martes, 5 de julio de 2011

Regalo de cumpleaños.




Otra salida antológica. Lo pienso ahora, y aunque en mi interior aun esta instalada la euforia de los tres días de pateo, soy consciente de que quizá hace demasiado poco tiempo desde los últimos cuchillos como para andar por esos montes de Dios haciendo cumbres, algunas tan exigentes como la del Tozal del Cartujo por la cresta de los tajos de la Virgen. Pero es que entrar por una vertiente de Sierra nevada y salir por dos más allá, cruzar un "neveraco" de ciento cincuenta metros con casi 50 grados de inclinación, sortear una cresta rocosa con pasos de trepa, todo ello cargado con un "enano" de un buen puñado de kilos a la espalda no deja de tener un punto de narices.

Partimos a las tres y media de la tarde desde la Hortichuela, a 1300 mt. de altitud, por una vereda que pasando por el rebautizado Cerro del Sanatorio, nos conduce por un trazado maravilloso de ascensión sin descanso hasta los primeros borreguiles del Barranco de San Juan. A nuestra derecha dejamos el Refugio de San Francisco, el primero de Sierra Nevada y que ahora como casi todo lo que queda de aquellos años dorados del Montañismo granadino, esta hecho una mierda. Un paseo por la Sierra es un descubrimiento constante. Las distancias y los tiempos no tienen nada que ver con las medidas estándar a las que estamos acostumbrados en las ciudades, solo hay que ser capaz de olvidarse unos instantes del reloj, ese maldito tirano que portamos en nuestras muñecas y comprobarlo. De repente, formaciones rocosas que parecen salvables desde la distancia, se convierten en catedrales infranqueables que hacen perder el aliento tratando de ser bordeadas.

Primera noche en los Panderones. Hay que preparar el vivac, y eso no es moco de pavo. Parece mentira, pero en un lugar tan enorme como este, hallar un sitio medianamente llano y protegido como para echar al suelo cuatro esterillas donde dormir, no es del todo fácil. Al final, siempre se consigue, aunque ni la llanura sea tan llana, ni la protección de la roca valga de mucho ante un viento que ha decidido visitarnos después del crepúsculo. Sinfonía en Do Mayor de exabruptos corpóreos, consecuencia del cambio de presión, la ingesta constante de líquidos y las apreturas de las cinchas de la mochila. Ah! y la dieta! Kun Fu con sopa para todos. Por la mañana, después de las típicas coñas sobre la noche, asistimos impertérritos al fallecimiento de un borrego que, desvalido y probablemente herido, se ha refugiado en unas rocas cercanas y ante nuestra mirada compasiva, exhala su ultimo hálito de vida. La montaña es así, sobreviven los fuertes, los débiles palman. No será el único contacto con la muerte que tengamos en estos días.

Llega el momento de la separación: unos subirán por enésimna vez al Picacho, obligaciones familiares mandan retirarse hoy de la montaña, aunque no por ello dejaran de hacer un descenso brutal de 2000 metros de desnivel por los Campos de Otero. Otros, mi hermano y yo, nos liamos la manta a la cabeza y nos aventuramos hacia el objetivo marcado, regalo de cumpleaños para uno, muesca en la culata del revolver para otro. Abrazos y los mejores deseos para el resto de la jornada y compromiso de contactar al final del día, porque por encima de todo somos amigos y a unos y a otros nos preocupa la ruta propia y la de los demás. Buena suerte compañeros!...joder, esto es tan grande que en un instante ya no nos vemos: tío y sobrino a por el Veleta; dos hermanos ante su desafío.

El Cartujo tiene, como todas las montañas, varias maneras de subir. La que hemos elegido no es ni la más difícil, ni desde luego la más fácil. Para nosotros, para mi, es la del reto posible. Cruzar el nevero de los Tajos de la Virgen no conlleva ninguna dificultad, salvo la de obviar que un resbalón te puede costar un disgusto. Una buena huella, y un buen par de piernas capaces de asentar cada unos de los pasos son más que suficientes. Pericia y por encima de todo concentración, mucha concentración. El paso de roca intermedio no es nada del otro mundo, salvo que el "enano" que llevamos encima nos vuelca para el otro lado, y quieras que no dificulta el ascenso. Aun así, prueba superada, llegamos al Refugio de Elorrieta.

Hago un inciso porque me tengo que cabrear, otra vez. No lo puedo evitar, llevo una racha de enfados que me tienen un poco harto. No comprendo cómo, lugares que son patrimonio histórico y cultural de Sierra Nevada, padezcan un abandono tan indigno como el que sufren el cien por cien de los antiguos refugios de la Penibética. Parque Natural, Parque Nacional, Estación de Esquí y Montaña...y una leche. Sierra Nevada necesita un plan integral de conservación de veredas, caminos y refugios, para poder dar a conocer, desde un punto de vista turístico sostenible, todo el potencial que tiene este macizo. En Alpes esto sería inconcebible.

Nuestra cresta y nuestra cima ya están a la vista, la cosa no tiene mala pinta. Por aquí bien... por aquí ni en broma...y por aquí? Momentos de tensión: el silencio se apodera del ambiente; la grabación del vídeo se para; las advertencias y los parabienes se entrecruzan como queriendo quitar riesgo al compañero y asumirlo como propio. Nos hablamos poco, lo justo, pero al final, la sonrisa al ver la cresta cimera y como el terreno nos facilita el ascenso, desata un guiño de convicción, de propiedad de una cumbre que por uno rato será nuestra, de emoción.
Nos acordamos de todos. Y ahora empieza lo duro!, porque hay que bajar todo el testarazo de subida que nos hemos metido, y porque la gracia de la ruta concebida está, no solo en la subida y la cima, sino también en que después de tres días, mañana volveremos a la civilización por los Cahorros, dirección al San Garrito.

