domingo, 30 de mayo de 2010

¿Cómo somos hoy?


Hace un par de días me han enviado una sugerencia de pagina en el Facebook llamada ¡Generación de los 70 y punto! La verdad, no deja de tener su gracia como evocan tiempos en los que aquellos que pertenecemos a esa hornada sobrevivimos a vivencias hoy tan terribles y peligrosas como la de ir sin cinturón de seguridad y haciendo el cabra ¡en los asientos traseros del coche! Si, ya se que es un ejercicio de nostalgia, pero aunque para nada pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor, me cuestiono qué clase de persona soy hoy comparado con el que era hace unos años.
Y es entonces cuando me viene a la memoria uno de mis atletas favoritos: Martín Fiz. Cuenta la anécdota que cuando se encontraba al final de su preparación para la marathon de los JJOO de Atlanta, al hacer las tiradas largas de tres horas o más de carrera continua se iba a darle vueltas a un parque en Vitoria con una cuerda de no más de 700 metros. No hace falta ser un experto en atletismo para imaginar la de horas que echaría el bueno de Martín en el tartán, así que ¿Por qué esas tiradas en un parque con un recorrido tan corto?, ¡qué aburrido no! ¿ por qué no hacer esos entrenos por un bonito camino flanqueado de árboles o una carretera llena de distracciones? "Para endurecerme", decía el tío, y mentaba a su padre que habia sido labrador, que se habia pasado toda la vida en el campo arriba y abajo con el arado, y para el que eso de darle vueltas a un parque durante tres horas hubiera sido una frivolidad, por no decir otra cosa.

Hace unos días tuve el placer de coincidir en una celebración con uno de los montañeros más duros que conozco: Pepe Baena, o Pepe Messner como nos gusta llamarle. Con él he coincidido un puñado de veces en el monte y siempre me ha impresionado su capacidad para estar por encima de todo, su superioridad. En el ´98 estuvimos juntos corriendo los "101 Kms. de Ronda", y el otro día, entre risas y asombros lo recordábamos: ¡durísimo tío fue durísimo! decíamos una y otra vez. Y es que en aquella ocasión tuvimos la osadía de enfrentarnos a esa prueba extrema con mucha ignorancia y sin más preparación que unos cuantos días corriendo...¡pero la hicimos! Pepe empleó unas 17 horas, y yo ¡más de veinte! ¡No lo he pasado peor en mi vida! Junto con Pablo Wilhelmi, mi otro compañero, tardé más de siete horas en hacer los últimos 30 kms. desde el Cuartel de la Legión de Montejaque hasta Ronda. ¡Qué sufrimiento! Recuerdo que al hacer pis me salía totalmente colorado, me salieron unas rozaduras infernales por todo el cuerpo, desde las ingles hasta los pezones, por no hablar de los dolores musculares y articulares. A ciento cincuenta metros de la meta, después de subir la cuesta final de "los tajos" recuerdo que me paré, me senté en un bordillo junto a la carretera empedrada y me puse a llorar diciéndole a Pablo que no podía seguir. Si en ese momento no llega Fernando Wilhelmi, que nos esperaba en la llegada, y me levanta por la fuerza para que termináramos juntos su hijo y yo, de ahí no me muevo.

Eso fue hace unos cuantos años, y tras esa prueba y ya entrenando con más cabeza hice un montón de carreras de fondo, cross, medias maratones, maratones, y subidas al veleta (prueba de ultra-fondo considerada como una de las más duras del calendario I.A.U).Pues bien , confieso que después de Ronda, absolutamente siempre que me he puesto las zapatillas de correr, sea para entrenar o competir, he recordado aquel 16 de mayo de 1998, pues esa carrera es sin duda el tope de mis pseudo-hazañas deportivas. Y no lo es no porque el resto no lo merezcan, pues fueron también carreras duras e incluso llegué ha hacerlo medio bien en alguna de ellas. Es porque sin haber entrenado una castaña, sin saber incluso a que nos enfrentábamos en realidad, la aventura no nos superó y a base de fe, convicción y fuerza de voluntad la superamos. Parece que lo estoy viendo: ya en el recinto de meta, sentados en una mesa de campaña con Pepe obligándonos a comer una asquerosa ensalada de pasta y fruta mientras que nos decía que en cuanto termináramos fuéramos a darnos un masaje, y nosotros, sin poder tragar un bocado y mirándole con cara de flipados le decíamos que a los "fisios" iba a ir su padre, que los habían puesto lejísimos, y que ya estábamos hasta las pelotas de andar (¡No había mas de veinte metros desde la tienda comedor hasta las camillas!)

Ya se que toda esta historia es un poco "batallitas", y es más, en lo que a mi respecta, nunca repetiría lo de Ronda ni en broma, pero todo ello me lleva a afirmar que el riesgo o la mera importancia de una aventura no está necesariamente relacionada con la preparación de la misma o el empeño que hayamos puesto en su programación, sino en la capacidad que tengamos y el afán que despleguemos en su deliberación, pues sin duda alguna, la esencia de la aventura no se halla en el medio en el que nos encontremos, sino en el interior de cada uno de nosotros mismos. Sea como sea, correr, subir al monte, salir a pedales, o lo que sea que cada uno haga, debería siempre hacerse con sinceridad y sin mezquindades, pues de esa forma, independientemente de la edad, el entrenamiento, los medios o el entorno, el disfrute y la satisfacción serán plenos.

Pd. F. Navarro, nadie sabe más de esto que tu.

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