Creo que fue Napoleón el que pidió tres horas para elaborar un discurso de tres minutos y tres minutos para uno de tres horas. Bueno, la batería del portátil no da más de una hora pelada, así que tratar de ser rápido.
La Semana Santa. Aviso, lo que viene no es políticamente correcto, así que el que se sienta ofendido, tiene todo el derecho del mundo a dejar de leer esto y en cualquier caso, a incluirme en su lista negra de próximos visitantes del infierno. No es que me dé igual, pero a las malas, prefiero eso a otras cosas, la verdad.
Entrando esta tarde en un bar, por la tele, retransmitían una serie de imágenes en las que se veía a la gente resguardándose en los portales, mientras que otras cámaras, enfocaban y nos enseñaban las puertas de los santos lugares en donde unos señores muy bien vestidos con su traje oscuro y su corbata, parece que decidían sobre una cosa u otra ósea, si llueve o no llueve, para simplificar. Chispas! por no decir otra cosa, me ha venido de nuevo el “y yo qué coño se “ de Maldonado, porque cuán grande ha de ser la sabiduría de una mujer o un hombre cuando le confían la decisión de si la “talla” sale o no sale. A mí, que me he visto en la situación de casi jugarme el pellejo y tener que mirar veinticinco páginas web comparando pronósticos, tiempo pasado, presente y futuro; interpretando isobaras, nubes, dirección del viento, color y halo de la luna; humedad y temperatura, y quinientas variables mas, y todo ello sin tener ni pajolera idea, se me han puesto los pelos como escarpias.
Lo siento, pero hoy ha llovido. Las procesiones no han salido, y si lo han hecho, ha sido por un brevísimo espacio de tiempo y recorrido. Y el gentío de devotos que esperaban con ansia que las imágenes anduvieran a ras del medio metro cuadrado que estaban dispuestas a defender contra viento y marea, se ha quedado defraudado, pues estas, no han aparecido. Lo siento, pero me alegro, que le vamos a hacer, prefiero que llueva mil veces. Ya se lo de los bares, lo de los restaurantes, lo de los comercios, lo de todos, y estoy de acuerdo, y me jode que tengamos esta mala suerte, pero es que resulta que hace meses que no llueve y yo sí que he visto cómo están los pantanos que vierten agua potable a Granada, y os aseguro que lo de la Semana Santa y los bares puede ser un bromas comparado a como puede ser el puñetero verano sin fin que nos espera a todos desde mayo hasta finales de octubre si la cosa no cambia de verdad.
Otra cosa es lo de las procesiones en sí. Las tallas, maravillosas demostraciones artísticas; la música, con esa mezcla de los grandes géneros españoles; la prestancia de las hermandades, con ese orden cuasi militar; todo ello, inmerso en el inconfundible aroma del incienso y la piedad. Bello, pero efímero, pasional, y como la Pasión, breve, radical, extrema, agónica. Tan corta que asusta lo que es capaz de hacer un ser humano por una motivación tan temporal.
Hace muchos años, dando un paseo por la playa con la que después fue mí cuñada, hoy mi ex-cuñada (que lio!), charlábamos sobre si íbamos o no a despertarnos a contemplar el eclipse lunar que esa noche iba a haber. Recuerdo que fui taxativo diciendo que ni en broma me despertaría a ver algo así, y ella, con buen criterio me interpeló para que reconsiderara mi decisión pues se trataba de algo verdaderamente asombroso. Es verdad, le dije, pero prefiero mil veces esperar contemplando el mar con la ilusión de que aparezca un delfín a despertarme en mitad de la noche para ver algo que ya anunciaron los mayas hace tropecientos mil años, y que a día de hoy se conoce hasta el minuto y el segundo en el que aparece y desaparece. Hoy, tengo la misma sensación, que le vamos a hacer, prefiero lo incontrolable de la meteorología a lo que el hombre, en su pequeñez, trate de dominar y anticipar la lluvia con simples plegarias y rezos, como si fuera tan fácil.
Que pequeños somos ante la inmensidad. Que poco representamos ante quien verdaderamente manda, llamémosle como queramos. Y qué poca cosa somos frente a los lastres que la vida nos echa a la espalda. Por ello, sinceramente me pregunto: acaso una faja y un costal, un capirote y una túnica, un vestido negro y una mantilla, portados con celo y devoción durante estos días; son alternativa suficiente para soportar tantos pesares? Ya se que durante meses se vive esta liturgia, pero, es que acaso esta semana en su brevedad, ha de confirmar o no todo lo rezado, si en inicio y por fe lo rezado queda fuera de nuestro tiempo.
Sé que elucubro, lo admito. Tanto que lo más seguro es que si en otra vida hubiera sido cura me habría decantado por los Jesuitas y me hubieran echado a patadas, pero no puedo evitar pensar en la cantidad de cosas que podemos hacer y que , YO EL PRIMERO, no hacemos porque no nos salen de los cojones. Cosas que no tienen nada que ver con la iglesia que hoy conocemos pero que serian bastante más cristianas que hacer esperar durante tres horas a una cría de seis años, en una esquina de la calle Ganivet, a ver si sale la del Huerto de los Olivos.
Lo dicho, yo estaba en un bar hablando de montañas, de mochilas, de hierros, de porteos, de insensatos, de cuerdas, de aseguramientos, de rabos de toro, de vino, de educación, de toreros, de Siqueira, de las notas…muy poco cristiano todo también.