Descenso por la cara oeste, hasta otro gran ventisquero que con mucha precaución, cruzamos como podemos para, tras una hora larga de un caos de lajas y roca, por fin poner las suelas de las botas sobre la blandura de los primeros borreguiles de la bajada. Almuerzo en una Laguna, y segunda presencia de la muerte en nuestra ruta: toda la osamenta de una vaca entera esparcida por el terreno: raposos y demás alimañas se han dado un festín. Cruzamos infinitos torrentes y barrancos, hasta que el rió Dilar, en su vertiginoso descenso desde la Laguna, se interpone como el último obstáculo complicado de pasar antes de encarar las dos últimas horas de pateo del día. El barranco salvado, las vacas y sus becerras son testigos presenciales. Doce horas después de las ocho y media de la mañana, el Aprisco de Ighalo nos recibe con la desagradable sorpresa de que la goma que hace dos semanas, no despertó una sonrisa de oreja a oreja a Fernando y a mi, hoy aparece seca como la teta de una anciana. El vivac así no vale, y hay que solucionarlo. Y se soluciona, con esfuerzo y un poco de sentido común, localizando el problema unos cuantos cientos de metros más arriba, y arreglarlo mediante empalmes manuales. Tenemos agua, que es lo importante. Por la noche, tras dieta de Kun Fu con Sopa Maravilla, nos metemos en el saco en cuanto el cuerpo dice que ya no trabaja más.

Por la mañana, la meteo ha cambiado, y en vez de tomarnos el desayuno con tranquilidad, calentamos un poco de agua en el infiernillo, lo justo para disolver el café, y salimos zumbando para la Loma de Dilar. La lluvia, aunque escasa nos visita, y es mejor no llevarse un chaparrón innecesario. Ocho horas dura el descenso. otra vez el puñetero Collado del Pino, con sus infinitos piornos y demás vegetación repleta de pinchos como agujas. La Cantera de Serpentina nos da las buenas tardes bajo un sol ya de justicia, y comenzamos el camino que ya no dejaremos hasta la vereda del río Monachil. En la fuente de Diechar, apoteosis y orgía de agua, y es que la bendita fuente no puede estar en mejor sitio. Y de repente, en la Central, una aparición estupenda. Nuestro amigo Fernando ha venido a recibirnos y hacer el último tramo con nosotros. Y no solo eso! el tío se ha cargado en la mochila un par de latas de cerveza que nos invita a tomar allí mismo!! Que tío! Están hasta frías!

La vereda en cuestión, que hace dos semanas nos sirvió de acercamiento para la Laguna de las Yeguas, es una autentica joya de Sierra Nevada. Aérea, embarrancada, preciosa e, importantísimo, con agua. Sonrisa en las caras, satisfacción porque el final es glorioso, un autentico colofón a tres días de matraca. Por los Cahorros, entre familias con niños que como antaño, van al río a bañarse y pasar un domingo de calor, y escaladores de roca pendientes de la próxima presa, cruzamos los túneles naturales y los puentes colgantes. Al fondo, al final de la vereda, la Venta de San Garrito. Y como estamos en julio, y dentro de nada es San Fermin, cambiamos el nombre al santo Pamplonica, y le cantamos a nuestro monachilero Santo pidiendo su protección. Viva san Garrito! Son las cinco de la tarde, y ahora hay que celebrarlo.

2 comentarios:

  1. Gran resumen hermano de tres días memorables, que viva la montaña, que viva el compañerismo, que viva la aventura y que viva san garrito!!

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  2. bajando el san juan fui reflexionando sobre el momento de nuestra despedida en esos momentos intimistas que dan los grandes paseos, y sinceramente fue grandioso, nada de aspavientos, nada de emoción, nada de llantos, nada de miedo,ni chistes ni hostias, no, no, mi sensación fue tan natural como el vivac de la noche anterior, cotejada y aceptada la ruta con Jose Iganacio, adios, cuidado, buena suerte, mañana nos vemos, coño, fue tan fría como el amanecer sanjuanero, y no por falta de compañerismo, amistad o anhelo de lo compatido, sino por exigencia del guión, la montaña, la vida es así, creo que hasta para despedir a la mujer de la limpieza se es más expresivo. Lo cierto es que la montaña te curte y los objetivos están tan en mente y se toman con tanta decisión que todos admitimos la realidad como es y para adelante, sin mariconadas, con cojones y a por el toro. Acojonante, tiempo hubo después de pensar, de fijar mentalmente la ruta de los compañeros y de compartir su suerte hasta la preceptiva llamada y el establecimiento del orden. Me llamó la atención que en tanta amistad y momentos compartidos la despedida no fuese acorde con ese sentimiento, sino todo lo contrario, natural como la vida misma, conscientes todos nosotros de nuestro propio destino previamente acordado, me encantó, las mariconadas, los abrazos y demás exabruptos vinieron solos una vez acabada la faena, viva san garrito...

    P.D.- José Alberto, este jueves sigues solo en casa, tenemos los Alayos para nosotros, por la tarde, ánimo,empieza san garrito..

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