Hace años, en una publicación de fin de semana, conocí la existencia de Miss Hawley y la verdad es que me pareció una soberana idiotez eso de que fuera ella la que certificara si un montañero hubiera o no coronado una cima en el Himalaya. ¿Para qué? ¿Acaso el alpinismo, el himalayismo, o el montañismo a secas está sometido a los controles y las normas del deporte convencional? ¿Acaso el ascender más o menos rápido una cumbre comporta un mayor premio? Ciertamente no. Es más, en palabras de Reinhold Messner, el montañero más grande de todos los tiempos, lo difícil de haber subido los catorce "ochomiles" fue poder bajar con vida de cada uno de ellos. ¡Que razón tenía! Sobre todo cuando sabemos que el 80% de los accidentes en montaña se producen en el descenso.
Evidentemente todo esto parece que a las "Edurnes", "Juanitos" y demás deportistas de chalecos con parches les trae al pairo. Al lado de todas estas estrellas del monte están tipos como Tolo Calafat que aprovechando que se monta una expedición de estas, se gasta la pasta de su bolsillo con el objetivo de cumplir un sueño, y lamentablemente no se salva para contarlo. Tolo ha muerto y eso, además de ser un verdadero drama, es un precio demasiado alto por subir una montaña.
¿Donde están los clásicos ideales del montañismo? ¿Acaso escalar no ha sido siempre la búsqueda de la libertad sin más?. ¿Es que admirar el paisaje desde lo alto no valida el hecho de querer subir una cumbre? En vista de lo ocurrido, parece que los ideales se han difuminado, y los motivos ya no son tan peregrinos.
Solo en las últimas décadas es cuando han predominado los alpinistas profesionales. Y no me refiero con este termino a los guías de montaña, cuya existencia data de casi un siglo. No, las grandes ascensiones ya fueran en los Alpes, los Andes o en el Hilamaya siempre fueron acometidas en su inicio por grandes aficionados. En 1924, en su ascenso al Everest, Mallory era profesor de universidad e Irvine estudiante de ingeniería; En 1950, cuando los franceses coronaron el Annapurna, Herzog y Lachenal eran guías de montaña en los Alpes; en 1953, cuando en compañía de Tensing ponía su pie en el Everest Sir Edmund Hillary era un humilde ganadero en Nueva Zelanda; Lionel Terray se ganaba la vida como profesor de esquí y guía de montaña en Chamoníx y aun así, fue trascendental en la conquista del Annapurna, del Makalu o del Fitz-Roy. Todos ellos, y otros muchos más, eran gente normal con un único objetivo en comun: Escalar montañas. ¿Los motivos? variopintos: desde el "porque está ahí" de Mallory, pasando por el honor patrio de los ingleses (hoy impensable por cierto, pues no me imagino a Oriarzabal dedicando la cima a todos los españoles) hasta el "porque es nuestra montaña" de los alemanes encabezados por el austriaco Hermann Buhl en el Nanga Parbat.
Todos ellos como digo, gente "normal". Desde luego en cuanto a sus vidas, profesiones y problemas, que no respecto a sus capacidades y arrojo. En 1999 se encontró a 500 metros de la cumbre del Everest el cadáver de George Leigh Mallory. Llevaba puestas dos camisetas de algodón con su nombre bordado en el cuello; un chaleco de lana tejido en su casa; un bufanda al cuello y como cortavientos una gabardina Burberry´s. Sus piernas las cubrian unos pantalones bombachos de lana con calcetines altos y botas de tachuelas sin crampones. Si a día de hoy, hay alguien que tenga duda de que parecen las "Edurnes y los Juanitos" comparados con Mallory, solo tiene que ir al circo para entenderlo.
PD. Que Tolo Calafat, Atxo Apellanyz, Iñaki Ochoa, y todos los que han caído en la montaña descansen en paz con las conciencias tranquilas. A ellos nada se les puede reprochar.
INTERESANTE REFLEXION, QUERIDO AMIGO..
ResponderEliminarBuena reflexión. Lo de Juanito se ha convertido en la exaltación del egocentrismo, se cree protagosnista de una película de cine en la que él es el salvador. Debería mirarse su ombligo y reflexionar sobre su actuación en la montaña en la que perdió la vida Tolo, o al menos callarse y no tirar balones fuera, diciendo que se podía haber hecho al más, insistiendo que la coreana y los sherpas no se entregaron en dicho propósito. ¿Donde estabas tú capullo?. Corriendo para abajo para ser el primero. Quizás si hubieses bajado conversando con tu compañero te habrías dado cuenta que no descendía bien y quizás también no hubiese tenido solución pero tendrías la conciencia tranquila y serías un gran montañero. De esta manera te has convertido en un payaso bastente lejano de un gran montañero.
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