieramos nada más del tema. No me quiero ni imaginar lo que sería hoy del pobre Miguelón sin sus cinco Tour. Otro ex-ciclista más detrás del mostrador de la tienda de bicis de turno, vendiendo cámaras y barritas energéticas a globeros como yo, como si sirvieran para algo.
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